Opinión| Mentalidad de rebaño
Inteligencia y mesura
Por: Marco Antonio Aguilar Cortés
Lamentablemente, a los añejos problemas de México debemos sumar el estilo confrontador y desatinado de gobernar del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Sus caprichosas decisiones que conducen al error, no son corregidas, sino que las reitera con un odio cada vez más ofuscado.
La crítica y la oposición a su forma de ejercer el poder no pueden calificarse de traición a la patria, por más que él reiterativamente lo repita, y le quiera agregar una ilegal e indebida penalidad.
El simple uso político electoral de aplicar ese calificativo, a cientos de legisladores federales, desgasta más a la institución presidencial que a los diputados que se decidieron a votar en contra de esa iniciativa.
En su derredor, en donde la mentalidad de rebaño prevalece bajo su impulso, ha habido voces inteligentes y sensatas.
Elena Poniatowska recientemente dijo: “no ser crítico es un error, pues no soy un borrego”.
Y en su libro de dos tomos, ‘El amante polaco’, describe a un personaje inglés de perfiles ejemplares: Charles Hanbury Williams, “desenvuelto, culto, audaz… genio brillante, peligrosamente brillante… irradia inteligencia, erudición… maestro extraordinario”, y es quien encausa al joven Stanislaw Poniatowski, enseñándole a ser buen político y diplomático; y a no ser perverso, romántico ni mentiroso.
Otra voz que se ha escuchado es la del senador Ricardo Monreal, quien considera que: “tildar de traidores a la patria a los diputados que votaron en contra de la reforma eléctrica provoca dificultades en la construcción de mayorías calificadas”.
Montreal está teniendo más sentido práctico de la realidad nacional que el propio presidente, sobre todo cuando señala: “No es afortunado que el linchamiento sea lo que nos distinga”.
Porque llamar “traidores a la patria” a esa cantidad de diputados federales (por votar en contra de esa iniciativa discutible) es llamar de la misma manera, despectiva, a decenas de millones de mexicanos que no están conformes con ésa y muchas iniciativas del presidente López Obrador.
Y no es posible linchar a decenas de millones de personas.
Sin embargo, si algo le pasara a alguno de los diputados bajo amenaza de la presidencia, la responsabilidad de ese daño lo cargaría Andrés Manuel, al convertirse, él mismo, en linchador intelectual, como sujeto activo.
Pero, vamos a ver el fondo del problema.
Los mexicanos deseamos tener servicio eléctrico de calidad, y a bajo costo, con energías limpias sustentables, y no contaminadas ni contaminantes.
Quien pueda y quiera producir electricidad con esas características debe ser bienvenido, siempre y cuando se ajuste a la rectoría del Estado mexicano, ya que están de por medio bienes estratégicos nacionales.
Pero entendiendo por Estado mexicano no al presidente de la república, sea quien sea, llámese Fox, Calderón, Peña o López.
Ni siquiera el gobierno es el Estado, ya que el principal elemento del Estado es la población.
Pero una población organizada, preparada, con la información suficiente, amplia e independiente de dogmas y perjuicios, con mentalidad abierta a la ciencia, al humanismo, y en libertad. Jamás una población rebaño.
Una población con inteligencia y mesura; una población, así, urge que determine los destinos de México.