Opinión| Flores para la SCJN… pejelagarto en su invierno
Flores para la SCJN… pejelagarto en su invierno
Por: Marco Antonio Aguilar Cortés
Los conceptos de Beatriz Pagés y de José Ramón Cossío, pronunciados directamente ante una multitud que cubrió el zócalo de la Ciudad de México, y algunas de sus calles aledañas, fueron precisos y contundentes.
Empero, también fueron escuchados por decenas de millones de mexicanos (en territorio nacional y en el extranjero) a través de su resonancia en medios de comunicación masiva.
Beatriz, claramente pidió con respeto a la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación que “deseche el plan B por inconstitucional”, y calificando además de inmoral a dicha norma, por su propósito perverso, nos sugiere, a todos, que mandemos a ese precepto que viola nuestra carta magna, “al basurero de la historia”, así con “h” minúscula, al equivaler a las historietas.
Cossío, por su parte, reconociendo la grave responsabilidad de los ministros de la Suprema Corte, les solicitó: “Consideren las irregularidades (respecto al plan B) del proceso legislativo, por su serio potencial invalidatorio”.
De la infinidad de mensajes, en la marcha, uno escrito en cartulina y portado por una familia señalaba: “Andrés Manuel, a través del INE llegaste, a través del INE tendrás que largarte”.
Esa marcha ciudadana, como la anterior, ejerció derechos humanos de igualdad, expresión, para reunirse, libertad, asociación, y justicia, de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y de progresividad.
Todos los asistentes cumplieron con sus deberes constitucionales. Llegaron en paz, propositivos, respetuosos y en orden, y de la misma forma se retiraron, satisfechos sus concretos fines.
Ante contingentes así, en todo el territorio nacional, el presidente López tiembla y padece miedo, por eso provoca alocado, con rencor y odio.
Machacón, como es, ha sobredicho infinidad de ocasiones el actual presidente mexicano: “Soy peje, pero no lagarto”.
A ese sentencioso ejecutivo federal hay que aplicarle este acertado proverbio: “De lo que presumes careces”; e imputarle el precepto penal (para que se vaya acostumbrando) de que “la confesión sólo vale en aquello que perjudica a quien confiesa, y carece de validez en lo que lo beneficia”.
Así que el presidente López, salvo prueba en contrario, es indiciariamente todo un lagarto: escurridizo, artero, ladino y pícaro.
Frente a ese infame comportamiento presidencial, Beatriz Pagés nos previno oportunamente: “Que no nos distraigan: ¡Todos al Zócalo!”
Y todos cumplimos con gusto y en plena libertad nuestro deber. Sí, a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, vigente. No, a las normas inconstitucionales que el tirano López quiere aplicar a favor de su antidemocrático autoritarismo.
Truquero, vividor de la manipulación, el presidente trató de distraer con sus argucias engañosas: “Los que vayan a la marcha del 26 de febrero al zócalo y a la suprema corte, van a favor de García Luna, van en contra de los pobres, van a favor de la corrupción, van en contra de la salud pública”, y otra serie de sandeces distractoras.
Si hay alguien que está a favor de García Luna es el presidente López, por eso no lo juzgó en México, sino lo dejó ir a los EU; pero el tiro le salió por la culata, y quedó embarrado, como seguro prospecto a ser enjuiciado en alguna corte americana.
El presidente López es quien ha generado mayor cantidad de pobres en México, y a los pobres los ha hecho más pobres. Esto se prueba con las estadísticas del INEGI.
Conforme a organismos de la ONU, entre 180 países, México ocupó en 2018 el lugar 116, ahora, en 2022 ocupa el sitio 124.
En salud pública, cada año de su mandato nos ha prometido que seremos mejores que Dinamarca, pero Amlo ni por su corazón ni por sus afectaciones cerebrales va al IMSS ni al ISSSTE ni a la Secretaría de Salud; y, a pesar de sus privilegios médicos, su incapacidad e ineptitud se agravan.
El pejelagarto está en su invierno.
Y los ramilletes de flores son para la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación, a efecto de que ejerza legal y debidamente la soberanía nacional que se le ha otorgado, respecto a sus atribuciones constitucionales, para todo caso que resuelva.
¡Ha llegado la hora!
Con serenidad y responsabilidad prudente, empecemos a instaurar la república de los ciudadanos.