Por: Rosalinda Cabrera Cruz
La presencia de amenazas biofísicas y meteorológicas no necesariamente implica que sucederá un desastre; pero la desigualdad social, la precariedad, la exclusión, el racismo institucional en contextos de crisis económica, política o ambiental y la corrupción, sí son determinantes para que un evento natural desemboque en un desastre; a esto último se le denomina vulnerabilidad y Morelia lo está viviendo en estos momentos.
La capital del estado, desde su fundación en 1528, se ubica en el Cinturón Volcánico Transversal, una zona con presencia de volcanes y sismos. En el centro de la ciudad es posible observar edificios de la época colonial que cuentan paredes de construcción antisísmica como la catedral. Este peligro era el único que tenía la ciudad, pues el centro colonial se construyó sobre pendientes suaves, con menos de 25 por ciento de ellas y lejos de los cauces de los principales ríos que la cruzan: el río Chiquito y el río Grande.
Durante las últimas cuatro décadas, diferentes zonas urbanas en el centro de México han sido afectadas por hundimientos diferenciales del suelo; generalmente estos procesos se han ligado a la sobreexplotación de acuíferos. En Morelia, según estudios del geólogo Víctor Hugo Garduño Monroy (qepd), este tipo de fenómeno inició en 1983, primero como grietas con desplazamientos casi imperceptibles, hasta alcanzar una geometría de fallas de tipo normal con movimientos diferenciales acumulados hasta de 100 cm.
Para 1988 se habían identificado en la ciudad de Morelia las fallas de La Colina, Central Camionera, Chapultepec y la Paloma. Diez años después, el número de fallas aumentó a cinco, con el desplazamiento en la Falla de Torremolinos. Hasta 2001 se identificaron dos fallas más: la de Cuautla y Ventura Puente, indicativo de que estas aumentan con el nivel de urbanización y la explotación de los mantos acuíferos, extendiéndose incluso hacia el poniente de la ciudad, en zonas ricas de manantiales que hoy por hoy son sobreexplotados y cuya consecuencia son nuevas fallas, como es el caso de la recientemente detectada en Hacienda de Tiníjaro.
La ciudad sigue urbanizándose rápidamente, algunas estimaciones señalan que hasta en un 600 por ciento entre 1960 y 1990. Es a partir de la década de 1970, cuando la ciudad creció sobre zonas de riesgo donde pueden presentarse inundaciones y hacia lugares donde existen fallas sísmicas activas.
Indudable impacto social
Actualmente, son numerosos los fraccionamientos construidos en zonas inundables o que atraviesan una de las fallas de la ciudad, y los constructores parecen no haberse dado cuenta de eso. En sociedades con marcos institucionales débiles, todos los ciudadanos se encuentran en un enorme riesgo; sin embargo, las vulnerabilidades son diferentes, ya que una familia de escasos recursos podría tardar años en recuperar sus bienes, a diferencia de las familias con más recursos y estabilidad económica.
Ante estas condiciones generadas por omisión o ignorancia por parte de las autoridades, en Morelia como en muchas otras ciudades del país, los sistemas de protección civil se encuentran en condiciones deplorables por la falta de equipos, entrenamiento técnico y personal capacitado, sin considerar que esta situación pone en riesgo la vida de las personas, además de sus patrimonios.
De igual manera, en un contexto social precarizado, se acentúan las posibilidades de que pequeños eventos de inundación, granizadas y vientos fuertes, rápidamente se conviertan en desastres por las condiciones en que viven los habitantes y en estos casos, no es el azar necesariamente el que juega una mala pasada, sino la corrupción imperante.
Desastre que se pudo prevenir
Tras las inundaciones que han afectado diferentes puntos de la ciudad desde agosto pasado, algunas derivadas de las fuertes precipitaciones y otras por un mal planeado y descontrolado desfogue de la presa de Cointzio, las autoridades municipales y estatales se aprestaron a hacer un recuento de los daños; así, durante esta semana dieron a conocer que resultaron severamente afectadas nueve colonias (aunque con daños colaterales decenas más).
Francisco Xavier Lara Medina, coordinador de Protección Civil y Bomberos municipal, indicó que el desfogue de la presa iniciado hace una semana ocasionó inundaciones y encharcamientos en diferentes grados, en asentamientos aledaños al río Grande y drenes como Arroyo de Tierras y Barajas; el mayor impacto se observó en nueve asentamientos: Agustín Arriaga Rivera, Ejidal Tres Puentes, Jaujilla, Tres Puentes, Jacarandas, Carlos Salazar, El Vergel, El Edén y Pedro María Anaya.
En estos lugares, oficialmente se tuvieron alrededor de 17 calles inundadas y entre 340 y 350 inmuebles perjudicados. El funcionario puntualizó que, pese a las inundaciones y encharcamientos, fueron pocas las personas afectadas, pertenecientes a seis familias, en su mayor parte habitantes de casas con una sola planta.
