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Obrador, maestro de las marchas

Obrador, maestro de las marchas

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, regresa a sus orígenes como político y a hacer lo que le sale mejor: manifestarse y llamar la atención sobre su persona. La reciente marcha ciudadana del 13 de noviembre en respaldo al trabajo que realiza actualmente el Instituto Nacional Electoral le dio la justificación perfecta para demostrar que la supuesta aprobación a su administración es del 70 por ciento (según las cifras que él mismo maneja).

Adelantándose a lo que los números arrojen el próximo 27 de noviembre, fecha convocada por el propio mandatario para encabezar su marcha, sus simpatizantes ya vaticinan que superará el millón de manifestantes (aunque habría que reconocer que AMLO ostenta efectivamente la marcha más nutrida en la historia del país, pero que se efectuó en otros tiempos, cuando era él era el eterno aspirante y por motivos diferentes).

López Obrador es experto en marchas, plantones y manifestaciones, lo que desde hace 30 años ha quedado de manifiesto, con sus inicios en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), cuando a lo más que aspiraba era ser alcalde su tierra natal de Macuspana o como gobernador del estado de Tabasco.

En su trayectoria primero en el PRI y luego en el Partido de la Revolución Democrática, hacia donde trasmutaron a lo largo de 3 décadas muchos inconformes del ahora agonizante Revolucionario Institucional, ha quedado claro que cuando algo no le es favorable sabe ejercer la presión necesaria para que los astros se alineen a su favor.

  Para no ser menos, en esta ocasión ha sido el propio AMLO quien anunció que el domingo 27 de noviembre encabezará una marcha del Ángel de la Independencia al Zócalo capitalino y posteriormente, el primero de diciembre, dará el acostumbrado informe con motivo a su cuarto año de gobierno.

Esta marcha cerrará con broche de oro su carrera como marchista (como él mismo ha admitido), recordando que han sido muchas manifestaciones de este tipo las que ha encabezado en su carrera política, siendo incluso su sello distintivo como político. 

Para muestra, varios botones

Se pueden citar algunas de sus marchas más representativas, como la de diciembre de 1991, cuando siendo líder del PRD en Tabasco, encabezó la llamada “Exodo por la Democracia”, desde Tabasco al Zócalo de la Ciudad de México, cuya justificación fue bajo el argumento de haber sido víctima de un fraude electoral en elecciones locales. En esta marcha y siendo mucho más joven y sano, caminó varios días junto con cientos de simpatizantes más de 750 kilómetros. 

El alegato de otro supuesto fraude, tres años después, cuando aspiraba a la gubernatura de Tabasco por el PRD (elecciones en las que triunfó el priista Roberto Madrazo Pintado), le permitió organizar una nueva parada, similar al “Éxodo”, cuya meta fue nuevamente la capital de la república. 

El objetivo político de López Obrador se trasladó a fines de la década de los 90 a la Ciudad de México, campo propicio para las manifestaciones, pues justificantes para hacerlas nunca faltan, y es ahí, ya como capitalino, que encabezó marchas en contra del Fobaproa, además de que con las marchas también mostró su solidaridad con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, así como contra políticas del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León. 

Para abril de 2005, pendió sobre él una amenaza de desafuero por supuestos fraudes inmobiliarios y de obras, cuando fungía como jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, así que otra marcha fue su salvación, la que pomposamente fue denominada “Silenciosa”, partiendo del Auditorio Nacional y a la que acudió más de un millón de simpatizantes; fue esta que la que ha sido considerada por algunos como la “marcha más grande en la historia de México”.

Luego llegó el triunfo de Felipe Calderón Hinojosa en 2006; como aspirante opositor perdedor, otra vez por el PRD, tras su derrota encabezó marchas contra el ganador del Partido Acción Nacional, porque en su momento aseguró que fue un fraude y durante todo este sexenio llevó a cabo incontables marchas y movilizaciones en contra sus políticas. 

