Opinión| “Soy la cabeza del proletariado”… la jaula de las corcholatas
México padece, todavía, a un tirano charlatán que creó a sus tres corcholatas preferidas.
Por: Marco Antonio Aguilar Cortés
México padece, todavía, a un tirano charlatán que creó a sus tres corcholatas preferidas.
Ese opresor, en su juego burlesco electorero, admitió a otras tres corcholatas de menor envergadura, quienes mienten al afirmar que pueden ser candidatos a la presidencia de la república por morena, cuando en su fuero interno sólo buscan algún premio de consolación, al servir de simples paleros.
Las seis corcholatas están enjauladas por el autócrata.
Esa prepotente botella ejecutiva, así las sigue llamando: “corcholatas”, para sobajarlas.
Le han servido para embonar su redoma, y sueña que las seguirá utilizando.
Formalmente, en septiembre de este año, el dedo dictatorial designará a una de las tres predilectas como candidato de morena a la presidencia de México.
Todo su poderío (incluido el erario federal, estatal y municipal, a cargo de morenistas) lo utilizará para que su corcholata designada triunfe; y una vez sentada en la silla presidencial, ésa proseguirá como su corcholata, o su títere.
En su fantasía, decide que sus seis corcholatas permanezcan en su jaula, todas con altos cargos públicos en el gobierno federal, para obedecer ciegamente a su amo.
Sin embargo, puede ser que su ilusión se le convierta en filosa pesadilla.
Primero, porque casi es seguro que la ciudadanía mexicana logre unir su gran fuerza con la Alianza por México; y, así, derrotar al candidato presidencial del dictador.
Segundo, porque tiene márgenes amplios la posibilidad de que se le rebele la o el designado, en saliéndose de la jaula.
Es verdad que, ahorita, sus seis corcholatas lo siguen cultivando al máximo, llegando hasta la degradación.
Pero también es cierto que, desde que las corcholatas andan en campaña inconstitucional y electorera, la agenda nacional y la publicidad en el país ya no son exclusivas del dueño de la jaula.
Cuando alguna de esas corcholatas logre que el dedazo presidencial le otorgue la candidatura a la presidencia por morena, puede que ya no retornar a la jaula; y/o, en tomado el poder, puede que el enjaulado sea el actual autócrata todavía insuflado.
De esa manera, al embriagado, de tanto poder, le puede llegar la cruda política, esa resaca tan calamitosa.
Mientras, las turbulencias políticas no paran, sino aumentan, provocadas por una inseguridad pública sangrienta, malsana, que ha cubierto de cadáveres todo el territorio patrio.
Los abrazos del déspota generan muertos; y él se hace la víctima.
La pobreza, el desempleo y el pésimo reparto de la riqueza nacional, abonan a las agitaciones de orden político. Esto es culpa del ejecutivo actual; pero él se presenta como el dañado.
Y la educación y la salud pública están en franco rezago, muy lejos de Dinamarca y muy cerca de la Ruana, Michoacán; mientras el autócrata señala como culpables a otros, ya que él ha escogido ser el mártir.
Ese cabecilla mandón, (a quien le gusta auto festejarse, gastando en eso el dinero de nuestros impuestos) ordenó acarrear gente de todo el país al zócalo de la CDMX, el primero de julio próximo anterior.
Los serviles acarreadores fueron los gobernadores morenistas; en tanto que las corcholatas estuvieron exhibidas en su jaula.
Ante no más de 150 mil acarreados (ya que en ese espacio del zócalo no pueden caber más) el jefe de la banda aseguró hacia Europa: “En México no existe un narcoestado”. Y rápido, desde aquel continente se contestó: “Lo que existe es un estado narco”.
Frente a la nación afirmó el presidente: “Nuestro movimiento está más fuerte que nunca”, transgrediendo la Carta Magna y las leyes electorales; ¿o es presidente de todos los mexicanos, o es presidente exclusivamente de su movimiento?
Entre mentiras, medias mentiras y medias verdades, el autócrata contó que José Revueltas un día dijo: “En México el proletariado no tiene cabeza”; y de inmediato agregó el dueño de la jaula: “Yo soy la cabeza del proletariado”.
¡Ni el proletariado le merece respeto!, a ese soberbio.
Andrés, pide perdón al pueblo por haberlo engañado, pide perdón al pueblo por haberlo robado, pide perdón al pueblo por haberlo traicionado.