Investigaciones

Los ignorados humedales michoacanos

De los casi 142 humedales que tiene el país con la citada clasificación, 9 son michoacanos

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

Pese a que existen nueve humedales en el estado que cuentan con la clasificación Ramsar, por desconocimiento o ignorancia éstos no han recibido la atención adecuada en los últimos años. Estos importantes recursos han sufrido afectaciones por la tala clandestina y el desarrollo de núcleos poblacionales, principalmente.

De los casi 142 humedales que tiene el país con la citada clasificación, 9 son michoacanos, aunque hay otros que también podrían ser susceptibles de adquirir este estatus, como por ejemplo los lagos de Zirahuén, de Camécuaro, de Cuitzeo, el axalapasco de Tacámbaro y la Presa de Infiernillo.

Entre 2005 y 2009, esas zonas adquirieron la clasificación Ramsar, por medio de la cual ingresan a un acuerdo internacional que aglutina a 165 países que se comprometieron a darles un cuidado especial, a través de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas; esto implicaba tratar de llevarles recursos para mantenerlos en óptimas condiciones.

Los humedales michoacanos son el lago de Pátzcuaro (una parte), la laguna de Zacapu, la playa tortuguera Mexiquillo, en Aquila; la laguna costera El Caimán, la playa de Maruata, la playa Colola, Alberca de los Espinos, La Mintzita en Morelia y el lago de Chapala, por la zona de Cojumatlán de Régules.

Específicamente La Mintzita, dentro de la zona urbana de Morelia, ha sido sujeta desde hace años a una fuerte presión por el crecimiento urbano, por lo que, sin importar los constantes programas de saneamiento y limpieza de la región, ya está fuertemente contaminada.

Según la Comunidad Ecológica Jardines de la Mintzita, la contaminación y sobre explotación del manantial es un problema inminente y las autoridades no toman acciones para resolver tal situación del humedal, sino que más bien la empeoran. Habitantes de dicha comunidad, expresaron la inconformidad y rechazo total a las obras y planeaciones que están haciendo en torno a este manantial.

Según su dicho, el programa Parcial de Desarrollo Urbano de la Zona Suroeste de Morelia (PPDUZSM), a través del gobierno municipal pretendía legalizar, por medio de un “discurso verde” y consulta ciudadana, la implementación y la llegada e instalación de empresas agroindustriales, de construcción y de ecoturismo en la cuenca hidrológica, pero lo único que lograrían era la destrucción o desaparición total de la laguna.

En su inconformidad, también presentaron quejas por el cerco que pusieron al perímetro de la laguna, por los lavaderos comunitarios que ya hace más de 15 años que solicitaron al ayuntamiento de Morelia, por el permiso para la construcción del fraccionamiento “Arko San Pedro” que otorgó la Secretaría de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente (SDUMA), el cual se ubica sobre la cuenca directa del manantial y en su momento del basureo municipal.

Pero la Mintzita ya valió

Las áreas naturales protegidas y los humedales suenan bien cuando de discursos se trata; en la realidad, lo que estas zonas significan para las autoridades de cualquier ciudad o entidad es nada, pues su destrucción en pro del cambio de uso del suelo tiene prioridad, bajo el argumento de que se necesitan más zonas habitacionales, parques industriales o simplemente para la siembra de cultivos que en su momento parecen redituables.

La edificación de vivienda se ha mostrado históricamente como el factor que les ha llevado a estar al límite de sus extensiones territoriales; lo más alarmante es que esto se efectúa de manera legal (o al menos eso parece) y en otras ocasiones los asentamientos irregulares terminan por “comerse” las áreas de reserva.

En el papel, Morelia cuenta con 24 mil 447 hectáreas de terreno que están bajo alguna medida de protección por su importancia, ya sea como zonas de recarga de mantos freáticos, funciones forestales, o bien de conservación o provisión de agua para el municipio; pero sólo una de las nueve áreas ya establecidas cuenta con los lineamientos que establecen las acciones para su protección, mejora y aprovechamiento como áreas naturales, lo cual podría significar una vulnerabilidad.

Las áreas consideradas como protegidas son el Parque Urbano Ecológico, al oriente de la ciudad; el Fideicomiso de Ciudad Industrial de Morelia, un espacio que abarca un total de 89 hectáreas y que se estableció en 1995. En la misma área se encuentra el Parque Estatal Cerro Punhuato, el cual tiene una extensión de 118 hectáreas, creado en 2005.