Con su antecesor en el cargo, Enrique Peña Nieto, ocurrió lo mismo, porque también le arrancó el supuesto “triunfo”, ya para entonces, era presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, así que con su apoyo encabezó movilizaciones para exigir la cancelación de la reforma energética y en defensa de Pemex, así como en defensa del magisterio ante la reforma educativa, entre otros justificantes.

AMLO presidente

El 1 de julio de 2018, el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador (luego de 12 años de campaña constante) marcó el inicio de un relato en el que se presentaba a sí mismo como el continuador de las grandes luchas sociales que han marcado la historia del país, asegurado que el inicio de su gobierno sería el surgimiento de una nueva era: la de la “Cuarta Transformación” de la república.

Una vez que su partido, Morena, se hubo convertido de oposición al oficialismo, los intelectuales orgánicos de su partido, los medios de comunicación afines, los militantes y simpatizantes, entre otros, se dieron a la tarea de sostener el discurso de la transformación, abusando de la retórica e inventando conceptos tales como “prensa fifí” o “izquierda radical conservadora”, para ubicar en el campo enemigo a toda voz disidente del nuevo régimen.

Por otro lado, la oposición al gobierno de López Obrador representada por los partidos tradicionales como el PRI, PAN o PRD, actualmente carece de una propuesta atractiva para las indecisas masas y sectores populares que, por otro lado, les identifican precisamente como los responsables de la crisis por la que atraviesa el país.

Para entender el actuar beligerante de quien encabeza la presidencia de la república, hace menester conocer la trayectoria del personaje: originario del municipio de Macuspana, Tabasco, López Obrador inicia su carrera política en las filas del PRI a mediados de los años 70 el siglo pasado, apadrinado por el poeta Carlos Pellicer Cámara, a quien conoció en su época de estudiante universitario durante más de 10 años  en la Ciudad de México.

Pellicer le integra a su campaña para senador de la república en 1976. Como figura destacada de las letras mexicanas y de ideas progresistas y antiimperialistas, Pellicer es reconocido por Andrés Manuel como una fuerte influencia a lo largo de su trayectoria.

Para 1977, Obrador es designado por el gobierno de Leandro Rovirosa Wade como responsable del Instituto Nacional Indigenista (INI) en la zona chontal de Tabasco, región históricamente marginada y que se convertiría al paso de los años en el primer bastión político de AMLO.

Allí inicia un plan de desarrollo agrícola, de vivienda y de alfabetización, así como la gestión de “créditos a la palabra”. Es en esta época de servicio público, que funda el ejido Salvador Allende en el municipio de Nacajuca, hecho anecdótico que de alguna forma da cuenta tempranamente de sus tendencias reformistas.

Como producto del partido de Estado fundado en los años 30 (PRI), durante los últimos gobiernos posrevolucionarios, Obrador se inscribe dentro de la tradición paternalista, populista y estatista de la política mexicana. Es así como se acerca a Enrique González Pedrero, político e intelectual ligado al cardenismo, que contiende por la gubernatura de Tabasco en 1982, cuyo periodo se caracteriza por los avances en la infraestructura de la entidad, una intensa política cultural y por la represión de movimientos estudiantiles y campesinos.

No tarda González Pedrero en nombrar a Andrés Manuel como director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y Sociales (CEEPES) del PRI, y posteriormente es designado presidente estatal de ese partido. Entonces surge su carácter de confrontación con los alcaldes, por su intento de ejercer una especie de contraloría sobre los recursos municipales, llegando incluso a ser tildado de “comunista” por su afán de transparentar las cuentas del gasto público (como ocurre actualmente), lo que le vale la destitución del cargo.

Algunos años después declararía sobre estos hechos: “Es muy difícil reformar a un partido de Estado”. No obstante, continúa en las filas del PRI (bien alineado), aunque alejado de los puestos públicos.

Para entonces, la política altamente nacionalista del Estado Mexicano había alcanzado ya sus últimos destellos, iniciándose un periodo de inestabilidad económica como consecuencia del agotamiento del modelo productivo, que desembocaría en la implantación del neoliberalismo.

