YO CAMPESINO/Los protegidos| No somos iguales dice el ganso, pero su gobierno es sinónimo de corrupción e impunidad
Sin remedio, este sexenio será recordado por su ineficacia, destrucción, crisis, improvisación, mentiras, promesas incumplidas, autoritarismo y sus cientos de miles de muertos, pero lo peor es que ya se ganó un lugar en la historia por ser el de mayor corrupción e impunidad.
Por: Miguel A. Rocha Valencia
Sin remedio, este sexenio será recordado por su ineficacia, destrucción, crisis, improvisación, mentiras, promesas incumplidas, autoritarismo y sus cientos de miles de muertos, pero lo peor es que ya se ganó un lugar en la historia por ser el de mayor corrupción e impunidad.
A estas alturas del partido ya nadie duda que la principal bandera del ganso resultó una falacia y que la supuesta honestidad con la cual combatiría a la corrupción que junto con la violencia terminarían cuando asumió el poder el primero de septiembre de 2018, sólo fue una bandera de campaña que no estuvo nunca dispuesto a cumplir.
De hecho, su movimiento Morena se incubó en las entrañas de la corrupción donde confluyeron complicidades inconfesables pero que todos intuimos, dinero negro, procedente de actividades tan ilícitas que llevó a un banco (HSBC) a ser sancionado con miles de millones de pesos y la sobrevivencia inexplicable a los ojos de Hacienda, de un caudillo que trepó al poder por medio del chantaje, la amenaza, traición y “venta” anticipada de canonjías, favores, impunidades y prebendas.
Así se escribe la historia del mismo profeta cuyos familiares y él mismo, son ejemplo de corrupción de la que forma parte una inexplicable manera de vivir sin realizar una actividad económicamente productiva reflejada en impuestos y que a pesar de las pruebas de recepción oscura de dinero a carretadas se mantienen como paladines de la verdad y honestidad presumiendo siempre que no son igual a los de antes, que son diferentes.
Pero el sostén de ese movimiento tiene un costo que se paga con impunidad a quienes, como ellos, son presuntos delincuentes como el caso de Manuel Bartlett y su hijo, la cómplice política de abrazos y no balazos a los criminales que llevan casi 155 mil asesinatos apoderados de un país que sobrevive en el terror de la violencia, la represión, el secuestro, la amenaza, el despojo y la muerte.
Esa protección que lleva a niveles del escándalo inocultable de delitos como el desfalco de Ignacio Ovalle Fernández a Segalmex con sus más de 15 mil millones de pesos desviados a causas ¿desconocidas? O los más de 35 mil millones de pesos en contratos del AIFA entregados sin licitación y el enriquecimiento de sus “hacedores” como el general secretario Crescencio Sandoval que no sólo vive y viaja como potentado, sino que, además, tiene posesiones que hacen palidecer al pueblo sabio como ese departamento de 30 millones de pesos en exclusiva zona más lo que ordenó que se hiciera público.
Las mismas riquezas del ganso que a través d prestanombres tiene propiedades que usufrutuan sus hijos que hoy son millonarios y viven en casas “prestadas” por beneficiarios de sus gestiones pero que en realidad son de “papi”.
La protección a las corruptelas llega a todos los colaboradores que roben para la causa como el tal Alejandro Esquer quien desde la secretaría particular organiza millonarios carruseles para disfrazar la dispersión de dinero público a causas privadas y como él, el dispensador de los programas sociales a través de esa mafia conocida como los súper delegados de Gabriel García Hernández y su ejército privado de 18 mil servidores de la Nación.
A ninguno de ellos se le castiga ni se procesa, por el contrario, se les protege pues aplican la máxima dictada por el profeta: Si te cachan niégalo, si te sacan pruebas, quédate callado. Así como lo hace Ovalle o Francisco Garduño Yáñez, comisionado del Instituto Nacional de Migración.
O también como ejecuta al pie de la letra Ana Gabriela Guevara, atleta que se volteó a sus pares en la CONADE y les ordeña los dineros para entregarlos a la causa ordenada por el patrón dejando a los deportistas de alto rendimiento sin los recursos mínimos para prepararse y competir como las de nado sincronizado y que ganaron medalla de oro gracias a donativos y a que se pusieron a vender trajes de baño.
Igual que ella y todos los demás están los lacayos legisladores que de plano están hincados ante el tlatoani con la obediencia a ciegas que les impone y más allá de la ¿dignidad? De seres humanos que debían guardar entregados también al saqueo y a la campaña para sostener al amo. A cambio se ganan repetir en el cargo, mantenerse en la carrera política o aspirar a la presidencia o gubernaturas. Ese es el pan que les tiran y lo recogen del suelo de la ignominia.
Es así como se conformó la nueva mafia en el poder, pero más cínica, que abusa arteramente de las instituciones para sus fines, cumplir venganzas, chantajear y someter.
Amor con amor se paga diría el tlatoani tabasqueño.