Los medios de comunicación y la desigualdad de género
Los medios de comunicación y la desigualdad de género
Por Lizzy Santoyo Arrioja/México Social
Las mujeres están presentes en 32 de cada 100 noticias.
En las notas producidas por reporteras, 45% de protagonistas son mujeres; en las producidas por reporteros, la presencia de las mujeres no alcanza ni el 20%.
En 7 de cada 10 notas con cita, la voz que se presenta es la de los hombres.
En la función que cumplen en la noticia, los hombres figuran como expertos, sujetos y voceros, mientras que las mujeres son solo parte de la opinión popular.
Como reporteras, las mujeres destacan en temas de cobertura nacional; los hombres duplican su presencia como reporteros de la agenda internacional.
Estos son datos del estudio realizado en 2020 y presentado en 2021, por el Proyecto Global de Monitoreo de Medios (GMMP, por sus siglas en inglés), el cual asegura que, de seguir igual, se necesitarán mínimo 67 años para cerrar la brecha de género actual en los medios de comunicación tradicionales.
Esta situación se debe a diversos factores, y todos ellos se relacionan con la falta de perspectiva de género.
La Ley General de Acceso de las Mujeres a una vida libre de Violencia define así la perspectiva de género: “Es una visión científica, analítica y política sobre las mujeres y los hombres. Se propone eliminar las causas de la opresión de género, como la desigualdad, la injusticia y la jerarquización de las personas, de género. Promueve la igualdad entre los géneros a través de la equidad, el adelanto y el bienestar de las mujeres; contribuye a construir una sociedad en donde las mujeres y los hombres tengan el mismo valor, la igualdad de derechos y oportunidades para acceder a los recursos económicos y a la representación política y social en los ámbitos”. Abrir los ojos y actuar para evitar la desigualdad es ejercer perspectiva de género.
Los medios de comunicación en México, en general, carecen de perspectiva de género, lo cual repercute en la forma en que la mujer es percibida socialmente. Un ejemplo es ver que en los medios se toma como expertos a más hombres que a mujeres, perpetuando así la idea de que no hay mujeres que sepan sobre determinados temas, o que no son lo suficientemente capaces como para hablar de ello. El GMMP reporta que 78 de cada 100 noticias sobre Covid-19 se centraron en voces masculinas como sujetos, voceros y expertos.
Así mismo, los medios de comunicación siguen usando los estereotipos; en televisión, las mujeres destacan por ser más jóvenes (19 a 34 años) y ellos en edades más avanzadas, superiores a los 35 años, según GMMP. La vestimenta que algunas conductoras de diversos programas o las que dan el estado del tiempo, acentúa los estereotipos femeninos de moda: una figura de una mujer ideal y sexualizada, que es vista más como adorno y objeto de consumo.
Diversos programas de entretenimiento presentan a una mujer dinámica y moderna, sin embargo, los espacios destinados para ellas se concretan a temas como moda, alimentación, salud, educación y limpieza, que habitualmente han sido asociados con el rol femenino. En programas televisivos, a los hombres se les representa de una forma intrépida, inteligente, agresiva, desarrollando roles que representan a la industria, el comercio, los deportes o la política, mientras que a las mujeres se les muestra con una imagen tierna, servicial, cariñosa y se limitan a actividades del hogar, del cuidado personal y otros. La audiencia, al percibir estas imágenes, crea un supuesto ideal y aumenta la cotidianeidad de los roles de género que acentúan la desigualdad.
Es importante aclarar que no significa que ser ama de casa, o cuidar de otras personas sea negativo, sino que limitar la capacidad de las mujeres a un solo ámbito o rol es injusto, pues existe una gran variedad de mujeres que se desempeñan en otros rubros.
“Lo que no se nombra no existe” decía George Steiner, para resaltar la estrecha relación entre el lenguaje y la manera en que percibimos la realidad. El mundo se define en masculino y el hombre es la representación de la humanidad, es la medida de todas las cosas.
La historia, la literatura, la ciencia, la farmacología, y otras disciplinas, se han explicado desde la mirada masculina, y no es por ausencia de una mujer, sino porque a través del tiempo ellas han sido invisibilizadas. Como dijo Virginia Woolf: “En la mayor parte de la historia, “Anónimo” era una mujer”. Hemos vivido bajo una visión androcentrista, que elije qué hechos, acontecimientos y personajes son noticia, cuáles merecen “las de ocho”, primera página, más tiempo al aire y cuáles no; a quién se le dará el micrófono y qué voces serán escuchadas. Como vimos al principio, lamentablemente las estadísticas, lo confirman.
Esta visión androcéntrica no ha excluido al lenguaje, y si éste moldea la forma en que percibimos el mundo, podemos entender por qué hablar desde lo masculino como neutro o universal, fortalece el andamiaje sobre el cual se ha construido la desigualdad de género, porque “lo que no se nombra no existe” y únicamente existe como medida universal lo masculino. Se han creado varias guías y manuales para el uso no sexista e incluyente del lenguaje en medios de comunicación, no obstante, entre el desconocimiento de cómo un lenguaje moldea la percepción, la apatía y la ignorancia, parece que estos manuales no han sido muy utilizados.
Los medios de comunicación tienen el poder de visibilizar a las mujeres y sus realidades, darle voz al otro 50% de la población en nuestro país y en el mundo, de nombrarnos para existir, de dar espacios para las distintas miradas a un asunto, además de la mirada masculina. Los medios pueden perpetuar o disminuir significativamente la discriminación, desigualdad e incluso la violencia que hoy vivimos las mujeres. Solo hace falta que tengan voluntad para aplicar la perspectiva de género.
“¡Miren, juguetes para niños!”. Dijo emocionada la mamá a sus hijos y a su pequeña de 4 años.
“¿También hay para niñas, mami?”. Respondió inquieta su hija.