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Índice Político| Ahora es Sheinbaum quien topa con la Iglesia

Sin demostrarnos aún que es quijotesca, toca el turno a la presidente Claudia Sheinbaum de topar con la Santa Iglesia Católica y Romana.

Por: Francisco Rodríguez

Sin demostrarnos aún que es quijotesca, toca el turno a la presidente Claudia Sheinbaum de topar con la Santa Iglesia Católica y Romana.

Su tonadilla “de cajón” sobre el asesinato a mansalva del sacerdote jesuita Marcelo Pérez –“lamentamos este hecho”; “no podemos especular”; “necesitamos que se hagan las investigaciones”– con letra y música muy similares a las que entonaba su antecesor, no han sido bien recibidas entre la jerarquía eclesial ni entre la feligresía.

Y ya verá usted que el próximo domingo en cientos, muy probablemente miles de catedrales, iglesias y parroquias de la fe católica, sus pastores, cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes de todas las Arquidiócesis en las que está dividido el país se manifestarán en contra de la violencia y la pasividad –que a veces parece complicidad– de los gobiernos federal y estatales.

“La violencia en México no es cosa nueva, es uno de los mayores flagelos que nos lastiman desde hace años, y parece que no tenemos tregua, sino que más bien, se agudiza”, puede leerse en el semanario Desde la Fe, en su edición posterior al asesinato de los también jesuitas Javier y Joaquín, quienes intentaron detener al criminal que mató al guía de turistas Pedro Palma, justo dentro de la iglesia de Cerocahui, en la Sierra Tarahumara, en junio de 2023.

Son ya tres decenas de asesinatos de sacerdotes católicos en los últimos seis años.

Son ya más de 200 mil niños, mujeres y varones quienes han perdido la vida por la violencia en el último sexenio.

Y no, los del clero no son actos hipócritas, calificativo que endilgó Andrés Manuel López Obrador no ha mucho a los sacerdotes católicos. Ahora sí que, como reza el refrán, “el comal le dijo a la olla”.

Porque, pese a la cotidianeidad de esos eventos criminales –igual los provocados por los delincuentes que aquellos que las fuerzas militares y policiacas “abaten”–, muchos aún nos seguimos conmoviendo y hasta enfureciendo ante la cómplice política de la 4T que impulsara López Obrador y que, simulada, sigue la presidente Sheinbaum, de abrazar y no balear; de respetar los derechos humanos de los criminales porque, decía aquél, también lo merecen; de llamar “señores” a reconocidos asesinos, ¿de recibir recursos económicos y favores electorales a cambio de esa tolerancia?

“Reconocemos que las causas de la violencia en México son diversas y complejas: injusticia, corrupción, desigualdad y polarización, son algunos fundamentos de ésta; que, en tanto su gran complejidad, requieren de acciones complejas”, se lee también en el semanario católico publicado hace 20 meses.

Y ya vimos que para ello no contamos con los gobernantes de la aún incomprensible Cuarta Transformación, ya sea que se apelliden López o Sheinbaum o Escandón.

Toparon de nueva cuenta con la Iglesia, como El Quijote le dijo a Sancho en la inmortal obra de Miguel Cervantes de Saavedra.

Conflicto armado no reconocido

Tan sólo en este 2024, Chiapas ha sido escenario de agresiones en contra de sacerdotes en un contexto de creciente violencia vinculada al crimen organizado en la región. Con el reciente asesinato de Marcelo Pérez ya son tres líderes religiosos que han sido hostigados, perseguidos, heridos o asesinados de manera violenta en esa entidad del sureste, de acuerdo con informes y denuncias públicas.

En enero de este año, fray Fernando Alvarado Flores, sacerdote franciscano, fue herido por un disparo en Pueblo Nuevo Solistahuacán.

El padre Filiberto Velázquez, quien fue mediador de la paz entre organizaciones criminales en el estado de Guerrero, denunció haber sido víctima de una persecución en una carretera chiapaneca.

Apenas el 14 de septiembre, los habitantes de Chiapas conmemoraron su anexión a México, que en 1824 nacía como nuevo país independiente y como Estado Federal.

Dos siglos después de tan trascendente acontecimiento, los chiapanecos huyen hacia Guatemala abandonando sus viviendas, sus animales, sus pertenencias debido a la violencia desatada que los gobiernos de Rutilio Escandón, AMLO y ahora Sheinbaum minimizan o de plano ignoran.

Tiene dos siglos, también, que Chiapas está abandonado a su suerte de marginación, pobreza extrema, manipulación política de sus habitantes y otras de las características del sistemita a la mexicana que ni siquiera la insurrección del 1 de enero de 1994 consiguió cambiar. Las empeoró, lamentablemente.

Hace unos cuantos meses se dio a conocer un informe del Colectivo de Monitoreo–Frontera Sur, que integra a varias organizaciones que estudian la violencia en Chiapas desde hace años, en el que se señala que el corredor frontera-sierra vivía un “conflicto armado no reconocido, disputa territorial de estructuras de la delincuencia organizada por el control de mercancías, servicios, personas, productos legales e ilegales, así como de la propia vida de la población local” que ha desembocado en “graves violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional”.

Cárteles que se disputan las rutas para el trasiego de las drogas provenientes de sur de la frontera mexicana, el control del tráfico de migrantes más las riñas producto del despojo de tierras, las invasiones de terrenos cultivables o aptos para la ganadería, junto con la desidia gubernamental

son hoy el coctel explosivo que a diario estalla en Chiapas y que un Gobierno Federal omiso y un estatal ausente, complican todavía más.

Sacerdotes agredidos y asesinados.

¿Qué más falta en esa entidad?

Indicios

El pasado domingo, horas después de que se diera a conocer el asesinato del padre Marcelo Pérez, la Conferencia del EM expresó que el clérigo fue un ejemplo vivo del compromiso sacerdotal con los más necesitados y vulnerables de la sociedad y que su labor pastoral caracterizada por su cercanía al pueblo y su apoyo constante a quienes más lo necesitaban. Dejó un legado de amor y servicio que perdurará en el corazón de todos aquellos a quienes tocó con su ministerio. “Como Iglesia, lamentamos profundamente la pérdida de una vida consagrada al servicio de Dios y del prójimo. Este acto de violencia no solo afecta a la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, sino que hiere a toda la Iglesia en México y a la sociedad en su conjunto, especialmente en una región que hoy vive situaciones delicadas de violencia y pugna entre grupos del crimen organizado.” * * * Mi gratitud a usted que leyó hasta estas líneas del Índice Político. Como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

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