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Tras de los sismos viene el volcán

Tras de los sismos viene el volcán

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

Desde 2020, en plena pandemia, surgió la advertencia de diversos centros de investigación en el sentido de que Michoacán sería el escenario del nacimiento de un nuevo volcán. El COVID-19 opacó cualquier noticia relativa a ese suceso geológico, pero tras de los últimos movimientos telúricos ocurridos en septiembre y al sucederse otro enjambre sísmico igual o más intenso que el de hace 3 años, la opinión de los geólogos y vulcanólogos vuelve a tomar vigor.

En 2021, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reportó el hallazgo del fenómeno denominado “enjambre sísmico” en Michoacán. Dicho fenómeno se manifiesta a través de una secuencia de microsismos que difícilmente son percibidos en la corteza terrestre.

Hace una semana, y a través de su cuenta personal de Twitter, el geólogo Alejandro S. Méndez, investigador del Instituto Politécnico Nacional (IPN) confirmó que el enjambre sísmico sigue activo en la zona de Peribán de Ramos y que a largo plazo podría significar el surgimiento de un nuevo volcán. El especialista explicó que se está emplazando una estructura de magma tanto vertical como horizontalmente, la cual está rompiendo las rocas existentes, y se ofrece como posible explicación del fuerte sismo ocurrido en las costas michoacanas el pasado 19 de septiembre, fecha trágicamente coincidente con otros sismos de gran magnitud en México.

Méndez consideró que aún es muy pronto para especular una posible erupción y enfatizó en que no hay nada de qué preocuparse, así que las comunidades de Peribán no corren ningún peligro, ya que es demasiado pronto para pensar en una posible erupción “estilo Paricutín”.

Por medio de un hilo a través de la citada plataforma digital, el geólogo señaló que, en días recientes se han vuelto a observar una serie de eventos sísmicos de poca profundidad cerca de Peribán de Ramos, destacando que posiblemente éste sea el tercer episodio de enjambre sísmico en la entidad.

Recordó que los enjambres de enero-febrero de 2020, los de mayo-julio de 2021 y los registrados desde septiembre de este año se comportan “especialmente diferentes”, estimando que posiblemente, el agente desencadenante de este nuevo enjambre y movimiento de magma esté relacionado con el sismo de 7.7 grados, ocurrido en la costas de la entidad el pasado 19 de septiembre.

Con cautela, explicó que, aunque se tengan evidencias del origen del enjambre, aún es pronto para especular “sobre una posible erupción futura estilo Paricutín”. Esto, ya que primero se tendría que observar una deformación importante del terreno que sea causada por el ascenso del magma, fenómeno que, hasta el momento, no se observa con claridad.

De igual manera, añadió que otro indicador sería la aparición de fuentes geotermales, así como el cambio de la química del agua de los pozos, que, por el momento, tampoco se ha reportado.

En zona de volcanes

A manera de marco referencial, Méndez indicó que la zona donde ocurren los enjambres es conocida como el “Campo volcánico ‘Michoacán-Guanajuato’”; se trata de una región geológicamente compleja, donde convergen varias fallas e históricamente se tienen registros de erupciones recurrentes de volcanes monogenéticos (que sólo tienen una erupción), y complejos.

Citando algunos ejemplos de volcanes monogenéticos en la región occidente de México, recordó el surgimiento del Paricutín durante el ciclo pasado, además de la aparición de El Jorullo, en Jalisco, que fue el primer registro de una erupción en 1759. También, mencionó que en esta zona del país se estima que hay más de 2 mil de este tipo de volcanes.

Hizo hincapié en que aún se discute el tiempo de recurrencia de la aparición de estos volcanes, y que si algo han demostrado las investigaciones realizadas en décadas en el campo monogenético de Michoacán-Guanajuato, “es que tarde o temprano un nuevo volcán aparecerá en esta zona del país”, por lo que hay que estar atentos a la información proporcionada por las instancias oficiales, así como a mantener la calma y no dejarse influenciar por charlatanes, aunque dejó en claro que el primero de los enjambres símicos sí fue causado por el ascenso de magma al interior de la superficie.

Por otra parte, y trazando paralelismos en torno al nacimiento de un volcán en tiempos modernos, de acuerdo con información de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el primer indicio sobre el origen del Paricutín, en Michoacán, se dio en 1941, cuando ocurrió un fuerte sismo en la región de San Juan Parangaricutiro. Un año después, un campesino llamado Dionisio Pulido encontró una depresión (oquedad) entre sus maizales.

