Abril 2023Investigaciones

La labor infantil olvidada en el día del Trabajo

Uno de los cuentos más célebres de Hans Christian Andersen es “La vendedora de cerillas”, cuya crudeza parece ser sólo una creación de la imaginación de un escritor de cuentos infantile

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

Uno de los cuentos más célebres de Hans Christian Andersen es “La vendedora de cerillas”, cuya crudeza parece ser sólo una creación de la imaginación de un escritor de cuentos infantiles; pero la realidad supera la ficción, y lamentablemente las historias de niñas y niños pobres, hambrientos y trabajando, no son fantasía y sí se encuentran presentes en México y en particular en Michoacán en pleno siglo XXI, pues es frecuente que en un mundo globalizado vivan millones de niñas y niños que cotidianamente pierden su infancia.

Esta semana se conmemorarán dos fechas significativas: uno es el mal llamado “Día del Trabajo” (porque se celebra descansando) y el otro el “Día del Niño”; en este marco, Michoacán ocupa el tercer lugar nacional en trabajo infantil; de acuerdo con el Informe nacional sobre la violencia contra niñas niños y adolescentes 2022, elaborado por la asociación World Vision México, con base en una encuesta en 28 municipios de Michoacán, la principal forma de trabajo infantil es en campos agrícolas, diversas formas de comercio o servicios así como trabajo doméstico.

El informe se construyó con 2 mil 014 encuestas, en Angangueo, Ario, Charapan, Charo Chavinda, Churintzio, Huandacareo, Huaniqueo, Indaparapeo, Jungapeo, La Piedad, Lázaro Cárdenas, Morelia, Morelos, Múgica, Nuevo Urecho, Ocampo, Queréndaro, Tacámbaro, Tepalcatepec, Tocumbo, Turicato, Tuzantla, Zacapu, Zináparo, Zinapécuaro, Ziracuaretiro y Zitácuaro.

Las encuestas fueron realizadas entre grupos distintos de personas: jóvenes, varones, mujeres, personas de 35 a 50 años, adultos mayores, paterfamilias y líderes de la comunidad, dando como resultado que quienes más abandonan la escuela son las niñas de entre 8 y 12 años, principalmente porque se les requiere para colaborar en los quehaceres domésticos, algunas veces en condiciones no adecuadas; a su vez, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México hay 25.2 millones de niñas y niños de 0 a 11 años; es decir, uno de cada cinco habitantes en el país es niño o niña.

Celebrar a los pequeños no es nuevo; en México, el Día del Niño fue reconocido en mayo de 1916, en Tenayuca, Veracruz, pero se oficializó hasta el 30 de abril de 1924. En esta fecha es común ver festivales conmemorativos, entrega de juguetes y golosinas para las y los menores.

Sin embargo, el informe de World Vision México advierte que los derechos de la niñez no están garantizados, por lo que urge a hacer cumplir y actualizar los marcos legislativos para mejorar las condiciones de vida de la infancia de todos los contextos socioculturales.

Lo anterior pareció olvidarse luego de los meses de reclusión derivados de la pandemia por COVID-19, cuando las encuestas arrojaron que en las zonas rurales los niños se vieron forzados a realizar trabajos en el campo, la construcción, minería y otras actividades con cifras que rebasaron la tasa de crecimiento de dicho fenómeno previo a la contingencia sanitaria que inició en 2020.

No todo es malo, pero…

Aunque no todo el trabajo efectuado por niños debe ser clasificado como negativo; la participación de niños o adolescentes en un trabajo que no afecta su salud y su desarrollo personal o no interfiere con su educación es considerado, por lo general, como algo positivo. En él se encuentran incluidas actividades como ayudar a sus padres en la casa, asistir en un negocio familiar o ganar dinero para sus gastos personales fuera de las horas de escuela y durante las vacaciones escolares. Éstas y otras actividades contribuyen al desarrollo de los niños y al bienestar de sus familias, ya que les hacen obtener habilidades y experiencia y les prepararan para ser miembros productivos de la sociedad durante su vida adulta.

Sin embargo, el reto se encuentra en el otro tipo de trabajo infantil, el trabajo que priva a los niños o adolescentes de su infancia, su potencial y su dignidad, y que es nocivo para su desarrollo físico y mental. Se refiere al trabajo que es física, mental, social o moralmente perjudicial o dañino para el niño y que interfiere en su participación escolar privándoles de la oportunidad y el derecho de ir a la escuela, obligándoles a abandonar a destiempo las aulas escolares o a que combinen la asistencia a la escuela con largas jornadas de trabajo pesado con escasa o nula retribución.

