Opinión| ¡Qué pena!… se ceba con votos el tirano
Hay un pueblo cargado de siglos y leyendas que todo había vivido: alegrías, trabajos, sueños, guerras, éxitos y angustias.
Por: Marco Antonio Aguilar Cortés
Hay un pueblo cargado de siglos y leyendas que todo había vivido: alegrías, trabajos, sueños, guerras, éxitos y angustias.
Sólo una cosa no lograba obtener: votar; o sea, elegir con su sufragio responsable y libre a su presidente.
Y un buen día, hicieron creer a esos ciudadanos que su voto, al fin, era efectivo al pronunciarse por un candidato contumaz qué (exclusivamente sabiendo de elecciones) durante tres veces seguidas se postuló al máximo cargo en esta república.
Ese ejercicio presidencial resultó (muy pronto) una ingrata sorpresa para la mayoría de la población. La principal actividad de este país son las elecciones.
El eje central de todo es votar.
Todo ciudadano tuvo que votar para decidir si a los ex presidentes con vida se les encarcelaba, por corrupción, por traición a la patria, o por otros delitos de suma gravedad.
El pueblo bueno fue consultado para decidir, con su voto, si se seguía trabajando en la ampliación al Aeropuerto Internacional de la CDMX en Texcoco, o si se abandonaban esos trabajos, iniciando la edificación de ese Aeropuerto Internacional en la base aérea militar de Santa Lucía.
Fue a votar otra vez ese pueblo, para determinar si los militares regresaban a sus cuarteles, o para que se les encargasen todas las principales actividades del Estado, porque los civiles no daban el ancho.
Mas ese presidente, que únicamente sabe de elecciones, determinó que él es el pueblo; y que el “pueblo” debe ganar todas las elecciones.
No quiere al INE, salvo que ese INE esté a sus órdenes. No quiere al INAI, salvo que ese INAI le obedezca ciegamente. No quiere al Poder Judicial Federal, salvo que se subordine a la presidencia de la república.
A ese presidente “tan honrado” (según su deshonesta opinión) que se atraca con votos; los obtiene con toda la fuerza que le da su portentosa gana, aunque él no fue el candidato de Coahuila ni del Estado de México.
El tirano, en su capricho delincuencial, diseñó a quién dejaba ganar en Coahuila, para imponer en el Estado de México a una, de sus títeres consentidas.
Qué pena por ese pueblo cargado de siglos y leyendas, ganoso de elegir con su sufragio responsable y libre a sus concernientes gobernadores.
Profetizaba bien, poéticamente, el español León Felipe Camino (1884-1968): “¡Qué pena si esta vida tuviera -esta vida nuestra- mil años de existencia!… ¿Quién la haría hasta el fin llevadera? ¡Quién la aceptaría toda sin protestas?… ¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?… Los mismos hombres, las mismas guerras, los mismos tiranos, las mismas cadenas, los mismos esclavos, las mismas protestas, los mismos farsantes, las mismas sectas y los mismos, los mismos poetas… ¡Qué pena, qué pena, que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!”
Y si el voto mexicano superara esta pena; y el sufragio efectivo no aceptara reelección de ninguna manera; y quitara del poder al Andrés que nos apena; y lo juzgara por tanto delito confesado, confesado con cinismo, en cada mañanera.
Si esa revolución ciudadana del voto se diera, de unión y compromiso bien armado, sería el inicio para resolver, con eficacia, nuestros espantosos problemas.