Opinión| Xóchitl les madrugó… la toma de Zacatecas
El ansia por obtener el poder, o por conservarlo, motiva a cada persona a producir sus propias mentiras, o a generar sus insolentes verdades.
Por: Marco Antonio Aguilar Cortés
El ansia por obtener el poder, o por conservarlo, motiva a cada persona a producir sus propias mentiras, o a generar sus insolentes verdades.
Mostraré un expresivo caso.
Era un profesor normalista, cuarentón, destacado en el basquetbol, fumador empedernido, de baja preparación académica, buen padre de familia, de filosa lengua viperina, que logró colarse bajo la sombra protectora del gobernador en turno.
Su lugar de origen fue un pequeño municipio hacia el oriente michoacano, del cual salió huyendo su familia, siendo niño el personaje que cito.
Eran los tiempos en que la verdadera lucha electiva se daba dentro del Partido Revolucionario Institucional, para lograr ser candidato; una vez alcanzado este triunfo, el cargo elegible estaba seguro, y salvo en rarísimas excepciones podía perderse.
Aconteció, entonces, que el gobernador se empeñó en que ese profesor fuera diputado federal por el distrito electoral donde había nacido, lo que motivó reacciones adversas en la población.
Ese profesor, ya candidato del PRI, inició e hizo toda su campaña prometiendo una sola cosa, la que repitió con exactitud y llaneza: “Una vez diputado, nunca volveré a este distrito”.
Y lo cumplió. Nunca retorno a ese distrito electoral.
El fenómeno político en México, con sus múltiples cambios formales, sigue tan terco como lo observó el poeta zacatecano Ramón López Velarde (1888-1921), en su ‘Suave Patria’: “Trueno de temporal, oigo en tus quejas crujir los esqueletos en parejas. Oigo lo que se fue, lo que aún no toco. Y la hora actual con su vientre de coco; oigo en el brinco de tu ida y venida, ¡oh, trueno!, la ruleta de la vida.”
Y Xóchitl Gálvez les madrugó a sus pares en varios sentidos. No desperdició tiempos, inició su campaña en el primer minuto del 1 de marzo del 2024; y lanzó el trueno de temporal, en el lugar dónde son más crueles los fabricantes de cadáveres por extinción de mexicanos. Retándoles en su ida y venida: “La gente aquí tiene miedo, porque este sexenio es el más violento de la historia. Morena es más narco, más muerte y más miedo. Todos unidos podemos vencerla. Vamos a dar la orden de investigar y perseguir a la delincuencia. Óiganlo muy bien aquí, se acabaron los abrazos para los criminales. Morena defiende la soberanía de los cárteles, yo defiendo la soberanía de los mexicanos. ¡Se aplicará la ley!, en todo México.”
Bajo toda proporción guardada, Xóchitl reafirmó, a 110 años, la Toma de Zacatecas, del mismísimo Pancho Villa.
Claudia, la mayor corcholata del presidente, citó para su arranque a las 16 horas de ese 1 de marzo, con un acarreo masivo de todo el país. Dio pasaje, dinero, torta y refresco. El principal objetivo de la concentración (tan deslucida, carísima y desorganizada) fue un respaldo al presidente narco marcado, fue un empiece de campaña de Brugada en CDMX, fue un respaldo a los gobernadores de morena, y al resto de los candidatos morenistas. Fue todo un revoltijo mal oliente.
A Claudia se le enredaron las neuronas, o la traicionó su subconsciente, al asegurar: “Sólo hay dos caminos a tomar este 2 de junio; uno, que siga la corrupción… transformación, el otro, que regrese la corrupción…”; o sea, ¿por cuál corrupción votarás?
Brugada y Claudia coincidieron en sus palabras finales, subrayando el obvio vasallaje: “¡Que viva el presidente López Obrador!” Duda no existe: el amo es amo, y seguirá siendo el amo vitalicio.
Respecto al fosfo-fosfo, esquirol del obradorato, no pinta en la cartelera. No perdamos el tiempo con él.
El único “FOSFO-FOSFO” que sigue siendo un peligro, es el presidente, quien, en su carácter de jefe nato de campaña de su corcholata predilecta, prosigue en su proyecto de elección de estado, con su enjambre de mentiras e ilícitos; vamos, es la primera opción que ve Claudia: “Que siga la corrupción… transformación”. Más de lo mismo; o lo mismo, pero más.
Empero, sujeto a una promesa parecida a la de aquel profesor convertido en diputado, si votan por mí, les prometo que no volveré jamás, después de concluido mi mandato, a la política militante electoral.