Hacia el sur de la ciudad, en 2008 se decretó la creación del Parque Estatal Francisco Zarco, con una extensión de 17 hectáreas, y junto a ésta, en 2010, se estableció como Zona de Restauración y Protección Ambiental de Loma de Santa María y depresiones aledañas, la cual anteriormente estaba catalogada como Área Natural Protegida desde 1993.

También desde 2011 se determinó como Zona de Restauración y Protección Ambiental a Cañadas del Río Chiquito (cerca de Jesús del Monte), la cual ocupa un territorio de 205 hectáreas. Hacia la misma zona sur se decretó en 2011 como Zona de Protección Ambiental a la zona de Pico Azul-La Escalera, la cual es el área de reserva ambiental más amplia del municipio, con 23 mil 107 hectáreas.

Hacia el suroeste se ubica la ex Escuela Agrícola La Huerta, también conocida como Piedra del Indio, que tiene una extensión de 271 hectáreas y se estableció en 2005. Finalmente, también en el suroeste, se ubican las 419 hectáreas de extensión del Manantial de La Mintzita, que se decretó como Zona Sujeta a Preservación Ecológica en 2005, y a partir del 2009 es también contemplada en la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional, especialmente como hábitat de aves acuáticas, conocida en forma abreviada como Convenio de Ramsar, con ello es la zona con más lineamientos que le protegen en la ciudad.

Algunas de estas zonas se están perdiendo a pasos acelerados, como el Punhuato, que está sujeta a una presión de crecimiento informal, hormiga que poco a poco lo van ocupando; en el caso de La Mintzita, se presenta un crecimiento irregular y espontáneo de sus zonas aledañas conurbadas.

Por lo que se refiere al Pico Cerro Azul, basta un paseo breve para percatarse que se venden parcelas (incluso circulan profusamente por la zona carros con perifoneo que ofrecen terrenos con facilidades de pago); estas son tierras ejidales donde los ejidatarios buscan revertir su uso actual por una presión de desarrollo inmobiliario.

Algunas asociaciones tienen años luchando por revertir daños y evitar que la ciudad se coma las zonas protegidas, como es el caso del Movimiento Ciudadano en Defensa de la Loma, que desde el principio se opuso a la construcción de la vialidad Ramal Camelinas a través de la Loma de Santa María, por considerar que es una acción que pone en riego tanto la zona de Loma de Santa María como las depresiones aledañas, así como el Parque Estatal Francisco Zarco.

Un poco de historia

La Secretaría de Urbanismo y Medio Ambiente (SUMA) del gobierno del estado anunció en 2005 que decretaría área natural protegida al manantial de la Mintzita, y promovería el pago de servicios ambientales para que los ejidatarios, dueños de las aproximadamente 419 hectáreas, pudieran llevar a cabo acciones de conservación de la flora y fauna.

No obstante ser una de las fuentes más importantes que abastece de agua potable a Morelia, desde 10 años antes (1995) agudizó su degradación. Desde entonces ya buena parte de la laguna estaba cubierta por tule.

Ya en el nuevo milenio, muchas mujeres arrojaban al manantial agua jabonosa al lavar ropa en las orillas, además, cientos de pipas se surtían del afluente para comercializar el líquido. Pero el espectáculo más desolador era la basura que flotaba sobre el manantial, así como el lirio, que casi se apoderaban de toda la superficie del vaso. Lógico, también proliferan los asentamientos irregulares.

El decreto fue publicado en 2005 y señala que el ayuntamiento de Morelia, por acuerdo del cabildo del 14 de marzo de 1997, solicitaría la protección del manantial por medio de un esquema que permitiera manejar de manera sustentable los recursos naturales.

El documento indica que en el área de la Mintzita no se permitirá la ejecución de obras públicas o privadas que afecten el equilibrio ecológico del lugar. “El programa de manejo sustentable señalará el tipo y características de los proyectos que pueden llevarse a cabo en esa área”.

De acuerdo con el decreto, se abre la oportunidad para que los ejidatarios impulsen proyectos ecoturísticos que involucren a los tres órdenes de gobierno (lo que a casi 20 años de distancia no se ha efectuado). Además de proteger los manantiales, la SUMA promovería una iniciativa de ley que permitiera el pago de «servicios ambientales» a los ejidatarios de la Mintzita, algo que tampoco sucedió.

En vías de destrucción

No cabe duda de que se encuentra en proceso de destrucción la zona de recarga acuífera de los Itzícuaros, aledaña a La Mintzita, al ser canalizados los drenajes y canales de aguas sanitarias hacia los drenes y veneros de aguas limpias, tras la construcción de distintos complejos habitacionales y de la ampliación de la salida a Quiroga.

