Por: Samuel Cantón Zetina
Es muy del pasado de México, pero la costumbre de la gente de generar “cargadas” a favor de aspirantes está más viva que nunca.
Lo vemos en Tabasco, y lo vimos y vivimos en la elección de Claudia Sheinbaum.
Hoy, el origen de las estampidas está en la publicación de las encuestas.
Sucede que a través de los avances que se divulgan sobre las preferencias ciudadanas, se va anidando en la mente de los electores los nombres de quienes (presuntamente) van arriba.
Con la ex Jefa de Gobierno fuimos testigos de cómo un año antes iba en carrera parejera con Marcelo Ebrard -un mes aventajaba uno, al siguiente el otro-, y cómo hasta ese momento no se daba la “cargada”.
Pero al cabo de 6 o 7 meses que los sondeos coincidieron en que Sheinbaum superaba al ex canciller, los mexicanos concluyeron que por ahí iba el asunto y ella triunfaría.
Ya no hubo poder humano que detuviera a las turbas “adivinadoras” de cuál sería el resultado.
Es difícil saber hasta dónde los encuestados en las muestras válidas se vieron influidos por los sondeos.
En Tabasco, uno de los 9 estados que en 2024 cambiará gobernador, se mira algo semejante: hay un tumulto de cristianos acompañando la suerte del ex director de Fonatur, Javier May, aunque contenido por dos premisas fundamentales.
La primera: ¿Podría el partido decidir que por paridad de género, en el estado va con mujer?
Y la otra, al amparo del supuesto de que el dos veces alcalde de Comalcalco no es santo de la devoción del gobernador con licencia, Adán Augusto López Hernández, es si éste conserva fuerza ante AMLO para colocar como candidato a un propio, que según la rumorología sería Yolanda Osuna o César Raúl Ojeda Zubieta.
El martes 26 que cerró el plazo de inscripción, alguno de los mencionados se va a retirar.
Sabrá, por las encuestas, que no tiene oportunidad.
Ya a fines de octubre, que se revele la identidad de los 4 finalistas, se soltará una cargada que ni Dios padre podrá detener…
