Por: Ramón Zurita Sahagún
Durante muchos años se comentaba lo prolífico que resultaba un político y empresario que combinaba esas tareas con la de un destacado escritor.
Escribía novelas, relatos y jugaba con episodios históricos en su abundante carrera, aunque se mencionaba en broma o con certeza que había escrito más libros de los que había leído.
Sus libros se difundían con inusitada rapidez y se hablaba de un “escritor fantasma” como autor de los textos.
Los escritores surgidos de la política son muchos, pues la mayoría de ellos son tentados por el gusanito y recurren a ello, aunque sus libros carezcan de interés para el público lector.
Siendo México un país en que el promedio de lectura es de un libro y medio al año por habitante, la realidad nos muestra el amplio abanico de opciones que nos presentan las editoriales.
Es difícil que un libro rebase en sus tiros los cinco mil ejemplares, los más de ellos de obsequio para sus amigos, seguidores o familiares.
Por eso en México no se puede vivir de la escritura. Si acaso el expresidente López Obrador hablaba de las regalías que le dan las editoriales por el volumen de ejemplares que venden de su obra.
Durante muchos años existieron periodistas que explotaban el género de entrevistas o biografías de los personajes políticos del momento.
Esos textos los compraba el político en cuestión, enviándoles de regalo a otros políticos contemporáneos o a los periodistas del momento.
Así ha transcurrido el tiempo entre los políticos que anhelan revelar sus dificultades para ascender en la escala y revelan gustosos sus logros, aunque estos no sean creíbles en forma alguna.
Tal vez los dos políticos que experimentan ahora con narrarnos sus vicisitudes a lo largo de una amplia carrera que pasados los ochenta años deciden incursionar en ese rubro.
Ambos pertenecieron al cercano grupo que junto con el presidente Miguel de la Madrid gobernó el país en la administración de 1982-88 y aspiraron a sucederlo, sin éxito.
Los dos pasaron por momentos difíciles y en sus páginas narran esos momentos.
Francisco Labastida Ochoa, el primer priista en perder la Presidencia de la República ya tiene su texto editado y publicado. Ramón Aguirre Velázquez presentará el suyo en los próximos días.
A Labastida Ochoa le ha sido complicado aceptar que sus errores fueron la principal causa de su derrota en sus urnas.
No concibe cómo fue que con todo el aparato del Estado y con un exceso de gasto no pudo ganar el voto de los ciudadanos, aunque siempre ha negado haber tenido conocimiento de los gastos excesivos de su campaña y alude al entonces presidente Ernesto Zedillo como el responsable de su debacle.
Ramón Aguirre Velázquez fue obligado para no asumir el gobierno de Guanajuato, luego de haber ganado los comicios en 1991, en una competida elección donde tuvo de adversarios a Vicente Fox Quesada y Porfirio Muñoz Ledo, por lo que decidió retirarse de la vida pública.
La coincidencia en las carreras de Labastida Ochoa y Aguirre Velázquez es que ambos decidieron publicar sus libros al mismo tiempo, formaron parte del gabinete de Miguel de la Madrid y fueron retirados de la actividad pública por el mismo personaje, Vicente Fox Quesada.
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Es cada vez más insistente la versión que revela el relevo de Zoé Robledo como director del IMSS, incluso, se habla de un destacado veracruzano que habrá de suplirlo en la primera quincena de diciembre. Algunas acciones como son la decisión de publicar licitaciones de servicios integrales sin el visto bueno del nuevo gobierno, llevó a quien toma las decisiones a definir su relevo. Lo que no han podido hacer las campañas en contra del chiapaneco promovidas por algunos proveedores descontentos con influencias en los medios de comunicación, lo consiguió la desobediencia.
Email: ramonzurita44@hotmail.com
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