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El plomo: un tóxico potente en nuestras mesas

El plomo: un tóxico potente en nuestras mesas

El plomo es un tóxico potente. A pesar de haberlo eliminado como detonante de las gasolinas seguimos expuestos al plomo y, con ello, persisten los riesgos para la salud que conlleva.

Por Leonora Rojas Bracho/México Social

¿Cómo entramos en contacto con el plomo?

Los que pertenecemos a la población general y los que no tenemos un trabajo u oficio que involucre procesos que utilizan plomo, nos exponemos a través de ciertos productos de consumo o pinturas que lo contienen y las personas que viven cerca de ciertas industrias, talleres o sitios de almacenamiento/reciclaje de materiales al entrar en contacto con suelo, polvo o aire contaminados con este metal (CDC, 2021). En México, la fuente de exposición más importante es a través de la loza de barro vidriada con óxido de plomo, que se quema a baja temperatura, cuando la usamos para cocinar, servir o almacenar alimentos o bebidas.

Por primera y única vez, gracias a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018-19, tenemos una idea de la magnitud de la intoxicación por plomo en México: alrededor del 17.4 % de la población de entre uno y cinco años está intoxicada, lo que equivale a 1.4 millones de infantes (Téllez et al., 2021).

Se estima que la tercera parte de los infantes que viven en hogares que usan la loza de barro vidriada con plomo están intoxicados, mientras que en los hogares en los que no se usa este tipo de loza solo uno de cada 10 se intoxican. Cuando usamos loza esmaltada con plomo el riesgo de intoxicarnos con este metal se incrementa en alrededor de tres veces. Aún sin conocer la prevalencia de la intoxicación por plomo para el resto de la población, estas cifras revelan el serio problema al que nos enfrentamos y que requiere de la atención del Estado. 

La Organización Mundial de la Salud incluye al plomo entre las diez sustancias químicas de mayor preocupación para la salud.

Las concentraciones de plomo en sangre nos indican qué tan expuestos estamos y, al día de hoy, no se conoce un nivel de plomo en sangre que se considere seguro; la evidencia científica nos dice que incluso concentraciones pequeñas en la sangre dañan nuestra salud. El plomo puede afectar a casi todas las funciones del cuerpo humano y a casi todos los órganos y sistemas, por ejemplo, los sistemas renal, reproductivo y nervioso.

¿A quiénes hace mayor daño el plomo?

El plomo es tóxico para todos los grupos de edad, aunque hay un mayor riesgo cuando la exposición ocurre durante las etapas tempranas de la vida y en mujeres embarazadas. En fetos, bebés e infantes los daños son mayores porque su cuerpo absorbe más el plomo que entra al organismo, porque su sistema inmunológico está en proceso de maduración y el sistema nervioso se encuentra en pleno desarrollo. Los efectos en el sistema nervioso suelen ser irreversibles; su toxicidad se manifiesta con una disminución del coeficiente intelectual, dificultades para el aprendizaje y la memoria, así como con problemas de comportamiento, por afectar la capacidad para controlar las conductas impulsivas y agresivas. En las personas adultas se añaden efectos de insuficiencia renal, insuficiencia de la tiroides e hipertensión.

Dos aristas espinosas del plomo para nuestro país

Los efectos devastadores del plomo en el cuerpo humano son suficiente razón para requerir acciones de política pública para su control. En nuestro país se suman dos aristas que escalan nuestra preocupación: la mayor toxicidad del plomo en las poblaciones con problemas nutricionales, así como su posible relación con conductas violentas y criminales. Se sabe que en individuos que presentan deficiencias de calcio, hierro o zinc, se incrementa la retención del plomo en el organismo y la severidad de su toxicidad, situación que suele asociarse con las poblaciones con nivel socioeconómico bajo.

La segunda arista se refiere a la cada vez mayor evidencia sobre la relación entre exposición a plomo en edades tempranas de la vida y conductas antisociales, que llegan a manifestarse como violencia y criminalidad en la vida adulta. Los problemas nutricionales y la criminalidad, así como la intoxicación en menores de 5 años, son altamente prevalentes en México, lo que coloca a la exposición a plomo como un problema de salud, que toca fuertemente la esfera social y amenaza con mantener a millones de mexicanos en un ciclo intergeneracional de deficiencias, enfermedades y pobreza.

¿Qué hacer?

Es así que el Consejo de Salubridad General, en respuesta a esta emergencia de salud pública, estableció el Programa de Acción de Aplicación Inmediata para el Control de la Exposición a Plomo en México, que se integra a una política más amplia para la gestión integral de sustancias químicas (CSG, 2019).

Entre las acciones inminentes, el programa incluye fortalecer la regulación para eliminar el uso del plomo para el vidriado de la loza de barro que se utilice para cocinar, servir o almacenar alimentos y bebidas, lo que se tiene que acompañar con la modificación de las prácticas alfareras para manejar los esmaltes libres de plomo; implementar un sistema de vigilancia epidemiológica de plomo en sangre al nivel poblacional e individual, el primero, para la trazabilidad de las tendencias poblacionales con su medición en las encuestas nacionales de salud y, el segundo, como detonador para prevenir o reducir la exposición y dar atención oportuna a los individuos que están expuestos a este tóxico ambiental.

El programa requiere de la cooperación intersectorial y transdisciplinaria para su implementación exitosa, que se traduciría en una infancia sin plomo, con un sistema nervioso que desarrolla todo su potencial y un futuro sin claroscuros que conduzcan a la violencia y a la criminalidad.

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