Investigaciones

Profesionistas, en quiebra

No es suficiente con lamentarse, pues en términos reales, para salir de la precariedad sería necesario ganar más de 2 salarios mínimos diarios, lo que se traduce en unos 15 mil pesos al mes.

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

No es suficiente con lamentarse, pues en términos reales, para salir de la precariedad sería necesario ganar más de 2 salarios mínimos diarios, lo que se traduce en unos 15 mil pesos al mes. De acuerdo con datos de la última Encuesta Nacional de Egresados, del Centro Laureate de Opinión Pública (2023), menos de 1 de cada 10 universitarios ganan más de 15 mil pesos en su primer empleo, mientras que el promedio real de lo que ganan es de 7 mil 500, que es el salario mínimo.

Pero si a lo que nos referimos es a una brecha salarial, sólo 3 de cada 100 mujeres profesionistas ganan más de quince mil pesos al mes; sin embargo, también es de destacar que cerca de 30 por ciento de los egresados gana menos de un salario mínimo mensual.

Eso nos hace concluir que a pesar de tener un título universitario bajo el brazo, son muy pocos los egresados que logran obtener empleos para salir de la precariedad y terminan en el mejor de los casos en la informalidad o malbaratando su mano de obra en empleos que no son para su perfil universitario.

En definitiva, el futuro no parece muy alentador para los millenials; de prevalecer la actual situación económica para los nuevos profesionistas, todo suena a que tendrán un futuro en la pobreza, y sin una política de desarrollo transexenal, aunque el actual cambio de administración diga lo contrario; quizá la situación no sólo empeore en las próximas décadas, con cada vez más universitarios que egresan año con año, sino que muchos de ellos acabarán abaratando sus propios estudios al aceptar trabajos que no están a la altura de sus estudios.

Una tristeza el primer sueldo

Las universidades están ahí, las opciones educativas se publicitan todos los días y se les vende a los jóvenes el sueño de que la educación universitaria es la forma por excelencia de movilidad y progreso social. Si bien es verdad que en muchos casos esto es cierto, no lo es menos que para millones de profesionistas millenials la situación es diferente, porque se encuentran debajo de la línea de la pobreza, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval)

De todos es sabido que el salario mínimo actual es una apología de que el infierno está lleno de buenas intenciones, pero es verdad que ahora podemos saber que la situación es más fea de lo que pensamos, pues dos de cada tres profesionistas recién egresados (e incluso a algunos que se graduaron hace algunos años) ganan menos de 359 pesos diarios, que es lo que considera el Coneval una cifra justa para tener buena calidad de vida.

Algunos profesionistas son tan pobres que apenas si les alcanza para comprar una sopa Maruchan, ya no se diga para medio mantener una familia. El CONEVAL establece dos criterios básicos para decir que alguien se encuentra debajo de la línea de pobreza: el primero es la cuestión del salario y el segundo no tener cobertura de seguridad social.

De acuerdo con el Informe Anual de los Salarios 2023, elaborado por la Universidad Iberoamericana en base a la información del Consejo, 2 de cada 3 personas de entre 15 y 29 años viven en una situación de precariedad, ya sea porque no gana más de dos salarios mínimos al día o porque no tiene seguridad social.

Si eso lo comparamos con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE-INEGI) se puede ver que para el caso de los profesionistas de entre 20 y 29 años que tienen  educación media superior o superior, sólo 261 mil personas en todo el país ganan más de 5 salarios mínimos diarios.

Conforme a declaraciones recabadas por medios informativos durante el sexenio que está por terminar, hasta 2023 se habían creado más de 3 millones de empleos, lo que coincide con las cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social, pero esas mismas cifras muestran que el 80 por ciento corresponde a empleos de uno o dos salarios mínimos, o sea que están en la pobreza.

En otras palabras, sí se ha creado empleo, pero es un empleo que perpetua la pobreza y no permite la movilidad social. Si queremos ejemplos, baste con decir que una persona que gana un salario mínimo y quisiera obtener un crédito del INFONAVIT, tan sólo podría acceder a un crédito de alrededor de 220 mil pesos a 30 años. Si lo vemos a la luz de los precios promedio de la viviendas en México, emitidos por la Sociedad Hipotecaria Federal, eso no alcanza para comprar vivienda en ningún lado, pues el más bajo de todos es precisamente en Michoacán, con 555 mil 760.

