InvestigacionesNoviembre 2023
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Del cambio a la emergencia climática

En la política global contra el cambio climático, el esfuerzo se enfocó primero a mostrar que el proceso estaba ocurriendo y se debía a la interferencia humana

En la política global contra el cambio climático, el esfuerzo se enfocó primero a mostrar que el proceso estaba ocurriendo y se debía a la interferencia humana; luego se orientó a que todos los países asumieran compromisos de mitigación y adaptación según sus capacidades, y en el último tramo, a partir de 2015, se acordó una meta para que la temperatura global no sobrepasara 1.5oC a fines de este siglo. Han transcurrido tres décadas de negociaciones, y, mientras tanto, las emisiones y el calentamiento siguen creciendo.

Por:  Enrique Provencio D./México Social

Ahora el mundo ya no enfrenta un proceso lento de cambio sino en una emergencia, y este es el hecho que marca la 28ª Conferencia de las Partes (COP 28) firmantes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que se reunirá en Dubái, EAU, del 30 de noviembre al 12 de diciembre. Desde hace algunos años se sabe que la meta del Acuerdo de París no está en vías de cumplimiento, y que hay que acelerar la reducción de emisiones para que no se concreten los peores escenarios.

Por ahora, con las políticas que se están aplicando, la temperatura media global a fines del siglo podría alcanzar 3oC por encima de los niveles preindustriales. Es el doble del objetivo establecido, pero las consecuencias no son lineales y el impacto social, ecológico, económico y demográfico del desastre climático podría ir mucho más allá de lo que se estimaban. De hecho, algunas publicaciones recientes sostienen que se ha subestimado tanto la velocidad como la intensidad del cambio climático, y que el calentamiento y sus efectos se están presentando antes de lo previsto, con más de una década de adelanto, sin dar tiempo suficiente para la adaptación. No se atendieron a tiempo las alertas científicas y aun ahora siguen minimizándose las recomendaciones para acelerar el cambio y alcanzar las emisiones netas cero en el 2050.

Los informes más recientes, que aparecen poco antes de cada COP, confirman que las emisiones de gases con efecto de invernadero continúan creciendo, a una tasa de 1.2 por ciento anual, y cada año sigue marcando, hasta ahora, un nivel cada vez más elevado. La expectativa es que en esta década se alcance el pico más alto de emisiones, pero eso requiere el cumplimiento estricto del Acuerdo de París. Sin embargo, como lo dice el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, hasta ahora no son creíbles los anuncios de reducción de emisiones en la mayoría de los países, ninguno de los integrantes del G20 está en una ruta consistente con las emisiones netas cero a 2050, y la probabilidad de que se consiga la meta de 1.5oC es apenas del 14 por ciento.

Para cumplir el Acuerdo de París, de aquí a 2030 se necesitaría bajar en 42 por ciento las emisiones globales, lo cual ya no es factible, dado el retraso que llevan los compromisos nacionales determinados por cada país. Esto no quiere decir que no se estén logrando avances, al contrario. De hecho, sin el Acuerdo de París, de 2015 a 2030 las emisiones habrían aumentado sensiblemente más en comparación con lo que está ocurriendo, y el calentamiento global estimado rebasaría los 4oC. Está en proceso una transición verde, que avanza de forma muy desigual según las regiones, pero que ya muestra resultados.

Es muy importante destacar que la acción climática redoblada es hoy indispensable para que la presente y las siguientes generaciones dispongan de un planeta habitable, y hay que apoyar los esfuerzos multilaterales para logarlo. Hay razones suficientes para cuestionar el alcance de la ONU en este sentido, pues, como lo ha dicho el propio Secretario General, hay una notoria disfuncionalidad en la arquitectura global, y no solo en las cuestiones climáticas. No existe a la vista, empero, ninguna alternativa viable fuera del sistema de Naciones Unidas para encauzar el esfuerzo y la cooperación internacional para la mitigación de las emisiones de gases efecto invernadero, y para coordinar los medios de ejecución necesarios en el financiamiento, la ayuda técnica y el desarrollo de capacidades. Los éxitos de la Convención Marco y del Panel Intergubernamental de Cambio Climático y de los órganos subsidiarios son incuestionables, aunque resulten más lentos y limitados que lo previsto.

