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Opinión| Los derechos de las mujeres y la sociedad plena

Casi todas ellas, con pequeñas excepciones, creen haber dado en el clavo definitivamente y no admiten contrargumentos.

Por: Rogelio Raya Morales

Es claro que cada día surgen teorías y corrientes dentro de las distintas ciencias sociales y del pensamiento tendientes a exponer, en definitiva, el futuro de los seres humanos y de las formas diversas de acercarse a esa situación. Casi todas ellas, con pequeñas excepciones, creen haber dado en el clavo definitivamente y no admiten contrargumentos. Y, esto no puede ser así, por la naturaleza de los fenómenos a explicar y por el horizonte de vida que se pone frente a los seres humanos.

Cuando se tratan los derechos y las situaciones que como género nos corresponden, es cuando más se cae en argumentos cuestionables.  Ya nos ha quedado claro que no basta con modificar algunas leyes, e incluso todas, para que, en el caso de los derechos y de la vida cotidiana de las mujeres, se provoquen cambios indiscutibles y perdurable. Sin tocar la cultura de la vida diaria y las bases materiales de la sociedad, no se puede ni aquilatar los cambios, por más adornados de literatura que se hagan, ni hacer que nos acerquemos a esa realidad deseable de sujetos que se relacionan, más con la fraternidad y la solidaridad, la justicia y la libertad y con el goce supremo a los más altos logros de la humanidad, que con el individualismo y la enajenación que nos separa y confronta.

Transformar materialmente la sociedad y crear las condiciones para que las mujeres y los demás sectores vulnerables de la sociedad, y en general todos los miembros de la misma, puedan vivir acorde a lo que, como humanidad hemos alcanzado, es una condición indispensable para que podamos hablar de sociedad humana plena.

Yo seguiré insistiendo en que, el 8 de marzo, una fecha que originalmente se instituyó para recordar un momento ejemplar en la lucha histórica de mujeres y hombres por un mundo mejor, debe seguir siendo una fecha para conmemorar esa voluntad indómita que busca desplazar toda injusticia, desigualdad, marginación y explotación de nuestras vidas y, definitivamente, ¡hacer de nuestra sociedad el hogar feliz de la realización humana!!

Pero ¿qué pasa en esta sociedad dónde se invoca siempre una doble moral?

El mercantilismo, muy propio de la sociedad capitalista actual, ha tratado de que el 8 de marzo se glorifique un estereotipo de mujer que se identifique con el más burdo consumismo y olvide el significado histórico de la contribución de la mujer trabajadora por ese mundo nuevo que anhelamos TODOS.

¡El capitalismo, el más inhumano modo de explotación, busca que sea una fecha para significar que la mujer es bella, buena, cariñosa, sometida, abnegada, frívola…y pretende que se le recompense con alguna mercancía!!

El 8 DE MARZO, y los demás 364 días del año, nos deben recordar que el derecho de la mujer a una vida libre de violencia, el derecho de la mujer a una vida libre de sometimiento y el derecho de la mujer al goce completo del buen vivir y a la humana realización, junto a los demás miembros de nuestra sociedad, todos esos derechos, deben ser no sólo reconocidos y legislados, sino que, lo verdaderamente trascendente, es lo que podamos hacer para que juntos, hombres y mujeres, construyamos la cultura y las condiciones sociales y materiales para que esos derechos puedan ser ejercidos  PLENAMENTE!!! ¡Es la práctica de esos derechos, para la mujer y para el hombre, lo que nos debe impulsar a la acción social!!

Hoy, con plena conciencia, considero que no puede haber ejercicio pleno de los derechos de las mujeres y de los hombres, sin una liberación total de la sociedad de sus ataduras capitalistas. Mientras sea el egoísmo y la insaciable ambición de riqueza a través de la explotación de la fuerza de trabajo, no puede haber un mundo nuevo.

¡¡Mujeres y hombres, unidos en la misma lucha por un mundo mejor! ¡Eso es el histórico 8 DE MARZO!!

¡Adelante Compañeras!!

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