Hugo Delgado Granados, director del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM, relató que, en 1943, los pobladores de San Juan Parangaricutiro apreciaron la formación de una grieta, por lo que se hundió el terreno y se creó una oquedad donde empezó a salir humo, para luego dar paso a un montículo de metro y medio de altura.

El Paricutín tuvo un crecimiento exponencial durante sus primeros años de vida: en el primer día de actividad creció 30 metros y al segundo día llegó a los 60 metros de altura; para el primer año de vida, la formación volcánica llegó a los 336 metros y, en la actualidad, cuenta con 424 metros.

Otros colosos, como el Popocatépetl, el Volcán de Fuego de Colima, forman parte del llamado Eje Volcánico Transversal (o Eje Neovolcánico), donde se concentra la mayor actividad volcánica y sísmica de México. Esta zona, a su vez, forma parte del Cinturón de Fuego del Pacífico, donde se suscitan la mayoría de los movimientos.

Hasta ahora, ya son más de 5 mil sismos a lo largo de casi tres años en el occidente de México; los especialistas continúan analizando si son de origen tectónico o magmático. No son pocas las opiniones acerca del origen de los enjambres sísmicos, si son por movimiento de magma bajo la corteza terrestre o por el nacimiento de un nuevo volcán, aunque tampoco han descartado ninguna de las teorías existentes.

El monitoreo en la zona de la meseta purépecha, donde se eleva el hasta ahora joven volcán Paricutín, se intensificó durante 2021 y son cada vez más los especialistas que toman parte en él. Tan sólo se puede mencionar que, del 5 de enero al 12 de febrero de 2020, el Servicio Sismológico Nacional (SSN) reportó una secuencia sísmica con 3 mil 40 sismos localizados en las cercanías del municipio de Uruapan, que este año se volvieron a repetir previo al terremoto del 19 de septiembre, lo que hace temer que más de medio siglo después, el Paricutín podría tener un hermanito.

Aunque los altibajos de la pandemia por COVID-19 durante 3 años opacaron las noticias de este fenómeno geológico, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) no han dejado de monitorear y aún prosiguen con la fase de análisis de los microsismos, lo que podría resultar en la determinación del origen de los mismos.

No se puede pasar por alto que la actividad sísmica en Michoacán es muy intensa, pues aún están frescos en la memoria popular los recuerdos de grandes terremotos en la costa como consecuencia de la subducción de la placa de Cocos por debajo de la placa de Norteamérica, fricción que ha derivado en terremotos catastróficos.

Por otro lado, y tan sólo por mencionar, durante febrero y marzo de 1997 se produjo un enjambre sísmico en las cercanías del volcán Tancítaro, en la parte sur del complejo triángulo tectónico de Michoacán y un estudio de estos eventos brindó la oportunidad de mapear las fallas activas en el área.

Todos los focos rojos están encendidos y a pesar de ello, Michoacán no cuenta con una Red Sísmica como se requiere. El enjambre sísmico y la historia de los movimientos telúricos en el estado lo han demostrado. Al menos hasta ahora no se ha visto interés para destinar recursos económicos ni ha habido empeño de autoridades gubernamentales y académicas para desarrollar dicha red.

Lo mínimo para considerar que se tienen las medidas preventivas adecuadas para estas contingencias son 20 sismógrafos, acelerómetros y GPS para medir los desplazamientos telúricos, y para lo cual se requiere una inversión inicial de más de 50 millones de pesos.

No fue sino hasta que se desató el actual enjambre sísmico, que los especialistas se percataron de que no existe la capacidad para ubicar con mayor precisión las zonas de generación de sismos y detectar el peligro que ocasionan los eventos tectónicos y volcánicos en el estado, que incluso podrían dar origen a un nuevo volcán, precisamente en las cercanías del Paricutín.

Los vulcanólogos con ojo avizor

Desde el inicio de junio de este año, geólogos de la UNAM advirtieron sobre otro enjambre sísmico; tan solo del 1 de mayo al 8 de junio se detectaron 242 microsismos en la región de Uruapan y en el corredor volcánico Michoacán-Guanajuato, seis de ellos con magnitudes mayores a 4 grados en la escala de Richter, según advirtió la máxima casa de estudios de la nación, la primera en mencionar que esto podría ser el nacimiento de un nuevo volcán, al que aún no bautizan, pero que los geofísicos advierten que sus deformaciones en el paisaje ya son visibles cerca de Uruapan.

