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Muy activo aún, el Paricutín cumple años

El 21 de febrero de 2024 se cumplieron 81 años del inicio de la erupción del volcán Parícutin en Michoacán.

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

El 21 de febrero de 2024 se cumplieron 81 años del inicio de la erupción del volcán Parícutin en Michoacán. La erupción duró 9 años y sepultó a los poblados de San Juan Parangaricutiro y Parícutin, cambiando de manera drástica el paisaje de la región y obligando a la población a abandonar sus casas y cultivos.

Esta erupción representa en el ámbito mundial uno de los ejemplos más importantes de cómo nace y evoluciona un volcán monogenético. El Parícutin nació en el Campo Volcánico Michoacán-Guanajuato que cuenta con más de mil volcanes y es uno de los más grandes de su tipo en todo el orbe. A su vez, este campo forma una pequeña parte de la Faja Volcánica Transmexicana que atraviesa el país desde el estado de Nayarit hasta Veracruz.

Sorprendentemente, dos de los volcanes más jóvenes nacidos en la Faja Volcánica, Jorullo (1759-1774) y Parícutin (1943-1952), surgieron al sur del Campo Volcánico de Michoacán-Guanajuato.

Durante los últimos 26 años en la región cercana al Parícutin han ocurrido seis enjambres sísmicos (1997; 1999-2000; 2006; 2020 y 2021). Estos enjambres sísmicos generalmente indican el movimiento de fallas o fisuras en las rocas a profundidad o el movimiento de magma.

Por estas razones, es esencial seguir con los estudios vulcanológicos y tectónicos del campo volcánico para entender mejor su origen y evolución, reforzar el monitoreo sísmico mediante la instalación de nuevos sismógrafos y fomentar campañas de información y concientización pública en colaboración con instancias gubernamentales estatales.

A la par de la conmemoración por el 81 aniversario del volcán, urge la reflexión sobre la expansión urbana y la modernización de las actividades agrícolas que han llevado a un aumento explosivo de la degradación del paisaje en esta región que constituye, sin embargo, un geopatrimonio invaluable.

Esto incluye no sólo la destrucción de volcanes y ecosistemas asociados, sino también importantes sitios arqueológicos prehispánicos ubicados sobre flujos de lava jóvenes y otros productos volcánicos. Estos efectos no deseados del crecimiento económico requieren una atención urgente y exigen la mejora de los programas de conservación para proteger este patrimonio para las generaciones futuras.

Actividad sísmica que no se detiene

Los estudios sobre los volcanes no es tema acabado, se les puede considerar extintos, como es el caso del Paricutín, pero la Tierra tiene aún mucho que decir. En Michoacán existen otros colosos que están calificados de la misma manera; sin embargo, aún tienen mucho que decir.

Siendo un estratovolcán, al Tancítaro se le considera muerto, pero no lo está, ha tenido erupciones considerables, y lo demuestra la actividad sísmica registrada en las últimas dos décadas, explicó el investigador del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y Sistemas (IIMAS) de la Universidad Nacional Autónoma de México, Román Álvarez Béjar.

Al respecto, lo calificó como “el olvidado”, pero no así los de Colima, el Popo y La Malinche, porque son escandalosos, incluso el de Toluca está activo, comentó el doctor en vulcanología por la Universidad de Berkeley.

El experto del departamento de Física Matemática del IIMAS precisó que un análisis de la actividad sísmica en diferentes niveles de profundidad del Tancítaro muestra diversos enjambres sísmicos a lo largo de la cámara magmática. Esta investigación forma parte de un proyecto que realiza juntamente con Miguel Camacho y Elizabeth Rivera-Calderón, el cual busca visualizar lo que ocurre al interior de los volcanes Tancítaro y Paricutín al revisar la presencia de cenizas, sismicidad y otros fenómenos externos.

Recordó que el campo volcánico Michoacán-Guanajuato tiene alrededor de mil 400 estructuras volcánicas, de las cuales las más recientes son el Paricutín (1943) y el Jorullo (1759) y se estima que la aparición de una nueva sucede aproximadamente cada 600 años.

Desde hace tiempo, añadió, se especula sobre el nacimiento de uno en las cercanías del Paricutín, sobre todo por la intensa actividad sísmica en la zona, por lo que analizaron los datos sísmicos de los últimos 20 años (2003-2023) en intervalos de profundidad de 5 hasta 40 kilómetros, así como los generados por observaciones satelitales.

Los resultados de entre 1 y 5 km de profundidad muestran un enjambre de sismos al noroeste del Tancítaro, de 5 a 10 km aparecen más en esta dirección; en el caso de 10 a 15 km es aún mayor el número de movimientos telúricos, lo cual muestra que hay inyecciones de material abajo que provoca rompimiento de las rocas y emite sismos que indican movimientos importantes en la zona, comentó.