Sin ningún cuidado ni supervisión, hace años, al construir la carretera, se dañaron los canales de desagüe de residuos sanitarias provenientes de los fraccionamientos de la zona poniente, los que eran conducidos a cielo abierto hacia los distintos nacimientos de agua y canales de riego provenientes de La Mintzita.

Vecinos y ejidatarios de esta parte rural de Morelia desde entonces sufren los estragos del daño, al perderse más de 100 hectáreas de cultivo debido al desbordamiento de los drenes con las aguas contaminadas (que cada año tienen lugar), las que saturaron las siembras de maíz, frijol y calabaza.

Asimismo, vecinos de la localidad por donde atraviesan los canales de aguas negras acusan no sólo olores fétidos, sino también algunos daños a su salud, puesto que dichos cauces atraviesan por una zona densamente habitada.

Los ejidatarios de Emiliano Zapata, San Isidro Itzícuaro y San Juanito Itzícuaro, manifestaron que, pese a que ellos denunciaron desde hace más de 10 años el daño que se les venía haciendo, recibieron “sólo burlas por parte del Organismo Operador de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento, los que nada más cuando se les denunciaba en los periódicos hacían algo y nada más de momento”.

Ahora, a pasos acelerados se deteriora la zona, considerada como uno de los últimos reductos ecológicos de Morelia, porque además de la construcción indiscriminada de conjuntos habitacionales que vierten sus aguas negras en los hasta hace poco tiempo canales de aguas limpias, ahora tienen que padecer de los desperdicios de colonias más lejanas, cuyos drenajes fueron canalizados a cielo abierto hacia los otrora canales de aguas limpias que eran usadas para riego.

“Y ya nos amenazan con hacer más”, informaron los entrevistados de San Juanito Itzícuaro, San Isidro Itzícuaro y Emiliano Zapata, viendo con preocupación como el taponamiento con desperdicios obstruye la salida del agua del dren Itzícuaro hacia el Río Grande.

Luis Fernando Gutiérrez, Florentino González y Jaime López Sánchez, de cada uno de los ejidos, respectivamente, subrayaron que es tal la contaminación ahora, que “ya no se puede limpiar el vallado, pues nos encontramos con aguas sanitarias y nadie se atreve a meterse a esos canales”.

En tanto, dos pescadores afanosamente buscaban carpas entre las grandes acumulaciones de lirio del dren Itzícuaro, no muy lejos de donde las aguas negras se mezclan con las limpias; pese a la visible inmundicia, los campesinos lograron obtener algunos peces, “que nos van a servir para la cena de hoy”. Uno de ellos, velador de oficio conocido como “El Ñero Adolfo” recordó que “antes se sacaban hartos pescados, pero se ve que el agua está sucia porque ya aparecen muchos animales muertos, además de que huele bien feo”.

Es notable donde terminan las aguas claras, con flora y fauna benéfica y dónde comienza el problema, a la altura del conocido manantial del Parián, donde las aguas grises (sanitarias) se unen a no más de 10 metros del venero donde las mujeres de la localidad lavan su ropa y muchos niños usan el lugar para bañarse.

El problema fue denunciado desde 2003 y se ventiló entonces en distintos medios de comunicación; entonces no era raro encontrar peces, garzas y ardillas, que ahora son sustituidos por perros callejeros, ratas y nubes de mosquitos, coincidentes con los canales sanitarios que conducen aguas negras a cielo abierto, además de infinidad de tortugas que buscan desesperadamente huir de su antiguo hábitat.

Añade Florentino González, del ejido Emiliano Zapata, que “nuestros drenes se están convirtiendo en aguas negras, las que al tener más nivel se nos están regresando y nos inundando nuestros cultivos, que en estos momentos ya registran pérdidas”.

Con nostalgia, recuerdan que no hace ni una década la zona estaba llena de patos, garzas, pescados, cotorras y otras especies que incluso utilizaban para el consumo, como los gallaretes, además de que las tierras eran tan prolíficas, que obtenían hasta 9 toneladas de maíz por hectárea, “ahora no sacamos ni media tonelada”.

Al unísono, los entrevistados sostienen que no es verdad que haya buena planeación de la ciudad, porque “nadie toma en cuenta que están destrozando las zonas de recarga de agua y están dañando el área verde, permitiendo la construcción de casas y más casas que echan toda su mugre y aguas negras a los canales de agua limpia, lo que aceleraron con la carretera, porque ahora todos avientan su mugre para acá”, finalizaron.

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