Denis Xavier Francois, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM resaltó la importancia de vigilar este fenómeno, pues el cuidado científico es necesario para evitar, además del material encendido y gases tóxicos, formaciones geológicas causadas por los temblores.

Recordó que estos fenómenos se presentaron en la misma zona en 1997, 1999 y 2006, así como en otras entidades como Durango, Chiapas y la Ciudad de México, donde los movimientos surgieron durante varios días y posteriormente cesaron.

Por su parte, Carlos Valdés González, investigador del Instituto de Geofísica (IGf) y actual director del Centro de Estudios Mexicanos (CEM) UNAM-Costa Rica, consideró fundamental vigilar y monitorear los enjambres sísmicos, toda vez que son uno de los precursores del nacimiento de un nuevo volcán y pueden representar riesgos para la población local si se presentan acompañados de otros factores.

Reiteró que, para que ocurra una erupción volcánica o el surgimiento de un coloso, se requiere actividad sísmica, deformación del terreno, emisión de gases, manifestaciones hidrotérmicas y alteraciones visibles, todo lo cual es observable ahora.

“La principal pregunta que nos surge es la posible actividad volcánica, porque México es un país volcánicamente activo, especialmente en esa región, donde hay más de mil 200 volcanes pequeños en el llamado campo de volcanes de Michoacán-Guanajuato”, señaló el experto, quien recordó que en esa zona surgió en 1943 precisamente el Paricutín, al cual antecedió una serie de sismos.

Los académicos consideraron que, aunque no hay información concluyente al respecto, es recomendable seguir una estricta vigilancia científica en la zona, estar pendientes de los mapas de riesgo y las recomendaciones de las autoridades de Protección Civil.

Seguridad, ante todo

A pesar de la emoción que ha generado la posible aparición de un volcán nuevo, los geofísicos enfatizan la necesidad de crear un plan de seguridad para la población local, porque si finalmente el volcancito nace, podría traer consigo riesgos potenciales para los lugareños. Entre las más destacables están las emisiones de gases tóxicos y manifestaciones hidrotérmicas.

Si bien el emblemático Paricutín ha sido hasta ahora el centro de atención para muchos geólogos, parece ser que ya no será el más famoso y es posible que en un futuro cercano, el nuevo volcán sin nombre pueda causar erupciones violentas, mientras tanto, las deformaciones en el paisaje ya son visibles cerca de Uruapan.

De acuerdo con el Instituto de Geofísica de la UNAM, existen más de mil 200 volcanes pequeños en este corredor que no sólo están activos, sino que son peligros potenciales para los habitantes. Más allá de la expulsión de material encendido y gases tóxicos, los temblores que pueden provocar este tipo de formaciones geológicas pueden ser poderosos.

Por su parte, la doctora Patricia Alarcón Chaires, especialista en gestión de riesgos de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) advirtió sobre la actividad volcánica elevada de la región y la necesidad de establecer criterios de atención a la población vulnerable de la región.

Hasta el momento, se han presentado hasta 5 mil eventos sísmicos de intensidad menor a 4. No obstante, el trabajo de investigación de la especialista permitió establecer una tendencia de magma ascendente a la superficie. Tan solo hace una semana, la población de Tancítaro, Peribán y zonas aledañas despertaron con un fuerte estruendo que sacudió viviendas, muebles e infraestructura en general poco antes del amanecer.

Testigos del hecho dijeron que “No fue un sismo como los antes registrados”, porque se sintió como un empujón o una explosión subterránea de un solo pulso que bastó para generar el pánico en la población de la región. Aunque no hubo afectaciones a la infraestructura civil de la región ni heridos, la doctora Alarcón  Chaires  alertó  por  la ubicación geológica de los movimientos sísmicos.

Precisó que la actividad referida se generó apenas a 2 kilómetros de profundidad bajo el suelo de Peribán, lo cual en términos geológicos es riesgoso debido a la cercanía con la superficie. Cabe mencionar la Coordinación Estatal de Protección Civil y otras instancias de gestión de riesgo no se han pronunciado ante la opinión pública respecto a los hechos y han sido nulas las recomendaciones al respecto, pese a que la alta actividad sísmica volcánica en la región, y el análisis realizado en el trabajo presentado por la UMSNH al gobierno de Michoacán, demuestra la alta posibilidad del nacimiento de un nuevo volcán, o bien una nueva erupción del volcán Tancítaro.

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