Opinión| México quiere paz… grito de guerra de AMLO
Nuestro actual presidente no tiene idea de las consecuencias reales y jurídicas de sus actos.
Por: Marco Antonio Aguilar Cortés
El presidente de México nunca debe estar deschavetado ni rabioso.
Sólo alguien que tenga una locura iracunda se va hasta el Puerto de Veracruz para que, “se me escuche, y se me oiga lejos”, refiriéndose a los mensajes que dirige a la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación, y al gobierno de los Estados Unidos de América.
La sede de la Suprema Corte es vecina (calle de por medio) de Palacio Nacional; y, además, el único que ha decretado rompimiento total del vínculo entre estos dos poderes es el presidente López.
Desde aquellas costas del Golfo de México el primer mandatario de la nación provocó olas de turbación, y de maldad, furibundas: “Estoy dando instrucciones irremisibles a los secretarios del gabinete para que no les hablen por teléfono a los ministros, ni acepten ninguna comunicación con el Poder Judicial Federal”.
Nuestro actual presidente no tiene idea de las consecuencias reales y jurídicas de sus actos.
Únicamente por retórica populista (para exclusivo consumo de un pueblo-masa, cegado por una demagogia ramplona) se explica, sin justificarse, que el presidente López grite desde Veracruz: “Se habla en EU de que su ejército intervenga en México, al darles ellos a la delincuencia organizada de nuestro país el trato de terroristas”.
Y agregó Amlo: “Tenemos la capacidad para tratar y resolver ese problema, por lo que no queremos ayuda de nadie, aunque su ofrecimiento sea con buenos propósitos. Ese asunto sólo corresponde a la soberanía de México”.
¿Qué necesidad tiene de levantar polvaredas el señor autócrata?, cuando todos los días visita Palacio Nacional el embajador estadunidense Ken Salazar, a quien puede entregar notas diplomáticas oficiales, con acotamientos verbales explicativos.
Pero, así, no le acomoda formalizar con seriedad profesional esos asuntos de su incumbencia constitucional.
Lamentable es que use dos caretas antijurídicas e inmorales: una, la humillada y humillante, de servil ante los poderosos y, la otra, de bravucón de lejecitos y con multitudes acarreadas.
Tenemos, por ende, un discurso presidencial contradictorio. El presidente López asegura: “México tiene una gran autoridad moral”; ¡y esto es cierto!, pero Andrés Manuel carece de ética.
Padecemos de unidad nacional por culpa del ejecutivo López, quien todos los días de su mandato se ha encargado de dividir a los mexicanos; ¿cómo es qué ahora afirme, sin dejo de vergüenza, que los mexicanos estamos unidos, en torno a que el presidente proteja con sus simpatías y abrazos a la delincuencia organizada?
Las organizaciones criminales se encuentran globalizadas; así que, para superar ese mal, las soluciones deben ser globalizadas.
Es una equívoca política internacional, por parte del presidente López, lanzar el grito de guerra, en contra de cualquier país.
Ahora el torpe es López Obrador al incitarnos a la guerra; ayer lo fue Felipe Calderón; ambos son belicosos sin ningún sentido.
La terrible situación en la que el presidente López tiene a la población mexicana, nos invita a valorar con inteligencia a la seguridad, nos exige que con prudencia tengamos un manejo activo y equilibrado, y nos obliga a que con toda dignidad conquistemos la paz, diciendo no a la guerra, aplicando el principio de respeto mutuo entre naciones y entre individuos.
¡No a la guerra!, camarada López.
Ni siquiera su salud personal le permite ser belicoso. Ni su covid ni su corazón le admiten ser ni conscripto en bravatas de barrio.