Álvarez Béjar destacó que este, el Paricutín y las regiones circundantes muestran intensa actividad sísmica, que en términos generales indica la irrupción de materiales magmáticos de la corteza inferior. Por ello, el investigador subrayó que es necesario vigilar todos los estratovolcanes mexicanos, entre ellos el Iztaccíhuatl, el Pico de Orizaba y aquellos que tienen manifestaciones diferentes, como la caldera de Los Humeros, en Puebla.

La historia del cumpleañero

En el escenario para celebrar un cumpleaños más del Paricutín, se destaca que nació oficialmente el 20 de febrero de 1943. Este volcancito monogenético (es decir, que hace erupción solo una vez) pertenece al eje neovolcánico transversal y es una de las montañas más jóvenes del mundo; surgió a través de una fisura en unos campos de cultivo de maíz. El cono creció durante la expulsión por acumulación de cenizas y alcanzó los 7.5 metros de altitud el primer día, 50 metros el segundo día, 140 metros en la primera semana y 336 metros al terminar ese año.

Se localiza entre dos grandes masas montañosas: el cerro de Angahuan (3 mil 292 msnm) al norte y por el sur, al de la estribación norte del pico de Tancítaro (3 mil 860 msnm). Entre las poblaciones más importantes, destacan al este la de Uruapan y Nuevo San Juan Parangaricutiro, al oeste la de los Reyes, Peribán, Zirosto Nuevo, Santa Ana Zirosto y Zacán; al norte las de Cherán y Angahuan, mientras que en su parte meridional se encuentra la población de Tancítaro… y en todos ellos se han dejado sentir enjambres sísmicos.

La lava que fluyó después de la erupción inundó la pequeña población de San Juan Parangaricutiro (que en ese momento era cabecera municipal) respetando sólo la iglesia de este pintoresco pueblo, donde sus pobladores tejían vistosos gabanes y las colchas de lana que dieron nombre a la población. Las erupciones continuaron hasta marzo de 1952, pero la mayor parte del cono volcánico se formó antes de que finalizara el año 1943. Actualmente, tiene una altura de 2 mil 771 metros sobre el nivel del mar.

 El Paricutín causó daños considerables en las tierras de cultivo y un gran número de cabezas de ganado murió no sólo por los efectos de la erupción, sino también por la falta de pastos y alimentos. La ceniza se extendió hasta la ciudad de Guadalajara, a unos 180 kilómetros al noroeste.

Los vulcanólogos han elaborado varias teorías para explicar la acción de los gases volcánicos como generadores de una erupción. La teoría más sencilla establece que el mecanismo es similar a la forma en que el gas en un refresco puede provocar un chorro de ésta, o a lo que ocurre al agitar una botella de esa bebida.

El nacimiento del volcán y la construcción de su cono fueron observados en directo en 1943, lo que dio a los geólogos la posibilidad de mirar la secuencia de materia expulsada. La región había experimentado sacudidas de terremotos durante un periodo de dos semanas.

El 20 de febrero de 1943 se observó la apertura de una chimenea que emitía primero vapor y polvo volcánico, después fragmentos calientes y luego roca fundida. La erupción duró 8 meses y formó un cono de 2 mil 250 metros de altura.

La mayor parte de la actividad volcánica de superficie no se asocia con fisuras, sino con chimeneas más o menos circulares o con grupos de chimeneas que se abren en la corteza terrestre. Estas chimeneas dan lugar a volcanes centrales de los que hay dos tipos básicos. El volcán cónico de pendientes acusadas se construye a veces totalmente a partir de material sólido o tefra, cuyo tamaño va desde las cenizas y el lapilli hasta piedras y grandes rocas.

La tefra se expulsa de manera explosiva en una erupción o en una serie de erupciones y cae de nuevo a tierra en la proximidad inmediata del cráter, la abertura externa de la chimenea. Un ejemplo conocido de esta clase de volcán es precisamente el Paricutín.

Cuenta con un gran número de observadores y estudiosos, desde su nacimiento hasta la actualidad. El lugar puede dar cuenta de los diferentes materiales emitidos, con base en sus ángulos de reposo, pendientes y procesos erosivos-acumulativos a fin de obtener la geomorfología actual. Antes de la aparición del volcán, la tierra se caracterizaba como un terreno llano en general, ligeramente ondulado, y con inclinación sensible de sureste a noroeste y de oeste a este.

La pequeña cuenca de dos mil 275 metros sobre el nivel del mar donde surgió el volcán estaba rodeada por eminencias y era sumamente espaciosa, teniendo un kilómetro y medio de largo y como 800 de ancho; era utilizada como tierra de labor. La parcela sur donde se asentó el volcán, era propiedad de Dionisio Pulido, vecino del Paricutín, que anteriormente se llamaba Cuiyutziro en tanto que la más plana hacia el centro y norte de la meseta se llamaba Quizotcho y pertenecía a Barbarino Gutiérrez.