Sin comprender el significado del futuro

Como se mencionó líneas arriba, los estudios no son garantía de éxito en la vida de los mexicanos, a pesar de que todavía se tenga la idea de que sucede lo contrario. Y esa actitud la podemos ver en las redes sociales; no hace muchos meses, una adolescente que se hizo llamar “la Mars” generó polémica y mucha viralidad al ser reproducidos sus mensajes en miles de ocasiones.

Mediante un video, explicó que a sus 16 años había renunciado a estudiar la preparatoria; criticó al sistema educativo y aconsejó a los jóvenes a dedicarse a lo que quisieran, en vez de esperar hasta terminar la universidad. Cientos de comentarios criticaron la postura de la joven, al mencionar que el estudio es una pieza importante para el desarrollo, pero un artículo del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) asegura lo contrario.

No se puede dejar de reconocer que la Mars tenía algo de razón, debido a que el estudio no es una promesa de tener una vida cómoda económicamente hablando, al menos en México y en especial en Michoacán. En 2005, un profesional universitario percibía por sus actividades 24 mil pesos mensuales; para 2016, su poder adquisitivo había caído hasta los 14 mil pesos; es decir, una reducción del 40 por ciento y para 2024 en muchos casos apenas si alcanza el salario mínimo.

De acuerdo con el WEF, desde hace varios años se observa la tendencia de que mientras los mexicanos cada vez estudian más, en contraste reciben menos salario; en tanto en el año 2000 casi la mitad de la población no tenía educación básica, para el 2016 esa cifra cayó al 32 por ciento. Pero, curiosamente, el salario promedio en México es de 7 mil 365 pesos, que es a su vez menos de la mitad del promedio de la OCDE, que oscila en los 16 mil pesos.

Pero los años de formación acompañados de sacrificios para alcanzar un mayor nivel de estudios y el alto riesgo de convertirse en ser una persona en situación de pobreza, no son el único problema, debido a que los trabajadores en México son de los que más trabajan a nivel mundial. El 29 por ciento de los empleados laboran hasta 2 mil 228 horas al año; lo que se traduce a más de 50 horas por semana.

No obstante, el salario bajo es un reflejo de varios factores, entre ellos, el WEF señala a la baja productividad del trabajador mexicano, ocasionada por la informalidad y la cultura del presencialismo. Además, asegura que los dueños y directivos no invierten en una mayor eficiencia laboral, con el fin de reducir las horas reglamentarias, lo que beneficiaría a empresas y a empleados.

Reiteramos: el gobierno federal ha celebrado la creación de millones de empleos, pero la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI reveló en mayo del 2023, que se incrementaron los empleos precarios, por su poca remuneración. Mientras en 2006, 9.3 millones de trabajadores percibían entre 2 mil 400 y 4 mil 800 pesos (entre uno y dos salarios mínimos); para el 2023, fueron 14.2 millones, cifra en verdad alarmante.

Antes los pobres eran los que no estudiaban

En una preocupante tendencia nacional, 68 por ciento de la población no vive del producto de su trabajo, pero sí depende de subsidios o transferencias de programas sociales como las becas del Bienestar para tratar de superar la estrecha línea de la miseria.

Un análisis publicado por Miguel Santiago Reyes Hernández, especialista del Instituto de Investigación para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, dejó de manifiesto que el sexenio que está por finalizar reporta una creación de empleo muy importante; sin embargo la mayoría de las plazas son de baja remuneración; de entre uno y dos salarios mínimos, con un ingreso inferior a 7 mil 500 pesos mensuales, lo que coincide con lo reportado por el Coneval e INEGI.

Esta última dependencia reportó que en 2023 se registró un aumento de 478 mil plazas que ofrecen un salario mínimo (de 248.93 pesos diarios); las que pagan dos salarios mínimos se incrementaron en 638 mil 886. Por el contrario, en los niveles de dos a tres, de tres a cinco y más de cinco salarios mínimos se perdieron 706 mil 861, 186 mil 176 y 734 mil 206 puestos, respectivamente, reportó el Instituto.

El estudio de Reyes Hernández señala también que durante los últimos años hubo una sustitución de empleos, donde profesionistas que ganaban más de cinco salarios mínimos (o más de 37 mil 350 pesos mensuales) fueron despedidos y recontratados (en otras empresas) con uno o dos salarios mínimos.