Durante los últimos días, se han llevado a cabo labores de limpieza en las colonias que sufrieron inundaciones, con la colocación de cal para desinfectar y la extracción de agua en las viviendas con el auxilio de bombas, lo que, aunque necesario, es una manera de hacer oídos sordos a la problemática real: una mala planeación de la edificación en zonas de fallas e inundaciones.
Además de las zonas mencionadas, las colonias Prados Verdes junto a Carlos Salazar, Primo Tapia Poniente, Jaujilla, Agustín Arriaga Rivera, Libertad, Jacarandas, Tres Puentes, Ejidal Tres Puentes y Hacienda Tiníjaro, son las que más se han visto afectadas este año, en donde el agua de acuerdo con históricos de la coordinación de Protección Civil y Bomberos de Morelia ha superado el metro y medio de altura.
Cabe destacar que luego de haberse realizado el Plan Municipal de Desarrollo Urbano de Morelia (PMDU) 2022- 2041, se detectó un total de 24 colonias con riesgo de afectación, pero 10 de ellas son las que presentan esta situación en donde los ciudadanos han buscado medidas extremas desde crear una pequeña barda a la entrada de sus viviendas para evitar la inundación hasta vender la propiedad e irse a otros puntos de la ciudad.
Dichas colonias se encuentran en los márgenes del río Grande y ahora son las más lastimadas, ya que tienen un nivel bajo y al momento de que los niveles del referido cuerpo de agua subieron más del 70 por ciento (como fue el caso por el desfogue de la presa de Cointzio), es que comenzaron a presentar el retorno del agua y, por ende, sufrieron de inundaciones.
Se debe recordar que, en tiempos recientes, la ciudad ha enfrentado dos grandes inundaciones, siendo en octubre de 2018 cuando al menos 42 colonias de Morelia se vieron afectadas, además de que se presentó el descarrilamiento del tren, dejando a más de 2 mil personas afectadas; mientras que la segunda fue en 2022, cuando en tan sólo 10 minutos de lluvia, se dejaron afectaciones a 15 zonas de la ciudad y un poco más de 20 autos dañados, con más de 8 mil personas resultaron afectadas.
Es innegable que las autoridades municipales han apostado a la prevención para evitar una situación de riesgo, tales como la limpieza de los drenes y ríos de Morelia, así como el retiro de basura de coladeras y alcantarillas, sin embargo, estas acciones no han dado solución a los morelianos, quienes esperan con miedo la llegada de la temporada de lluvias.
Modificaciones innecesarias
La ausencia de un Plan de Crecimiento Urbano para la ciudad a finales del siglo pasado fue la condición principal por lo que se rectificaron los cauces naturales de los ríos, utilizando los antiguos cauces para nuevos desarrollos urbanos. Además, los ríos Grande y Chiquito son utilizados para las descargas de aguas residuales de la población y de las industrias, cuando anteriormente eran cauces de agua pluvial y que se incluyen en áreas inundables.
Durante la última década, los efectos de los eventos climáticos extremos han sido más frecuentes, debido a los cambios tan drásticos que se presentan en la región de Morelia. La precipitación promedio en la cuenca es 750 mm/año. En 2002 se registró una precipitación de 900 mm/año, provocando pérdidas económicas cuantiosas debido a las inundaciones provocadas por los afluentes de los ríos.
El 5 de septiembre de 2003 se registraron 75 mm de lluvia en dos horas, cantidad mayor al promedio histórico registrado hasta esa fecha. El mismo año se presentó otro evento extremo que causó severas inundaciones en la ciudad durante los días 15, 16 y 17 de septiembre.
Las inundaciones han sido más persistentes a partir de la década de los 70 del siglo pasado, haciéndose cada vez más frecuentes en los últimos años, sobre todo repitiéndose en los meses de septiembre y octubre; así, los procesos de expansión y crecimiento desordenados que ha sufrido la ciudad provocaron que durante el periodo 1955-2010 ésta se viera afectada por más de 165 inundaciones de diferentes magnitudes; sólo en 2005 tuvieron lugar 10 de estos eventos.
Como ya se mencionó, los cauces de los ríos Grande y Chiquito fueron modificados en el pasado, y esa circunstancia se tradujo en un aumento de la frecuencia de desbordamientos en zonas que correspondían a antiguos cauces y que ahora están ocupadas con viviendas e infraestructuras, siendo un ejemplo el boulevard García de León.
La capacidad de evacuación de caudales del Río Grande es 70 m3/s. Por lo tanto, valores de caudal iguales o inferiores al indicado no constituyen problema alguno para las poblaciones ribereñas ni para los puentes que atraviesan el cauce; pero valores superiores a 95 m3/s crean problemas de desbordamientos principalmente en las poblaciones de Tres Puentes, Prados Verdes, y varias más.