Como lo recuerdan

En las fechas de los especialistas, el volcán Paricutín nace el 20 de febrero de 1943, aunque para los habitantes de las comunidades cercanas, fue el 23 de febrero, porque para ese día ya existía un pequeño cono de ceniza.

En las primeras 24 horas del día 20 de febrero de 1943, el volcán creció 30 metros, al doble al tercer día, y al sexto día se multiplicó considerablemente, alcanzando los 148 metros en el primer mes, y 336 metros al primer año. Tardó ocho años para crecer 21 por ciento más, alcanzando 424 metros al cese de su actividad, en 1952.

La mayoría de las poblaciones se fundaron en el siglo XVI por monjes españoles, las tierras comunales se daban hasta finales del siglo XIX, las diferentes comunidades de la localidad tenían el título de todas las tierras, hay quien las heredó o compró. A principios del siglo XX inicia la transición a propiedad o escritura privada, lo que se detuvo en los años 40 al tomar fuerza el Código Agrario.

Durante la erupción había dos tipos de tenencia: comunal y privada. El tercer tipo, el ejido (tierra comunal) en el que el gobierno tiene el título, pero el derecho al uso es del individuo perteneciente a la comunidad ejidal, había sido introducido por el gobierno federal en Zacán previo a la erupción. La hacienda existía sólo en la parte alta del río Itzícuaro en áreas no tarascas.

Desde la aparición del volcán, en el pueblo de San Salvador Paricutín, municipio de Parangaricutiro, se han llevado a cabo una serie de investigaciones, aunque algunas por falta de equipo sin buenos resultados. La actividad se realizó durante más de nueve años, por lo que la dinámica del paisaje se modificó drásticamente por la caída de ceniza y la salida de lava. El campo de cultivo de Cuiyutziro, quedó cubierto por grandes cantidades de escoria y bombas volcánicas que construyeron rápidamente el cono principal, con pendientes externas de 31 a 33 grados.

Se formaron las llamadas playas, áreas de charcas asociados a campos de lava, y que localmente los agricultores llamaron más tarde llanos. Para 1950, tales depósitos eran mucho más extensos y profundos, siendo los primeros campos de cultivo después de terminada la erupción.

Termina la actividad en marzo de 1952, aunque no se llega a la estabilidad sino hasta 1965. En 1993, los vulcanólogos determinan que los gradientes de erosión se encuentran todavía en un “50 por ciento arriba de lo normal, con tendencias de rangos lentos de erosión que pueden extender por décadas o centurias, hasta completar la recuperación de las áreas”.

Junto al Paricutín, nueva actividad sísmica

En el entorno del cumpleañero se ha instalado equipo especializado para monitoreo sísmico, de igual manera, es frecuente la toma de muestras para análisis de gases y la vigilancia se ha tornado permanente. No se puede pasar por alto que la actividad sísmica en Michoacán es muy intensa, pues aún están frescos en la memoria popular los recuerdos de grandes terremotos en la costa como consecuencia de la subducción de la placa de Cocos por debajo de la placa de Norteamérica, fricción que ha derivado en terremotos catastróficos.

Ante el incremento de microsismos, no sólo en Michoacán, sino en la zona centro del país, las alarmas se han encendido, pues derivado de los estudios, se pudo conocer la existencia de fracturas y grietas preexistentes, que son precisamente las responsables de la sismicidad y el comportamiento anisótropo de la corteza, así que se llegó a la conclusión de que, aunque el Triángulo de Michoacán se encuentra en la Faja Volcánica Trans Mexicana, no forma parte de esta provincia donde la orientación de los esfuerzos es N-S.

Todos los focos rojos están encendidos y a pesar de ello, Michoacán no cuenta con una Red Sísmica como se requiere. Los enjambres sísmicos y la historia de los movimientos telúricos en el estado lo han demostrado. Al menos hasta ahora no se ha visto interés para destinar recursos económicos ni ha habido empeño de autoridades gubernamentales y académicas para desarrollar dicha red.

Lo mínimo para considerar que se tienen las medidas preventivas adecuadas para estas contingencias son, mínimo, 20 sismógrafos, acelerómetros y GPS para medir los desplazamientos telúricos, y para lo cual se requiere una inversión inicial de más de 50 millones de pesos.

Y no fue sino hasta que se desataron los enjambres sísmicos, que los especialistas se percataron de que no existe la capacidad para ubicar con mayor precisión las zonas de generación de sismos y detectar el peligro que ocasionan los eventos tectónicos y volcánicos en el estado.

Lo triste es que sí existe un proyecto en ese sentido, elaborado hace seis años por investigadores del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Tierra (Inicit) de la UMSNH que lamentablemente no ha prosperado.

Y es en ese marco que el Paricutín cumple un año más de vida.

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