Por: Ricardo Martínez Martínez/México Social
En una magistral interpretación, un joven Robert Redford dio vida a Bill McKay, un abogado idealista sin deseos de participar en política y cuya única aspiración radicaba en sostener una agenda progresista. No obstante, gracias a su autenticidad y cercanía con la gente, además de una serie de casualidades, el joven Bill logra hacerse de la candidatura como senador por California y, después de una serie de desafíos, ganar la elección; ante el asombro de todo el establishment político y de él mismo incluido.
Al final de la película “El candidato” (1972), y aún con la emoción a flor de piel por la victoria, el protagonista, Bill McKay, se detiene por un momento y pregunta estupefacto a su jefe de campaña y consultor político: “¿Y ahora qué hacemos?”.
¿Y ahora qué?
Pues bien, según el grado de experiencia de gobierno de los candidatos, después de electos y una vez pasadas las elecciones, los equipos de gobierno deben enfocarse en legitimar sus políticas a través de un proceso de planeación estratégica que atienda varios frentes. Compromisos de gobierno han venido a denominarse en el argot del gobierno que encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum.
En este sentido, de la planeación a la ejecución, los primeros 100 días pasan en un abrir y cerrar de ojos. Y es que, si bien no todo es comunicación, hoy día todo se comunica.
Uno de estos enfoques de comunicación de gobierno fue el que decidió utilizar Jimmy Carter, cuando en 1976 se convirtió en presidente de los Estados Unidos. En ese entonces, su encuestador y uno de los principales artífices de su victoria electoral, Patrick Caddell, le dijo: “Presidente, has ganado las elecciones, ahora tienes que empezar a ganar las siguientes”.
Dicho enfoque, denominado y popularizado posteriormente como Enfoque de Campaña Permanente, fue el utilizado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador durante su sexenio, teniendo como canal principal un enfoque comunicativo novedoso y constante: las mañaneras. Un total de 1423 a lo largo de 6 años de gobierno, donde el presidente nombró y, al nombrar, enmarcó los términos de discusión de la opinión pública en el acontecer mexicano.
No fue casualidad que así lo haya elegido. Desde este enfoque, no hay fin de ciclo en la campaña electoral; ya en el gobierno, se le da continuidad con el objetivo de ampliar espacios de poder.
Este enfoque, sin embargo, corre el riesgo de caer preso del relato y volverse una armazón sin sustancia ni densidad, al descuidar la ejecución y la eficacia, principios realmente relevantes del ejercicio de gobierno.
Porque, como recomendaba Peter Drucker –gurú clásico de la Administración–: los gobiernos nuevos “no han de obstinarse en hacer lo que desean, sino en reconocer la realidad; concentrarse
y no dispersarse; entender que un gobierno efectivo sabe que no hay una política libre de riesgos”, y practicar el consejo que otro presidente, este anterior a Nixon, Harry Truman, dio al recién electo John F. Kennedy: “Ganada la elección, hay que dejar de hacer campaña y dedicarse a gobernar”.
Claudia Sheinbaum, en este sentido, ha delineado su gobierno sobre 14 ejes fundamentales, que buscan construir una “República democrática, justa, honesta y libre”. Sus compromisos van desde mantener la división de Poderes hasta consolidar un gobierno cercano a la gente, sustentado en el “Humanismo Mexicano”.
Estos ejes no solo representan la continuidad de la Cuarta Transformación, sino también el intento de ir más allá de los logros de su antecesor.
En sus primeros 100 días, Sheinbaum y su equipo tienen el desafío de transformar estos compromisos en políticas efectivas y concretas que atiendan a los problemas históricos y estructurales del país, sin dejar de lado la comunicación con la ciudadanía, no olvidando también lo que ya muchos han apuntado: que gobernar es también presupuestar. Es decir, establecer las prioridades y, en consecuencia, asignar recursos, cuidando el fondo y la oportunidad.