Opinión| Días de guardar
Días de guardar
Ni verdad ni mentira
Por: Marco Antonio Aguilar Cortés
“Y es que en el mundo traidor, nada es verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira.”
Ese breve poema del filósofo y literato español Ramón de Campoamor (1817-1901), pareciendo muy subjetivo, lleva en su fondo una objetividad innegable.
Mire Usted, estimado lector, el concepto sólo es aplicable al “mundo traidor”; pero, además, el objeto tiene su propia naturaleza, mientras el sujeto que percibe observa bajo la relatividad de su tiempo, espacio, circunstancia y temperamento personalísimo.
Y esa mezcla de los elementos del conocimiento (objeto conocido y sujeto cognoscente) cuentan demasiado para evaluar viejas narraciones escritas, más imaginadas que ciertas, pero eso sí, hermosas fantasías humanas revueltas con ciertos hechos con registro histórico.
La llamada Semana Santa de este año 2022 es el objeto de este artículo, y es producto de cargas religiosas que, a su vez, sirve de referente en el otorgamiento de días de descanso para un mundo laboral capitalista.
Esta Semana Mayor, como también se le denomina, es como cada individuo la ve, la vive y la aprecia, según el color del cristal con que la mire, la goce, la padezca y estime.
Un católico repleto de dogmas, a la antigua usanza, la observará como la pasión, muerte y resurrección, del hijo de dios, enviado por su padre para enseñar el camino de salvación a los seres humanos.
Todo lo anterior sintetizado simbólicamente en esa semana, aunque narrado a mayor detalle en las cuatro biografías oficializadas de Jesús con el nombre de Evangelios: el de Mateo, el de Lucas, el de Marcos y el de Juan.
Evangelios autorizados, en principio, en el Concilio de Nicea del año 325 de nuestra Era.
Un católico, así, estimará esta fecha como días de guardar.
¡Muy sus cristales para tasar esos santos momentos! Y ante esa persona, todos debemos respetarla.
Escritores como Ernesto Renan, Giovanni Papini, Robert Graves, Diego Fabbri e Ignacio Burgoa, escribieron sobre algún aspecto de la vida de Cristo, con ánimo literario.
Ellos gozaron al escribir su obra. ¡Muy sus cristales para analizar este asunto!
Campoamor también fue atraído por esa vida de Jesús, y escribió una obra dramática, en verso y en ocho actos, bajo el título de ‘El hombre-dios’; empero, él mismo confiesa que cuando leyó la Divina Comedia de Dante, se dio cuenta de que éste “era un mal aprendiz, en comparación con los retorcidos inventos de castigos infernales que me metían los clérigos enseñantes en mi tierna y sensible cabecita infantil”.
¡Muy sus cristales para ver y juzgar esto.
El mexicano común de estos tiempos, en relación con la Semana Santa, ni es místico, ni es dogmático y, acaso, ni religioso; busca, más bien lo placentero.
El hedonismo a lo mexicano se observa en la mayoría de sus actos. ¡Muy sus cristales para la valoración de sus descansos en estos días de guardar!
Escrito lo anterior, el Jesucristo resucitado bien podría hacer suyo el poema de Santa Teresa de Jesús (1515-1582), aquella inteligente mujer de Ávila que, formando dentro de la orden de ‘las carmelitas’, consideraba a su imaginación como “la loca de la casa”:
“Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero”.
¡Muy sus cristales!; empero, muy dignos del hijo de dios, que sobre todo fue y es hijo del Hombre.
Por cierto, con cerca de 17 millones de votos emitidos en ese inconstitucional evento de “revocación”, con todo y acarreados, ilegalidades, y la fuerza económica y política del presidente Andrés Manuel López Obrador y sus ciegos seguidores, incluyendo a los gobernadores, preguntémosles: ¿en qué quedaron los 30 millones de votos del 2018 que constantemente presume como propios el autócrata?; éste, se está desmoronando.
¿Cómo mirarán a través de sus cristales, el pésimo fruto de su mala siembra?