La realidad es que mientras mayor sea el nivel educativo, mayor es la pérdida del poder adquisitivo, porque se están cerrando las plazas que ofrecían seis, siete u ocho salarios para quienes tenían licenciatura y hasta posgrados.

Durante este sexenio el salario mínimo registró un alza real de más del 25 por ciento; pero entre los profesionistas o los que estudiaron una carrera la merma al poder adquisitivo se disparó hasta 50 por ciento en promedio.

“Hay quienes, ante la pérdida de empleo, la falta de oportunidades y precarización del mercado laboral, aceptaron la mitad de lo que ganaban; y eso los conduce a la pobreza”, afirmó el investigador de la Ibero.

Reyes Hernández fue más puntual en su estudio, puesto que explicó que los recién egresados son los más golpeados por la precariedad y la pobreza; condiciones causadas por los bajos salarios y la oferta de plazas donde no se toman en cuenta los conocimientos o las competencias.

En el grupo de 15 a 29 años de edad que ya trabajan o realizan alguna actividad económica, el investigador apunta que 33 por ciento tienen licenciatura y 8 por ciento algún posgrado, pero ganan entre uno y dos salarios mínimos, con ingresos de 7 mil 500 pesos mensuales.

“Estamos hablando de 41 por ciento de los jóvenes (equivalentes a seis millones 150 mil personas, menores de 30 años) con una carrera o maestría que viven en condiciones de pobreza; Pero si se toma en cuenta a quienes ganaban más de cinco salarios, que perdieron su trabajo y ahora ganan hasta menos de la mitad, se deben sumar tres millones 172 mil afectados más, lo que da un total de nueve millones 322 mil personas bajo la línea de pobreza, cuyos ingresos no alcanzan para comprar una canasta básica alimentaria para toda su familia y cubrir los servicios básicos.

Un negro futuro

Desde el año 2000, las oportunidades para acceder a empleos de calidad han disminuido y se agravaron en este sexenio, el cual dejará a casi la mitad de los mexicanos trabajando sin un seguro médico ni contrato laboral, y ganando menos de un salario mínimo, concluye también el informe “Desigualdades en México 2023”, presentado por El Colegio de México.

Dicho estudio identificó que desde hace 20 años las oportunidades para acceder a empleos de calidad en México han disminuido y la precariedad laboral se revela en tres datos contundentes: la proporción de trabajadores subordinados que ganan menos de un salario mínimo ha aumentado en más de 50 por ciento, la fracción con seguridad social no ha crecido y la de quienes trabajan sin contrato ha disminuido marginalmente.

De acuerdo con el estudio, a partir de la recesión de 2008 los salarios se han deteriorado en un 32 por ciento para las personas con alta escolaridad, sin una mejora sustancial en los ingresos de los otros grupos. Del año 2007 en adelante, los datos del IMSS muestran que los salarios en el sector formal no han aumentado. De hecho, con las tasas de inflación observadas, en 2023 el salario real mediano se encuentra casi al mismo nivel que en 2017.

Por otra parte, la mayoría de los mexicanos que nacen en un hogar en situación de pobreza tienen pocas posibilidades de escalar en su vida adulta al grupo de ingresos más altos, concluye el citado estudio.

El informe encontró que sólo 2.1 por ciento de personas provenientes de una familia situada en el quintil uno de la población, el de menor acceso a bienes y servicios, consigue ascender de adulto al quintil cinco, el de mayor ventaja económica.

Por el contrario, el 76 por ciento de los hijos de los hogares pobres se mantienen en los quintiles uno y dos cuando crecen, un dato que demuestra que México tiene una de las tasas de movilidad social más bajas del mundo, según el estudio.

“En México si una persona proviene de un hogar en situación de pobreza, tiene una alta probabilidad de permanecer en una situación similar cuando alcance la edad adulta”, sostiene el documento, lo que pone a los jóvenes egresados ante un panorama verdaderamente desolador.

Ante todo lo anterior, se hace indispensable (según la Encuesta Nacional de Egresados 2023) que las autoridades competentes formulen políticas públicas para alinear la educación superior con las necesidades económicas y sociales del país; que las instituciones de educación superior diseñen una oferta educativa actualizada y con base en las necesidades del mercado y que los estudiantes puedan elegir sus estudios profesionales con base en información actualizada sobre demanda de habilidades, empleabilidad e ingresos.

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