Diciembre 2023Investigaciones
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El devenir de una ciudad Patrimonio de la Humanidad

Esta semana se conmemoraron 32 años de la emisión de la declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad a favor del Centro Histórico de Morelia

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

Esta semana se conmemoraron 32 años de la emisión de la declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad a favor del Centro Histórico de Morelia por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

La fecha fue propicia para que, ante la placa conmemorativa de la inclusión de la zona de monumentos históricos de Morelia en el catálogo de patrimonio cultural de la humanidad, el orador oficial Carlos Eduardo Mendoza Rosales destacase que el centro de la capital michoacana dispone de características que, por sí mismas, le han valido el reconocimiento y la admiración de residentes, paseantes, turistas y visitantes.

No obstante, también hizo hincapié en que es necesaria la incorporación del Estado mexicano y la sociedad civil para la creación de esquemas de colaboración y cooperación para el cuidado de estos inmuebles, mediante compromisos orientados a la salvaguarda del legado edificado de la ciudad.

Y fue más allá, al señalar que, actualmente el Centro Histórico de Morelia se debate entre las presiones por el cambio de uso del suelo, de habitacional a comercial; la explotación, y la gentrificación, así como por la necesidad de preservar las edificaciones, en la medida de lo posible, en sus condiciones primigenias.

Sin duda alguna, consideró que esto ha llevado a que se deba priorizar la búsqueda de un punto de equilibrio entre la conservación y la modernización. Concluyó la investigadora Esperanza Ramírez Romero, especialista en arquitectura y una de las impulsoras de la declaratoria, diciendo que ahora son los jóvenes quienes reciben la estafeta de la protección de la ciudad y su historia edificada. “En sus manos está Morelia”, subrayó.

¿Es un privilegio vivir en ella?

“Patrimonio de la humanidad” es un concepto que para muchos no tiene mayor trascendencia; es un título que aparentemente no tiene un sentido mayor que el ubicarlo como destino turístico al salir de vacaciones; vivir en un lugar así es otra cosa, porque implica responsabilidad y respeto, amén de conocer lo que ha sucedido en el sitio y su devenir histórico y cultural.

Morelia es una ciudad llena de rincones plagados de misterio y que tienen mucho qué contar. El bagaje del que hace gala, difícilmente se puede encontrar en otro lugar y hoy, aunque brevemente, vale la pena recordar.

La ciudad se fundó como población oficial el 18 de mayo de 1541 por orden del virrey Antonio de Mendoza, llamándosele Guayangareo; el nombre de Valladolid se le otorgó tiempo después, en la segunda mitad del siglo XVI, lo mismo que el título de ciudad y un escudo de armas. Se considera que su importancia como población comenzó a desarrollarse a partir de 1589, cuando se trasladaron a ella, desde Pátzcuaro, la sede episcopal de Michoacán y las autoridades civiles.

No destruir es ya construir, y preservar es una forma de recrear; en este empeño, Morelia busca su propia aportación, ya que una de las actitudes de conciencia, característicamente moderna, es la del respeto al patrimonio cultural heredado. Tal es la responsabilidad que implica el decreto federal de protección al centro histórico de Morelia, donde se incluyen no menos de mil 113 edificios, de los cuales se consideran relevantes 260, número indicador de la gran riqueza monumental que aún posee la ciudad.

La urgencia hoy por hoy es impulsar el cuidado de este patrimonio material para preservarlo para las futuras generaciones, sin impedir el uso cotidiano y racional de los inmuebles. El centro histórico de Morelia es uno de los más relevantes de México, tanto por la trascendencia histórica que de él ha dimanado al país, como por su monumentalidad. Por ello, desde hace tiempo, se han tomado medidas proteccionistas legales que, a pesar de las fallas en su aplicación, han contribuido a la conservación integral de los monumentos en un porcentaje alto.

Salvo algunas mutilaciones y aperturas de calles, sobre todo en las zonas aledañas a los antiguos conventos, ocurridas en el siglo pasado con motivo de las leyes de Reforma, el centro histórico se ha conservado urbanísticamente muy completo. En realidad, esta área es la que ocupaba la antigua Valladolid de las postrimerías del siglo XVIII, cuya traza se plasmó en el hermoso plano levantado por órdenes del virrey Don Miguel la Grúa Talamanca y Branciforte, en 1794.

