Por: Francisco Rodríguez
Aceptémoslo. Andrés Manuel López Obrador es mucho más sofisticado y, al parecer, más efectivo y exitoso que Nicolás Maduro para llevar a cabo una elección de Estado y burlar la voluntad popular.
Aunque haya sido poco, de algo le sirvió a AMLO su fosilizado paso por la UNAM, mientras que su homólogo venezolano a duras penas culminó la educación secundaria.
Ambos, López Obrador y Maduro cooptaron a los organismos electorales.
Los dos hostilizaron a sus opositores…
… si bien el mexicano no fue tan lejos como el venezolano…
… quien hizo cuanta maniobra estuvo a su alcance para imposibilitar una vez más la participación de María Corina Machado…
… aquí Xóchitl Gálvez sufrió mentiras, burlas, puyas y desdén.
Los dos “embarazaron” las urnas electorales.
Y si aquí no “se calló el sistema” como sucedió durante varias horas en el país sudamericano…
… aquí la señora Guadalupe Taddei tuvo suficiente tiempo para “arreglar” los resultados de un conteo rápido que fue alimentado por ella con datos falsos.
Y a partir de ahí se facilitó dar el “triunfo” a Claudia Sheinbaum, como también dar paso a una sobrerrepresentación artificial de Morena en las Cámaras de Congreso.
Maduro, obvio, se reeligió. La autoridad electoral lo declaró triunfador sin que se hubiesen computado todas las actas y sin que se hubieran tramitado las impugnaciones. López Obrador también, a través de Sheinbaum.
Igual, Luisa María Alcalde, próxima dirigente formal de Morena –AMLO seguirá siendo el real– y todavía secretaria de Gobernación, cuando apenas habían transcurrido una cuantas horas del cierre de las casillas se adelantó a otorgar una falsa sobrerrepresentación a los cuatroteros.
Y mientras en Venezuela la población defraudada salió a protestar a las calles y a derrumbar monumentos erigidos en memoria de Hugo Chávez, en México el conformismo ganó la partida.
¡Otro fraude electoral más!
¿Qué le vamos a hacer?
¡Ya estamos acostumbrados!
Así, el sofisticado AMLO lleva a cabo su elección de Estado sin mayor problema.
En tanto, el silvestre Maduro se enfrenta a su pueblo y a la opinión política internacional.
Aceptémoslo, pues.
En materia de fraude electoral, López Obrador es más chingón que Nicolás Maduro.
AMLO, epistemófobo
Esa sofisticación del tabasqueño, en comparación con el caraqueño, se suma a su epistemofobia.
Busque usted el significado de la palabra epistemófobo y encontrará que en casi todos los diccionarios aparece enseguida el nombre de Andrés Manuel López Obrador.
Y tal es lógico. Porque la epistemofobia es el padecimiento de quienes temen adquirir conocimientos que contradigan sus propias ideas y que, además, mantienen una actitud evasiva ante los procesos de aprendizaje.
En dos palabras, un epistemófobo es, al mismo tiempo, un terco y un ignorante que no quiere aprender nada nuevo.
AMLO, en efecto, tiene ideas preconcebidas. Y nada ni nadie lo mueve de ellas. Aunque le digan que está equivocado, él se sostiene con una testarudez que sería digna de mejores causas.
Por ejemplo, él aún cree que la Rusia actual es la URSS del Soviet Supremo, cuando la realidad nos enseña que lamentablemente es una especie de mafiocracia donde los grandes delincuentes están a cargo no sólo de la política sino hasta de los medios de producción de esa gran nación.
A López Obrador nadie lo podría convencer –y creo que ante su terquedad nadie lo intentaría– de que la llamada revolución cubana resultó fallida. Y que se transformó en una feroz y represora dictadura que usa como argucia el embargo comercial estadounidense para mantener en la miseria, la enfermedad y el hambre a los isleños.
Es difícil decirlo y mucho más aceptarlo, pero México tiene a un Presidente de la República sumamente ignorante.
Y terco, además.
Todo un epistemófobo, pues.
Cuba dicta la línea
Y ha sido con esa ignorancia y con esa necedad que ha defendido su estúpida decisión de contratar a “médicos” cubanos, llegando incluso al insulto y a la calumnia en contra de la UNAM, donde supuestamente –y subrayo supuestamente— cursó una licenciatura… que no´más no se le nota ni en el modito de hablar.
Amén de la terquedad y de la ignorancia es bien sabido que a López Obrador lo mueven una muy buena cantidad de rencores sociales. Contra aquellos a quienes llama fifís, conservadores, aspiracionistas, et al. Otro de ellos es en contra la Universidad Nacional a la que ha tomado como su punching bag ya en varias ocasiones.
Defender su “ideota” de contratar a los cubanos que supuestamente son médicos, lo ha llevado a decir barbaridades no sólo en contra de los galenos, incluso contra la que presume que es su Alma Mater… que no’más no se le nota no en el modito de hablar.
Y todo ello para sostener el fracaso del Socialismo del Siglo XXI que tiene a los dizque izquierdistas cubanos –todos enriquecidos brutalmente– como autores intelectuales de ese empobrecedor movimiento que ha dado sonoras muestras de inoperancia en países como Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Argentina entre otras naciones.
Y como México, ya también.
Indicios
En su matiné de este último lunes, López Obrador presentó una gráfica tomada del canal oficialista venezolano Telesur, en la que se señalaba que Maduro obtuvo el 51.2% de los votos mientras que el candidato de la opositora Plataforma Unitaria Democrática (PUD), Edmundo González Urrutia, el 44.2%, y los candidatos Daniel Ceballos, Antonio Ecarri y José Brito tuvieron 4.6% cada uno, es decir, 13.8% entre los tres. Si usted suma esos porcentajes el resultado será ¡109.2 %! Ni AMLO ni su vocero cotejaron las cifras fake. Los maduristas, por su parte, ni siquiera saben sumar para sus chanchullos. * * * Y por hoy es todo. Mi reconocimiento de siempre a usted que leyó hasta aquí. Como siempre, además, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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