En la COP 28 no solo se reafirmarán las metas del Acuerdo de París y se intensificará el llamado a que los países adopten compromisos nacionales más fuertes para 2030, para “aumentar la ambición climática”, como dice la jerga del tema. Desde 2021, cuando se retomaron estas grandes reuniones presenciales en Glasgow, se viene diciendo que la presente es “la década decisiva”, y que el retraso actual de la mitigación agravará el impacto desastroso para los siguientes años. Habrá discusiones, y sin duda avances, para precisar los mecanismos con los que se deberán financiar los daños y pérdidas en los países y comunidades vulnerables, y sobre los mecanismos de financiamiento de la mitigación y la adaptación.

También se darán pasos para precisar el significado concreto de la transición climática justa, y para cerrar la brecha de emisiones que ahora se registra. Se realizará un balance global de los avances en el Acuerdo de París, que deberá dejar más claros los siguientes tramos de acción rumbo al 2030 y hacia los planes de descarbonización hacia mediados del siglo. No se requiere ninguna esfera de cristal para adelantar que la noche del 12 de diciembre de Dubái, al cierre de la COP 28, saldrán a flote las tensiones y la declaración final se retrasará hasta el último momento, y que desde el día siguiente habrá balances marcados por los claroscuros sobre el resultado de las negociaciones. Así ha sido hasta ahora en casi todos esos grandes encuentros, que convocan a un número creciente de personas de todos los ámbitos y naciones, en lo que constituye una de las más significativas y polémicas concentraciones para discutir problemas globales.

En la comunidad internacional México sigue siendo calificado como una nación con desempeño climático altamente insuficiente, pues nuestras metas a 2030 son incompatibles y están muy por encima del Acuerdo de París. Si lo que se toma en cuenta son los planes nacionales para lograr emisiones netas cero, alcanzamos la nota de críticamente insuficiente, junto con un pequeño grupo de menos de diez países.  No se sabe bien que anunciará la delegación oficial mexicana en la COP 28. La Secretaria de Relaciones Exteriores, la Dra. Alicia Bárcena, tiene una postura de avanzada en cuestiones climáticas y de sustentabilidad del desarrollo, y puede presumirse que aprovechará la oportunidad para impulsar la agenda nacional en todo lo que sea posible. Privilegiando el efectismo sobre la efectividad, en las COP previas la delegación mexicana divulgó compromisos limitados, muy opacos, y desvinculados de las políticas concretas, sin la fundamentación que ameritan estos anuncios y solo como saliendo al paso en los foros internacionales y en la relación bilateral con Estados Unidos.

No se puede perder más tiempo y esperar a que el nuevo gobierno le de al esfuerzo ambiental la prioridad que se merece. Desde ahora, y sin esperar a 2025, se pueden ejecutar acciones para retomar el ritmo y ponernos al día con los compromisos que hemos adquirido. Hay una buena noticia, y es que una organización de la sociedad ya formuló una propuesta de ruta para lograr emisiones netas cero hacia el 2060. Es un planteamiento muy notable de la Iniciativa Climática de México (ICM), dirigida por Adrián Fernández Bermauntz, que puede verse en  https://www.iniciativaclimatica.org/emisionesnetascero/

Además de sus méritos técnicos, este documento tiene la virtud de ofrecerle al país un trabajo que las autoridades debieron realizar y que han postergado sin dar explicaciones. No es un dato menor: un grupo independiente está realizando lo que debió emprender el gobierno, como es su obligación. Ya desde hace dos años el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climáticos va dando tumbos, mientras pierde personal calificado, apoyos y presupuestos, y, como consecuencia, se malogran sus capacidades para fungir como la inteligencia nacional estratégica y operativa en la política climática.

La propuesta de ruta hacia las emisiones netas cero que aporta ICM es una pieza clave para que a partir de la COP 28 la política climática mexicana cambie de rumbo y se comprometa en serio con el Acuerdo de París.

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