En sus formas más extremas, el trabajo infantil implica niños o adolescentes que son esclavizados, separados de sus familias, expuestos a graves riesgos y enfermedades y/o abandonados a valerse por sí mismos en las calles de las grandes ciudades, casi siempre a muy temprana edad. Esa forma laboral es considerada en los convenios internacionales y en las legislaciones nacionales como una violación de los derechos humanos fundamentales de los pequeños.

Entre las principales actividades que realizan los niños trabajadores se encuentran la venta ambulante, aseo de calzado, cargadores de bultos, limpieza de autos y parabrisas y trabajo doméstico, entre otros. Y las consecuencias más comunes por el desempeño de esas actividades son, entre otras, el bajo rendimiento escolar, falta de asistencia regular a la escuela, violencia, maltrato, inicio temprano de la vida sexual (con la consecuente falta de información sobre las enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados), la explotación sexual comercial infantil, el consumo de drogas y la trasgresión de las leyes.

“Aquí siquiera gano 100 pesos”

“Aquí siquiera me gano 100 pesos, en mi tierra, cuando hay trabajo haciendo jícaras y guajes, cuando mucho me dan 50”, dice Rosa Rosendo, indígena de Chilapa, Guerrero, quien de esa manera justifica su dura labor sembrando y cosechando melón en San Jerónimo, municipio de Huetamo.

Raquítica, de no más de 1.35 de estatura y apenas rebasando los 12 años, Rosa denota retraso mental y el sufrimiento de alguien que ya no espera gran cosa de la vida. Con dificultad, en el marco del Tianguis Artesanal de Uruapan de la pasada Semana Santa, relata que viene de las montañas de Guerrero, de Chilapa, para vender su mercancía; en su lugar de origen se dedican a la elaboración de artesanías con guajes y jícaras, pero resulta que no las pueden vender ahí, así que al igual que muchos de sus paisanos, ha tenido que emigrar donde hay trabajo agrícola, donde les pagan 100 pesos la jornada, que empieza apenas sale el sol y termina cuando ya la oscuridad cubre los campos.

Cuando Rosa no está elaborando sus jícaras primorosamente pintadas, se encuentra en los campos meloneros con toda su familia, de la que, a excepción de los niños más pequeños, todos alquilan su fuerza de trabajo. “No vamos a la escuela, porque los maestros nunca vienen y además, para qué, si aquí nos pagan 500 pesos (a la semana)”.

La carencia de instrucción escolar, pese a contar con aulas en los campamentos, se hace una con la falta de atención médica, de acuerdo a lo que relata Rosa, quien señalando sus senos, nos explica que “aquí en mi chichita me salió una bola, que me duele mucho y no he podido ir a ver al doctor”.

La razón de no ir a recibir servicio médico, es porque no tienen ese servicio y de necesitarlo, lo tienen que pagar ellos mismos en la cercana población de San Jerónimo, “pero pus ahora no tenemos con qué”.

Ella es una muestra de la explotación infantil, porque no sabe leer ni escribir y mucho menos entiende de horarios. Para ella, al igual que para sus hermanitos, el día empieza despuntando el alba y en ocasiones termina a las 16 horas, cuando los instructores de la escuela llegan, por lo que entonces debe pasar por lo menos 4 horas en el aula, “hasta que ya es de noche”.

Si el maestro no llega, deben cumplir la jornada en el campo, hasta que se pone el sol. El trabajo, bajo el sol inclemente de Tierra Caliente, se suspende a las 13 horas para comer… alimentos que los propios trabajadores pagan y consumen bajo los árboles cercanos a los sembradíos hasta las 14 horas. Muchas veces, este es el único alimento que consumen en el día.

Miles y miles bajo el sol

Como ella, hay cientos de pequeños y adolescentes cuyas edades fluctúan entre 5 y 17 años, quienes han perdido su infancia entre la siembra y cosecha bajo el sol o bien encaramándose en los vehículos para limpiar parabrisas en los cruceros de las principales ciudades de la entidad para ganarse un peso y de nuevo Michoacán ocupa otro de los primeros lugares nacionales, esta vez en materia de trabajo (o explotación, como se le quiera ver) infantil.

La paralización de los sistemas educativos por cerca de 2 años y la imposibilidad de cientos de miles de familias de costear el acceso a la educación virtual, derivó en los niveles más altos de deserción escolar de la historia reciente. Lo anterior, combinado con la pérdida de miles de empleos de hombres y mujeres como sostenes se familia, detonaron el fenómeno que ya venía creciendo.

