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Opinión| Él y ella… Corruptos y farsantes

Al menos yo, nunca he visto a la belleza ni a la justicia ni a la honradez.

Por: Marco Antonio Aguilar Cortés

Al menos yo, nunca he visto a la belleza ni a la justicia ni a la honradez.

Lo que, sí, he observado son cosas bellas, he visto actos justos, y he apreciado conductas honradas.

Vivo en el mundo de lo concreto. No existen absolutos; y la relatividad explicada por Albert Einstein se ha probado plenamente, con la añadidura de las incertidumbres cuánticas, en el macro y en el microcosmos.

Así, belleza, justicia y honradez, son conceptos generales otológicamente dialécticos.

Explicado lo anterior, me referiré a la honradez en el campo de la política electoral.

Hugo Chávez como presidente venezolano fue el primero en decir: “Yo ya no me pertenezco; yo ya le pertenezco al pueblo…”

El presidente Andrés Manuel López Obrador plagió la frase de Hugo Chávez; y, sin citarlo, repitió: “Yo ya no me pertenezco; yo ya estoy al servicio del pueblo…”

Plagiar es un robo, es un hurto. El deshonesto López al apropiarse de una frase que no es suya, se exhibió como un corrupto.

La candidata Claudia Sheinbaum, sin ser presidente, y sin citar al primer plagiario ni mencionar quién produjo esa frase en principio, aseveró repitiendo: “Yo ya no me pertenezco… no puedo equivocarme… represento al futuro de la patria…”

Como segunda plagiaria se convierte en corrupta, y rotundamente se equívoca, pues exclusivamente representa a su amo y jefe de su campaña.

Ambos, él y ella, representan para el pueblo de México la más costosa farsa de lo que va del siglo XXI.

Una antigua expresión describe ese dispendioso enlace: “El que te tiene te mantiene; el que te mantiene te detiene; el que te detiene te sostiene; y el que te sostiene todo lo de ti obtiene”.

El presidente López y su candidata Sheinbaum se embrollan en sus sainetes.

Daré un ejemplo.

Él le endosó a ella, a Arturo Fernando Zaldívar Lelo de Larrea, quien siendo aún ministro de la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación se enroló en la campaña presidencial para seguir sirviendo a los intereses del autócrata que aspira al maximato.

Ese ministro dejó deberes pendientes en la Suprema Corte que nada tienen que ver con lo electoral. La presidente ministra Norma Lucia Piña Hernández y el ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá, explicaron el caso profesionalmente: “Es de uso común el anonimato en el periodo de rendición de cuentas permanente en la SCJN”, y en este procedimiento el derecho de audiencia prevalece.

Empero, el peso de su conciencia condujo a Zaldívar a la histeria, lo que desencadenó errores lamentables. Lo jurisdiccional se hizo electorero.

El presidente le brindó todo su apoyo a Zaldívar; su candidata salió a defenderlo; el instrumento partidista de él y de ella, con sus diputados y senadores lacayos pidieron juicio político en contra de la presidente de la SCJN.

Los diputados y senadores de oposición se aprestaron a promover juicio político contra Zaldívar. Jueces y magistrados federales, junto con los foros de abogados, de todo el país, salieron a defensar a la presidenta de la SCJN.

Se filtró que el autócrata sugirió, de una vez, que se iniciara juicio político en contra de todos los ministros de la SCJN. La oposición consideró iniciar, también, juicio político en contra del autócrata López.

Y entonces, ese galimatías provocado por la sandez de un lelo se desinfló, con las palabras del autócrata: “Esos juicios políticos no llevan a nada”.

Ese caos me recordó a “los borregos de panurgo”, una de las narraciones del Francois Rabelais (1494-1553), médico francés que escribió los cinco libros de Gargantúa y Pantagruel, en donde al borrego líder lo hacen que se resbale del barco y, por eso, cae al mar; empero, todos los demás borregos lo siguen, hasta el dueño de la borregada se ahogó, al ir tras de ellos.

Total, él y ella, corruptos y farsantes, quienes ya no se pertenecen, quedarán sorprendidos, y ahogados por los votos en su contra, el 2 de junio del año que transcurre.

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