Por: Miguel A. Rocha Valencia
Hoy la vergüenza es un lujo que muy pocos se dan, especialmente entre los políticos que cual veletas se mueven hacia donde sus ansias de poder o necesidad del protección e impunidad les indiquen, y en ese sentido, les es difícil comprender que en estos tiempos de descaro y cinismo, haya quien se atreva a renunciar a posiciones antes que ser humillado por aferrarse en el poder.
Tal vez los ejemplos más conocidos de uno y otro lado sean, primero la desvergüenza de un sujeto que por sus posiciones política hizo abrigar esperanzas, pero que, al ser apretado por el ala del ganso, decidió abandonar la congruencia exhibida, humillarse hasta la ignominia y someterse a grado de tal de preferir ser nada antes que perder el favor de su amo.
Hoy se exhibe son exultante como el gran señor trepado en la nube de la soberbia y la supremacía atropellando sus entorchados académicos y provocando el rechazo de sus alumnos que ven en él a un auténtico apóstata del Derecho provocando al mismo tiempo el ridículo de su patrona a cada parche “constitucional” a la Carta que de ser magna para para convertirse en una cartilla al servicio de la destructiva 4T.
Si, se llama Ricardo y se apellida Monreal, con todos los “atributos” que marcan su historia de saltimbanqui de la política con todas sus aristas delincuenciales que van de los nexos sospechosos con el crimen organizado a una evidencia de pertenencia a la delincuencia con denuncias y una estela de asesinatos y violencia.
Es en ese caldo de cultivo donde se prepara la inmolación de los ocho señores ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los otros o, mejor dicho, las otras tres ya son parte del cártel 4T, en una revancha ante la imposibilidad de enlodar sus nombres o probarle algún vínculo criminal a pesar de la insistencia de querer llamarlos corruptos y libertadores o protectores de delincuentes.
Es por eso y ante la imposibilidad real de hacer campaña que sustituiría una carrera judicial de décadas, estudios universitarios, licenciaturas, maestrías, doctorados, cursos de especialización, en que los Señores ministros colocan sus renuncias antes que soportar la vergüenza de que los corran.
Pero como quien está a cargo del trono, que ya no silla, presidencial no sabe que es la vergüenza porque ella misma se somete al todopoderoso sin mayor rubor, pretende enlodar a los estudiosos del derecho llamándolos convenencieros.
Renuncian dice, para llevarse todas sus prestaciones cuando la mejor prestación que puede tener un profesional en cualquier rama, es su propia dignidad, esa vergüenza profesional de que carecen
los cuatroteros, capaces de humillarse hasta la ignominia a cambio de un poco o mucho de poder, a las migajas que les lanza el patrón o patrona.
No importa a otros, arrodillarse y prometer y cumplir fidelidad eterna al o la tlatoani si con ello se alcanza el perdón de todas las culpas, raterías y corruptelas.
Eso es mejor que ir a la cárcel, ser perseguido o perder la dignidad, si es que los nuevos judas entienden o al menos intuyen qué es eso. Al menos los Yunes hace mucho que no saben que es vergüenza, son rateros y corruptos de abolengo, otros, al menos lo disfrazan.
Total, que la batalla se está dando, quedará testimonio de que el Poder Judicial fue el obstáculo para el totalitarismo, que sus cabezas soportaron los embates más duros del poder, que no lograron doblarlos empezando por ese mujerón que se desempeña con toda dignidad como Presidenta de la Suprema Corte de Justicia y la Judicatura Federal, Norma Lucía Piña Hernández que defiende la plaza con argumento de la ley positiva frente a las andanadas de los cuatroteros.
Veremos en muy corto plazo los desmanes jurídicos de quienes en su pedestal de soberbia se burlan de la ley, que la viola antes de hacerla suya, enmendarla y aplicar parches sobre esos mismos cambios. Porque la vida es así y a quien obra mal, tarde o temprano se le pudre… la conciencia.
Mientras el país en crisis, incendiado por la violencia, caída de los ingresos especialmente petroleros donde las exportaciones cayeron 45 por ciento y las deudas crecieron. El déficit como la carestía aumentan y con ello las expectativas de metas económicas y sociales, se van distanciando y se vuelven inalcanzables, al menos no sin comprometer aún más el gasto por la vía del crédito.
En cuanto a la violencia, que bueno que ya detuvieron a 800 gatilleros y mataron a varias decenas, pero la criminalidad está a tope, contamina todos los sectores y territorios y eso ya causa pérdidas millonarias… ¡Felicidades!