El impacto por la pandemia llegó a miles de niños de todo el estado. Según la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación del INEGI, alrededor de 1.5 millones de niños, niñas y adolescentes entre 3 a 18 años no se reinscribieron en el ciclo escolar 2020-2021 por causas relacionados con la pandemia, incorporándose a muy temprana edad a las filas laborales.

Un niño realiza malabares entre las filas de vehículos en Ciudad de México (México). EFE/Sáshenka Gutiérrez

Para soslayar el problema, se han emprendido muchas acciones, tanto nacionales como internacionales, para erradicar el trabajo infantil, porque la meta es erradicarlo a la brevedad posible. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de los 160 mil pequeños en un rango de edad de los 5 a los 17 años que trabajan en Michoacán, 29 por ciento lo hacen en el sector agrícola, en donde están expuestos a peligros causados por animales e insectos, a sustancias tóxicas y agroquímicos, enfermedades respiratorias y jornadas excesivas de trabajo.

El organismo también estima que 53 por ciento trabaja vendiendo chicles en los cruceros, limpiando parabrisas o haciendo malabares circenses. El 68 por ciento de los niños que trabajan no reciben salario, y de los que sí reciben, 31 por ciento lo aporta al hogar. En tanto, 27 por ciento de los infantes trabaja más de 35 horas a la semana.

Aunque la Ley Federal del Trabajo establece que las empresas que contraten menores de edad se hacen acreedoras a una sanción económica que va de 3 a 315 días de salario mínimo y la severidad de la misma dependerá de la falta y del criterio que apliquen los inspectores de la dependencia, en el caso de las empresas transnacionales, la norma parece ser letra muerta.

Por otra parte, en Michoacán, como en el resto de zonas agrícolas del país, la autoridad permite que las transnacionales agrícolas se aprovechen de la necesidad de ingreso de los jornaleros y extienden su explotación laboral hacia los menores de edad. En estos casos, denuncian los niños, no pagan horas extras y trabajan jornadas superiores a las 12 horas.

Se trata de erradicar, pero…

La protección y garantía de los derechos de los niños se refiere a la creación de acciones de prevención y de atención, de respuesta y erradicación a la violencia contra niñas y niños en cualquiera de sus múltiples expresiones, a la explotación y el abuso contra ellas y ellos.

Hace 50 años podían alejarse de la triste realidad de las fábricas y de otros tipos de labores; pero hoy los niños tratan de conseguir pequeños trabajos, incluidos los domésticos e intentan, recorriendo las calles y avenidas, vender toda una gama de productos artesanales e industriales y en algunos casos su propio cuerpo. El objetivo es en la mayoría de los casos, agregar a la renta familiar un poco de dinero que permita evitar ser una carga más en la empobrecida economía familiar, sobre todo después de la pandemia.

La pobreza es la condición que más propicia la vulnerabilidad de los derechos de niñas y niños, así como su escaso respeto y cumplimiento, con el riesgo de que los menores sean víctimas primordiales de todo tipo de abusos, que son aceptados porque es necesario enfrentar la pobreza, refieren los especialistas.

Se recurre al trabajo como la mejor forma de sobrevivencia, el que por sus propias características es utilizado por patrones rapaces y explotadores que en complicidad con inspectores de trabajo cierran los ojos y niegan que exista esta utilización de niñas y niños pobres con necesidad de trabajar. Su trabajo no es “oficial”; no hay ninguna entidad gubernamental o autoridad tributaria que sepa que están trabajando, porque no están oficialmente empleados. En muchos casos, las personas para las que trabajan no están registradas como empleadores.

Para la solución de lo anterior, es necesario trabajar cotidianamente para revertir la desequilibrada situación que enfrenta la niñez. Una de estas acciones es la conmemoración del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, instituido por la OIT en 2002, como una forma de hacer un llamado al mundo sobre la gravísima situación que viven los niños.

La fecha es el 12 de junio y su objetivo es difundir y accionar en el creciente movimiento mundial contra el trabajo infantil, reflejado en el gran número de ratificaciones del Convenio número 182 sobre las peores formas de trabajo infantil, el Convenio número 138 sobre la edad mínima de admisión al empleo, y más recientemente en el Convenio 189 que versa sobre la regulación del trabajo doméstico.

La Ley Federal del Trabajo prohíbe el empleo de los menores de 14 años y para los adolescentes de 14 y 15 años establece como condición una jornada máxima diaria de seis horas; sin embargo, esta condición no se cumple.

Aunque las acciones son limitadas y no son las soluciones globales que requiere la niñez trabajadora, al menos se busca reducir por la vía de la aplicación de la ley, las brechas de desigualdad que hoy enfrentan las y los niños mexicanos y michoacanos.

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