Por: Francisco Rodríguez
En “Humano”, demasiado humano el filósofo alemán, Friedrich Nietzsche, se pregunta ¿por qué mantenerse fiel a los ideales, sin cuestionarse o cuestionarlos?… y ¿por qué el sostener para siempre lo dicho o lo hecho es percibido como fortaleza?
Educada en el método científico, Claudia Sheinbaum ¿se habrá cuestionado su fidelidad al obradorato o a eso que llaman Cuarta Transformación? ¿Habrá comprobado sus supuestas efectividad y bondades?
Y si no es así, ¿cómo inventará ella las líneas de fuga que posibiliten la traición que acaba de negar apenas?
Y ¿cómo transitar la fuga misma –con su caos, sus contradicciones y riesgos– para conquistar posibilidades e inventar y reinventar otras formas de escape?
En “Elogio de la Traición” que lleva como subtítulo Sobre el arte de gobernar por medio de la negación, Denis Jeambar e Yves Roucaute, dos influyentes analistas y pensadores franceses, apuntan que eso que los moralistas llaman traición está inscrita en el sistema mismo de la democracia… porque la exigencia de adhesión fiel a las personas o a las ideologías conduce a los autoritarismos. Traicionar es democrático.
Hoy ese no pareciera ser el caso de la “sucesión de terciopelo” que protagonizan Sheinbaum y su mentor Andrés Manuel López Obrador. Aunque tanta fidelidad proclamada y reiterada pareciera ocultar el inicio de la fuga.
Sheinbaum entiende que, como escribió Nicolás Maquiavelo, “el que quiere ser tirano y no mata a Bruto y el que quiere establecer un Estado libre y no mata a los hijos de Bruto, sólo por breve tiempo conservará su obra”.
Y Sheinbaum quiere trascender no sólo por meras cuestiones de género –la primera presidente mujer, bla, bla, bla–, sino precisamente por su actuación propia, por lo que AMLO y hasta sus hijos le estorban.
La traición en política está sobrevalorada. En un cambio de gobierno o, más aún, en un cambio de régimen, traicionar debe ser un imperativo.
A final de cuentas, Sheinbaum ya ha traicionado a López Obrador. Lo ha dejado errar a sabiendas, sin atreverse a siquiera insinuarle sus múltiples equivocaciones.
Y AMLO es un traidor. Lo he escrito aquí varias veces, traicionó sus propuestas y compromisos, traicionó a México, se traicionó a sí mismo.
También lo decía Emiliano Zapata: “Por complacer a tiranos, por un puñado de monedas, o por cohecho o soborno están traicionando y derramando la sangre de sus hermanos”.
Traicionar al traidor, puede asumirse como aquella regla aritmética del menos por menos da más, ¿no cree usted?
Un Presidente muy cuestionado
La próxima vez que usted escuche la cantaleta “no robar, no mentir y no traicionar”, por favor no vaya a soltar la carcajada.
Porque quien usó la pegajosa frasecita para hace campaña presidencial y la ha seguido empleando como muletilla en sus tragicómicas matinés palaciegas ya traicionó, ya mintió y estamos a pocos días de enterarnos a detalle si es que ya robó y cómo es que ha robado.
Andrés Manuel López Obrador, en efecto, traiciona cotidianamente su palabra.
En varias ocasiones usted y yo hemos coincidido en que todo aquello a lo que se comprometió mientras buscaba ganarse la simpatía, el apoyo y los votos de la mayoría de los mexicanos no ha sido cumplido y sí muchas veces traicionado.
Hoy todavía tenemos a un Presidente de la República muy cuestionado por la enorme cantidad de promesas y dichos en campaña electoral que han sido traicionadas.
¿Por qué lo ha hecho?
En “Elogio de la Traición” los autores exponen y explican múltiples casos, desde la traición de Judas a Jesús de Nazaret y la triple negación de Pedro, sin las cuales la aventura cristiana hubiera concluido en el impasse de una secta y no hubiera cambiado la historia de la humanidad.
Recurren, además, en incontables ocasiones a “El Príncipe”, de Nicolás Maquiavelo, para quien “no habría ninguna diferencia relevante entre el príncipe civil y el príncipe criminal”, esto es, de aquél que se ha hecho del poder echando mano de la traición.
Y en donde el clásico florentino también escribió que “todos comprenden que es muy loable que un príncipe cumpla su palabra y viva con integridad, sin trampas ni engaños. No obstante, la experiencia de nuestra época demuestra que los príncipes que han hecho grandes cosas no se han esforzado en cumplir su palabra…”.
La traición como forma de gobierno
Y mientras, aquí, en México, el conjunto de las instituciones va a la baja, la palabra “traición” va al alza y se deja escuchar por doquier en las calles para designar a López Obrador.
Así que cada que saque su pañuelito blanco para decir que ya se acabó la corrupción, le suplico que tampoco vaya a soltar la carcajada.
Traición y mentira van de la mano.
Y López Obrador ha mentido descaradamente en casi todas sus matinés palaciegas.
Hasta la penúltima semana de agosto de 2022, de acuerdo con la agencia SPIN, el “caudillo” había mentido 83 mil ocasiones en las conferencias de prensa político –etílico– musicales de cada mañana.
¡83 mil mentiras! Más las que se acumulen hoy, mañana, toda la semana.
La más grave: sobre su estado de salud.
Y es que fue gracias al hackeo que ha sufrido la Secretaría de la Defensa Nacional que la opinión pública se ha enterado de que el ocupante –con todo y tropas- de Palacio Nacional atraviesa una situación delicada prácticamente desde hace ya más de dos años.
Y ello lleva a pensar ¿cómo ha influido su salud deteriorada en la toma de sus más recientes decisiones?
No es sólo el de su salud. Es infinito el repertorio de ejemplos que se podrían sacar a colación.
AMLO es un mentiroso contumaz.
Su fallida Administración está repleta de mentiras, falsedades, mitos urdidos completamente adrede.
Así que, si por ahí vuelve a escuchar “no robar, no mentir, no traicionar”, le suplico otra vez que no vaya a soltar la carcajada.
Indicios
“Vengo a decirles que no vamos a traicionar, vamos a seguir con el legado del mejor presidente de México. No va a haber marcha atrás, no va a haber traiciones, vamos a seguir caminando con el pueblo de Veracruz y con el pueblo de México”: Claudia Sheinbaum, frente a López Obrador este último fin de semana. * * * Por hoy es todo. Reciba mi reconocimiento por haber leído este texto y, como siempre, mis deseos de que tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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