Sobre la delimitación de esa primitiva área urbana, que es probablemente la colonial, se han emitido reglamentos y decretos protectores. Por ejemplo, el reglamento para la conservación del aspecto típico y colonial de la ciudad de Morelia que con carácter estatal se promulgó el 18 de agosto de 1956; el decreto presidencial, que federalmente declara al centro histórico de Morelia zona de monumentos históricos, firmado por el presidente de la república, Carlos Salinas de Gortari, el 14 de diciembre de 1990 y publicado en el diario oficial el día 19 del mismo mes.

Finalmente está la declaración oficial de la UNESCO, en cuanto a que es patrimonio cultural mundial, del 12 de diciembre de 1991. Lo anterior hace notar el gran significado cultural que el centro histórico de Morelia tiene.

El memoricidio

No existe nada que dé más orgullo a una nación que su memoria histórica; ella nos habla de quién es y qué es lo que será del país; sin embargo, el conocimiento acerca de su importancia no siempre es manifiesto y por tanto consciente o inconscientemente se daña el patrimonio cultural.

En una ciudad considerada como legado histórico de la humanidad, la manifestación más evidente de la memoria cultural es la arquitectura; los antiguos edificios están a la vista y a la mano de todos, por lo tanto, es una enorme responsabilidad su cuidado y utilización. No obstante, en una ciudad como Morelia, ni ciudadanos ni autoridades ponen el empeño necesario para conservar lo que durante 5 siglos ha sobrevivido a guerras, revueltas y revoluciones.

Actualmente los viejos edificios de cantera, muchos de ellos escenario del devenir histórico de México, presentan cicatrices derivadas del vandalismo de diversos grupos sociales e incluso de la ignorancia de sus autoridades, las que trasgrediendo la ley que deberían defender, permiten por cuestiones políticas que se prosiga causando daños a los inmuebles.

Hace algunos años, en 2014, fue aprobada por el cabildo de Morelia la llamada ley anti grafiti, lo que de acuerdo a versiones oficiales, disminuyó considerablemente el número de pintas en los inmuebles del centro histórico de Morelia.

Cabe mencionar que esta ley regula y sanciona esta expresión cuando se trata de daños a terceros o al patrimonio de la ciudad. La misma contiene un catálogo de lugares donde se permitirá hacer “murales artísticos con pintura en aerosol” y que se consideran como formas de grafiti: tag (firma), cómics (caricaturas); bomba (letras gruesas); 3D (tercera dimensión), murales, stickers (adhesivos) y todas las formas de pintas, marcas, rayones o inscripciones, plasmados sobre un bien inmueble o mueble, sobra decir que no se consideran como grafiti las pintas con mensajes políticos.

Desde hace años, varios edificios históricos de la zona de monumentos, tales como la catedral, el acueducto, la biblioteca pública y los templos de San José y San Francisco, aparecen cíclicamente grafiteados, aunque con acciones como la ley anti grafiti se llegó a reducir al daño hasta en un 20 por ciento.

La capital michoacana es una de las de mayor historia de México; entre sus inmuebles vivieron algunos héroes por los que ahora tenemos libertad y por más que se instalara una cámara de vigilancia en cada una de las 219 manzanas del centro histórico, por más que el estado o la federación pusieran un policía en cada una, los grafitis seguirán si no se hace algo al respecto mediante la educación.

Muchos daños

Al día de hoy, de los 11 mil 300 inmuebles del centro histórico, mil 35 tienen grafitis, de los cuales 188 forman parte del listado de monumentos del INAH, siendo las vialidades de Allende, Valladolid, Bartolomé de las Casas, Antonio Alzate, Corregidora, Ortega y Montañez, Guerrero, 20 de Noviembre y Santiago Tapia, los lugares donde mayor reincidencia existe.

Cabe destacar que una vez que el daño está hecho y antes de comenzar cualquier trabajo de restauración o eliminación de grafitis, el INAH debe extender una licencia que, en el caso de los inmuebles de cantera, determina la serie de colores que pueden ser usados, a partir una paleta cromática con tonos pastel y mate.

Callejón del Romance (Romance Alley), Morelia (Mexico)

Acto seguido para la restauración se aplica un solvente para remover la pintura y con agua caliente a presión de vapor se procede a borrar el grafiti. Por otra parte, y paradójicamente, el retiro de pintas de fachadas que no están hechas de cantera y que presentan aplanado, es más difícil de realizar, toda vez que primero debe igualarse la pintura al tono exacto que posee el inmueble, lo que muchas constituye un verdadero reto al envejecer la pintura a través de los años, motivo por el que a veces se opta por pintar toda la fachada, antes que dejar el edificio desfasado en su color.

