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Opinión| López receloso… Teme a sus propias trampas     

Tres grandes etapas históricas sigue teniendo México: Independencia, Reforma, y Revolución.

Por: Marco Antonio Aguilar Cortés

Tres grandes etapas históricas sigue teniendo México: Independencia, Reforma, y Revolución.

La Independencia se conquistó en relación a la corona española, fundando a la nación mexicana, aboliendo a la esclavitud y a las castas; dejó de ser la colonia de la Nueva España, para llamarse Estados Unidos Mexicanos.

Con la Reforma, nuestro país dejó de ser un estado eclesiástico, para constituirse en estado civil, liberal y laico, con reconocimiento de derechos humanos, positivista, y con feudos productivos denominados ‘haciendas’.

Nuestra Revolución estableció de manera plena el capitalismo en México, con tendencias de carácter social, sobre un nacionalismo respetuoso de la internacionalidad, desarrollando instituciones para abolir caudillismos, y en base a una Carta Magna bajo principio de inviolabilidad.

Llegado a la presidencia, en 2018, Andrés Manuel López Obrador prometió una cuarta transformación, asegurando que sin violencia estaría, mínimo, a la altura de la Independencia, de la Reforma, y de la Revolución; incluso, que la 4T sería superior a las tres etapas históricas anteriores.

Y que sin mentir, sin traicionar, y sin robar, transformaría a México, resolviendo los principales problemas que lo aquejaban en el inicio de su mandato.

Prometiendo, además, que lo haría con apego a la Constitución, en la unidad de los mexicanos y sujeto a las instituciones nacionales.

Desde sus mañaneras, con fraseo pausado, repetitivo y machacón, supo explicar nuestros graves problemas (aunque simplona y superficialmente), pero, lo que no pudo fue resolverlos; al contrario, los multiplicó y los agravó.

Se convirtió Amlo en un empeorador, de todo.

Mintió López Obrador más que Pinocho, el popular personaje del italiano Carlo Collodi (1826-1890), falseó Andrés Manuel todo lo que quiso, y cuantas veces le dio su regalada gana, dañando a centenas de millones de seres humanos, nacionales y extranjeros.

Como presidente, Amlo, traicionó por doquier; empero, lo más grave, se traicionó a sí mismo.

Y robó, a trasmano, pero a su favor finalmente, igual o más que sus antecesores. Es, Amlo, más de lo mismo, o de lo mismos, pero más. Derivó en un afanoso ladrón de cuello blanco, de cuello tricolor, de cuello amarillo o de cuello moreno, pero ratero del erario nacional.

Su obra pública nunca fue licitada (al menos legalmente), y está sin terminar, malhecha, carísima, caprichosa, con afectaciones trascendentales al medio ambiente. Esas grandes construcciones fueron fuente de muchos de sus robos.

A la chita callando, la mayoría de las personas que recibieron, y receptan, dinero del presupuesto público en formas de becas, ayudas económicas, o pensiones a personas de edad avanzada, afirman: “¡Bueno!, López Obrador robó, pero salpicó algo de lo robado”.

No entienden (los que eso dicen) el significado de la política de la redistribución del ingreso nacional. Esa política fue implementada desde el presidente Plutarco Elías Calles en materia fiscal, retornando de una u otra forma los ingresos a la población, a partir de leyes y presupuestos que regulan las prestaciones y las contraprestaciones, en impuestos, derechos, productos, aprovechamientos y donaciones.

Mi pensamiento ha sido educado dentro de la dialéctica de Heráclito de Éfeso (535-480 A de E), de Jorge Federico Hegel (1770-1831), de Carlos Marx (1818-1883), de Federico Engels (1820-1895), y de Max Planck (1858-1947); así entiendo, y me apego a la teoría del cambio, en el amplio territorio humano.

Por ello, concluido el mandato presidencial de Amlo, formalmente al menos, invito a todos los mexicanos para que comparemos el México del 2018 con el México del 2024, y veamos objetiva, crítica y científicamente qué fue lo que se transformó.

Y aceptando y entendiendo que hubo múltiples variaciones dialécticamente, como las hay en cada sexenio, enumeremos y expliquemos los cambios que estén a la medida, calidad y altura, de las transformaciones de la Independencia, de la Reforma, y de la Revolución.

Si no hay cambios de esas dimensiones, ¿cómo ponerle un segundo piso a todo lo empeorado?

El expresidente López se ha convertido en simple lopillo, quien receloso, enconchado y cariacontecido, sembró trampas, a las que ahora teme.

En Valladolid, hoy Morelia, el 30 de septiembre del 1765, nació José María Morelos y Pavón, quien encabezó a la generación que aprobó la Constitución de Apatzingán, con los tres poderes en equilibrio de pesos y contrapesos: Legislativo, Ejecutivo, y Judicial.

Morelos dio su vida por esa división de poderes; en cambio, López Obrador les quitó la vida al judicial, al legislativo y al ejecutivo, para apoderarse de todo, en una disparatada locura autocrática.

Lopillo, por eso y por muchas perversidades más, será recordado como un tipo miserable.

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