Por: César Peña/Expediente Ultra
En su último año de Gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador tendrá que lidiar con la primer gran rebelión en Morena, que como va, puede no sólo causar inestabilidad en el partido, sino puede derivar en diversas regiones en ingobernabilidad, protestas sociales y ser caldo de cultivo para un eventual desorden social.
La razón es simple pero incomprensible para la dirigencia nacional de Mario Delgado, lo mismo que las de los estados; las candidaturas están siendo entregadas a personajes de dudosa reputación bajo el argumento de ser aliados políticos, a conversos de último minuto lo mismo que a externos con cierto capital.
En algunos casos, las nominaciones están siendo reducidas a meros a concursos de popularidad, siendo algo totalmente surrealista para un partido como Morena, que en algunos lugares mide los «likes» de las publicaciones de los pre aspirantes cuando se trata de proyectos, razones y principalmente honestidad y capacidad, no de vanalidades como esa que ha esgrimido el propio Marco Rico.
Lo peor es que la propia candidata Claudia Sheinbaum no ha entendido la importancia de que las candidaturas recaigan en personajes emanados de Morena y comprometidos con la Cuarta Transformación y quiere cerrar la discusión afirmando que “los morenistas deben entender que no se trata de quien encabece las candidaturas”, cuando es precisamente eso el meollo del diferendo; quienes encabezarán las candidaturas en muchos lugares carecen del perfil y la calidad moral y sólo garantizan el regreso de la corrupción y los privilegios en nombre de Morena.
Ya los visos de una rebelión generalizada en Hidalgo y todo el país, ha sido anunciada desde hace semanas y lo han visto contemplativamente las dirigencias morenistas empeñadas en sacar adelante sus negociaciones al precio que sea por lo que el infierno que van a desatar no será nada nuevo, sino producto de una revolución anunciada. Ya no se trata de casos aislados como los de Guerrero, con la candidatura de Félix Salgado o en Coahuila, con la ruptura entre Ricardo Mejía y Armando Guadiana. Aquí la situación es diferente porque con lo municipal, se tocan las fibras más directas de los ciudadanos con sus gobiernos.
Con los lemas “fuera chapulines” o “si no hay morenos no votaremos”, que se multiplican en toda la República Mexicana, se erige este prolegómeno de resistencia partidista que puede tomar mil formas, desde protestas pacíficas, tomas de presidencias municipales y de los Comités de Morena, como acciones de mayor alcance como marchas, cierre de carreteras, y un largo etcétera ante un conglomerado difícil de acallar.
Y precisamente para evitar todo eso, inocentemente la dirigencia nacional obligó a los pre candidatos a firmar un documento creyendo que así no habrá inconformidad y rebelión, haciendo una mala apuesta ya que precisamente Morena es un partido nacido de la protesta, siendo su esencia, por lo que ni la amenaza de expulsión logrará domar sus inquietudes ante la injusticia que están cocinando Delgado y compañía.
Por eso, si Morena no logra meter reversa a esta barbaridad, el presidente López Obrador no podrá contener la ira de sus propias huestes que desde luego le puede afectar en el último tramo de su mandato y crear tanto descontento que se pueda extender a la candidatura de Claudia Sheinbaum.
En todo esto, Morena tiene la solución.