El desfogue ¿una mala decisión?
El desfogue de Conagua en la Presa de Cointzio provocó daños en la planta potabilizadora de La Mitzita, lo que mantuvo suspendido el suministro de agua en 40 por ciento de la ciudad, durante 3 días, en tanto se reparaba la maquinaria y las condiciones climatológicas lo permitieran.
En conferencia de prensa para dar a conocer esta situación, el presidente municipal de Morelia, Alfonso Martínez Alcázar, señaló esta semana que todos los recursos, maquinaria y esfuerzos de las diferentes áreas del ayuntamiento se concentraron en reactivar la planta potabilizadora para que el servicio se restableciera lo más pronto posible para cerca de 300 mil habitantes de 150 colonias que se vieron afectadas, lo cual ocurrió hasta el 3 de octubre.
A poco más de 12 horas que inició el desfogue supuestamente “controlado” de la presa por personal de la Comisión Nacional del Agua, habitantes de la tenencia Morelos reportaron graves inundaciones en la parte baja (zonas agrícolas) y colonias aledañas. El presidente del Módulo Riego Uno, Efraín Olalde García, informó que fueron siniestradas 250 hectáreas de cultivos de maíz, frijol y sorgo, entre otros y que las colonias aledañas al río Grande, como El Edén, La Frailesca y El Ejido, entre otras, reportaron inundaciones en casas habitación.
El balneario El Edén fue completamente inundado por las aguas que se desbordaron; este es un parque acuático de más de 40 años para disfrute de las familias de la zona, lo que ocasionó preocupación entre los pobladores toda vez que el desfogue aumentó considerablemente, ya que el vertedor de demasías se activó de 20 a 35 metros cúbicos por segundo, sin tener un control hidrométrico de los volúmenes desfogados, según se pudo observar por ingenieros especialistas en la materia entre las 16:00 a las 19:00 horas del mismo día del desfogue.
Los especialistas, egresados de la facultad de Ingeniería de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, recomendaron a la Conagua mantener un monitoreo efectivo de las estaciones pluviométricas e hidrométricas en la subcuenca para evitar incidentes como el que sufrió la tenencia Morelos y otras colonias de Morelia.
Destacaron que la autoridad local cumplió con la limpieza del río Grande de Morelia, desde el cruce de la carretera Cointzio hasta ciudad Industrial, con el desazolve y el retiro de árboles y maleza que obstruyen la velocidad y capacidad hídrica del embalse, para que pueda desalojarse sin problemas el excedente del vaso de la presa cuando está rebasado el nivel de aguas máximas extraordinarias.
Recordaron, asimismo, que la presa de Cointzio fue construida entre 1936 y 1948 para cuatro conceptos: control de avenidas, generación de energía eléctrica –en desuso-, dotación de agua potable para Morelia y para Riego del Distrito 020 Morelia-Queréndaro.
En base a todo ello, pusieron sobre la mesa la interrogante a la propia Conagua por la ineficacia en el control de avenidas en perjuicio de todo Morelia. ¿Fue por ineptitud, falta de conocimiento o burocracia?
La única aseveración por parte del director de Conagua en Michoacán, Jesús Camacho, fue que se incrementó el desfogue (como lo reportaron especialistas de la UMSNH) debido al alto nivel de la presa derivado del huracán John.
Sobresale que Martínez Alcázar solicitó al gobierno del estado que Morelia ingrese en el grupo de municipios michoacanos que recibirán recursos por la emergencia, derivada de las inundaciones, en tanto que los daños causados en la planta se estiman en al menos 20 millones de pesos preliminarmente.
En conclusión
Las condiciones peligrosas de orden natural como las lluvias, vientos fuertes, inundaciones y la presencia de virus no son condiciones generadoras de desastres por sí mismas. Los desastres se construyen en las sociedades por las decisiones tomadas por sus habitantes y la regulación deficiente, la corrupción, así como por condiciones de orden social como la pobreza, la precariedad, el racismo y la exclusión social.
Una conducta recurrente de las instituciones gubernamentales y algunas desarrolladoras urbanas que intentan evadir responsabilidades es recurrir a las fuerzas incontrolables de la naturaleza. Otras más son culpar a la víctima de su situación de desastre y la transferencia de responsabilidades, apelando a la ignorancia, la flojera o el abuso por vivir en zonas peligrosas. Un ejemplo frecuente es el discurso con respecto a que la basura en las calles genera inundaciones porque tapa las coladeras. Sin embargo, dada la magnitud del problema, no se puede simplificar a tal grado un evento desastroso como el que acaba de vivir Morelia.