Los costos para retirar pintas de fachadas de cantera y aplanado son aproximadamente de 150 pesos y 56 por metro cuadrado, respectivamente, aunque es importante señalar que para eliminar por completo los mil 35 grafitis del primer cuadro de la ciudad, serían necesarios cerca de 2 millones de pesos, lo que resulta una cantidad que excede los recursos con los que se cuenta para esta tarea.

De “Mugrelia” a una ciudad impecable

Antes de 2001, la capital michoacana era una de las ciudades más sucias en México y en el caso de su centro histórico, el patrimonio arquitectónico se hallaba opacado y en muchos casos oculto por el hedor, inmundicia e insalubridad que emanaban de los miles de puestos ambulantes del comercio informal desorganizado y sin ningún control por parte de la autoridad, que se ubicaban permanentemente en áreas como los portales o en torno a la plaza de armas, varias calles y algunas plazas públicas, hecho por lo que popularmente Morelia era conocida como “Mugrelia”.

La mañana del 5 de junio de 2001, la ciudad amaneció con su centro histórico despejado del comercio informal, lo que se debió a una iniciativa ciudadana que junto a la coordinación de los tres niveles de gobierno se definió en un programa para rescatar los espacios públicos del centro de Morelia para conservarlos y entregarlos a la ciudadanía.

El plan concretado incluyó la reubicación de los oferentes en espacios comerciales que se habilitaron en puntos estratégicos del centro histórico. Es de recordar que como ha ocurrido en los últimos años en todo el país, muchas personas se hallan sin oportunidades de empleo, por lo que recurren al comercio informal o ambulantaje, Morelia no era la excepción.

El 23 de julio de 1999, en su visita a la ciudad, al presidente de la república de entonces le fue presentado el programa de rescate del centro histórico de Morelia, quien manifestó su satisfacción por la concientización de las distintas organizaciones de la sociedad civil, de las propias autoridades estatales y municipales para evitar el deterioro de este patrimonio de la humanidad, señalando además que el centro histórico de Morelia era uno de los bienes históricos y culturales más extraordinarios que tiene México.

Hasta ese momento, el entorno habitual del centro histórico moreliano era el de cientos de puestos de comercio informal ubicados en plazas, jardines, portales e incluso la vía pública; el problema nació en la década de los setenta, así que para muchas generaciones eran desconocidas las bellezas arquitectónicas y los elementos de una época colonial ida que fue característica en la historia de México.

El 5 de junio de 2001 eso cambió, cuando luego de una larga gestión de 2 años que involucró a todos los órdenes de gobierno, se logró la instalación de 7 plazas comerciales donde finalmente fueron reubicados, muy a su pesar, los vendedores callejeros.

Los gobiernos estatal y municipal de ese entonces llamaron al hecho reubicación del comercio ambulante, pero los protagonistas, los que vivieron las consecuencias de la acción, lo llamaron un vil y violento desalojo, en el que cientos de policías equipados con toletes y escudos de plástico tiraron los puestos semifijos de portales y plazas de los más de dos mil comerciantes informales del centro histórico.

La costosa acción, aplaudida por muchos, principalmente por la iniciativa privada y gobiernos de otros estados, tuvo graves consecuencias que nunca se terminaron de solucionar.

Hasta hoy, aún cientos de oferentes no tienen un local dónde trabajar, algunos se convirtieron en choferes de taxi o combi del transporte público, algunos se marcharon a Estados Unidos, otros siguen de ambulantes, pero sólo en tianguis, otros más tienen locales en plazas comerciales que nunca funcionaron y sólo algunos, muy pocos, tienen un local con un regular funcionamiento.

Varios más dejaron de ser oferentes, unos más dejaron este mundo, se enfermaron u hoy dependen de sus hijos ya mayores; en esa época se otorgaron a cientos de ellos locales en plazas que utilizan como bodegas o están abandonados y colmados de polvo y telarañas.

Al conversar con ellos, todavía recuerdan con coraje aquella madrugada del 5 de junio en que fueron avisados de que sus puestos semifijos colocados en portales, banquetas y plazas estaban siendo tirados por el gobierno con la ayuda de policías.

Existen aún los testimonios de varios oferentes que intentaron impedir el desalojo, pero no lo lograron y sólo les quedó observar con lágrimas en los ojos cómo las armazones de sus locales eran trepadas a camiones oficiales para ser llevadas a la antigua Expo Feria Michoacán.

Pero con todo y este devenir, Morelia sigue siendo patrimonio cultural de la humanidad, imán para propios y extraños; para los primeros es una gran responsabilidad, para los segundos es siempre será motivo de admiración.

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