Opinión| Atávica pasión vengativa… ¿dónde anida la justicia?
Recientemente, el ministro de la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación Alberto Pérez Dayán formuló algunas reflexiones: “Somos, como Poder Judicial Federal (PJF), un suculento platillo para los gobiernos populistas y fracasados
Por: Marco Antonio Aguilar Cortés
Recientemente, el ministro de la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación Alberto Pérez Dayán formuló algunas reflexiones: “Somos, como Poder Judicial Federal (PJF), un suculento platillo para los gobiernos populistas y fracasados… cuando el Poder Ejecutivo Federal falla, busca la forma de culpar al Poder Judicial… el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador rebusca intimidar al PJF, amenazándolo, en diversas formas, con recortes presupuestales… cualquier ataque del Ejecutivo al Judicial es una afrenta al Estado de Derecho”.
Sus razonamientos fueron de carácter personal, al margen de que pudiese haber ministros con ideas coincidentes sobre el tema.
Y es que, claramente, la atávica pasión vengativa del presidente López respecto al actual PJF es muy precisa, imprudente y peligrosa para México.
El proyecto del obradorato es que todos los ministros, magistrados y jueces sean elegidos por voto directo del pueblo; es decir, de todos los mexicanos y mexicanas, sean o no ciudadanos/as; según palabras expresadas por la portadora del “bastón de mando”, y por el supuesto dueño perpetuo de ese inaudito bastón.
Ante tan pendenciera intención presidencial, el ministro Pérez Payán se quedó corto en su alegato.
No es una “afrenta al Estado de Derecho”; es destruir al Estado, y demoler al Derecho.
¡Eso es algo que no podemos permitir!
Nuestra Carta Magna establece que “El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión”; y los tres poderes de la unión son: “Poder Legislativo, Poder Ejecutivo, y Poder Judicial”.
Y la soberanía la ejercen (estos 3 poderes) en el ámbito de las atribuciones constitucionales que nuestro texto fundamental les impone. Así que es falso que el poder judicial sea autónomo. Mentira que sea una descentralización o una desconcentración. Es un poder que ejerce soberanía en todas las hipótesis y consecuencias de los artículos del 103 al 107 de nuestra Constitución federal, reglamentados por la Ley de Amparo. De ahí se desprende que exclusivamente son los “Tribunales de la Federación”, los que resolverán todo juicio de amparo y toda controversia que se suscite, con sus recursos e incidencias.
No es tan fácil, por ende, que un acto de autoridad retorcido por parte del Ejecutivo y el Legislativo federales, decida, sin más, quitarle sus fideicomisos al PJF, en una venganza patológica electorera.
Ahora, más que nunca, todos los integrantes del PJF deben y necesitan actuar, siempre, conforme a derecho.
Jamás se presten al malsano y tontejo jueguito de las vencidas con los otros dos poderes de la unión.
Nunca pierdan el decoro y la dignidad de su ejercicio soberano.
La mayoría de los justiciables de México calificamos mejor al poder judicial, que al ejecutivo y legislativo; y entendemos que en ninguno de los tres poderes hay perfección absoluta.
Por desgracia para nuestro país, tenemos al ejecutivo López que se ha enzarzado en una riña, dividiendo a la población, para enfrentarla entre sí.
El ejecutivo López se ha ganado a los 40 altos mandos de las fuerzas armadas; y hoy cosecha el odio de cientos de miles de soldados y marinos, expuestos (por la política cómplice de abrazos) a la prisión o a la muerte.
Conquistó el ejecutivo López para su movimiento, a las 20 familias más ricas de México; pero a los millones que forman a la clase media, y a los pobres, los tiene en contra; y quienes soterradamente saben que reciben limosnas del erario, con la humillante carga de que voten a favor de los que señale el dedócrata López.
Estéril y destructivo ha sido el obradorato.
La justicia anida en el voto ciudadano, quien ya encendió un reloj regresivo, el que marca menos de 360 días para que termine esta pesadilla llamada AMLO, o MALO; la sigla y la palabra son lo mismo.
Ambas equivalen a una época infernal, que será desvanecida por la fuerza de decenas de millones de votos, demócratas y libres.