Período de rupturas

Es en esa coyuntura económica que empiezan las divisiones internas en el PRI, pues mientras que por un lado los tecnócratas proponían el adelgazamiento del Estado y el abandono de las políticas de bienestar, los nacionalistas encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano se oponían al desmantelamiento de lo que consideraban “la herencia de la revolución mexicana”; es ahí cuando surge la corriente democrática del PRI, embrión del posterior PRD.

Mientras tanto, López Obrador se encontraba a la deriva y distanciado del PRI, después de un intento fallido por obtener la candidatura a la presidencia de Macuspana, lo que por cierto lo llevó a sus primeras movilizaciones. En ese marco, Cárdenas le ofrece la candidatura a la gubernatura de Tabasco por el Frente Democrático Nacional (FDN) en las elecciones de 1988, la cual acepta, perdiendo ante el candidato oficial Salvador Neme Castillo.

En un contexto de práctica inexistente de oposición política, la candidatura de López Obrador a nivel local y el surgimiento del Frente Democrático a nivel nacional implicaron una novedad para la sociedad que empezó a crearse ciertas expectativas de cambio, por lo que se adhirieron a la propuesta cardenista.

Así pues, luego de un proceso electoral duramente cuestionado en el que el Frente Democrático Nacional alegó fraude y que provocó masivas movilizaciones de protesta, en 1989 el Frente se transforma en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), y Andrés Manuel se convierte en el principal dirigente de dicho partido en Tabasco.

En la entidad, bajo su dirigencia, se planteó como objetivo la consolidación de una base social que le permitiera expandirse electoralmente. Así pues, López Obrador enarboló toda una serie de demandas sociales populares, particularmente aquellas relacionadas con las exigencias a Petróleos Mexicanos.

Para las elecciones de noviembre de 1991, la máquina de Estado operó sendos fraudes electorales que le arrebataron el triunfo al PRD en los municipios de Cárdenas y Nacajuca. Como respuesta, el partido organiza protestas y plantones, así como el célebre “Éxodo por la democracia”, en la que se exigía el reconocimiento de sus triunfos electorales.

Al llegar a la Ciudad de México el 11 de enero de 1992, la cúpula perredista encabezada por López Obrador acuerda con la secretaría de Gobernación la anulación de los resultados en los municipios en disputa, un triunfo que apuntala la figura de Andrés Manuel.

Posteriormente, y a pesar de la confesa utilización del movimiento popular con fines electorales, AMLO se convierte para la opinión pública en un indiscutible luchador social.

El uso de medios de presión organizadas por las bases, tales como la toma de pozos petroleros, cierre de carreteras y plantones, es canalizada y capitalizada por la dirigencia; en tanto, para 1994 se repite la historia, el PRI-gobierno organiza nuevamente el fraude con su candidato Roberto Madrazo.

López Obrador, nuevamente candidato de la oposición, recurre a la movilización y los plantones, además de hacer gala de un gran manejo de los medios de comunicación. El 24 de noviembre de ese año sale de Tabasco hacia la Ciudad de México con la llamada Caravana por la Democracia, en un nuevo intento por repetir los resultados del Éxodo.

Pero, a pesar de haberse negociado con la secretaría de Gobernación la renuncia de Roberto Madrazo al cargo, el priismo local se rebela contra Zedillo y se impone por la fuerza. El 19 de enero de 1995, granaderos y porros a sueldo desalojan el plantón de perredistas que se encontraban en la Plaza de Armas de la Ciudad de Villahermosa, quienes pretendían impedir la toma de posesión de Madrazo.

Ese día es una fecha clave para la comprensión de la lógica obradorista, pues algunos de los personajes involucrados en la represión son hoy nombres conocidos, como Arturo Núñez, Adán Augusto Hernández, César Raúl Ojeda Zubieta o los Cantón Zetina, quienes se convertirían después en gente cercana al proyecto de López Obrador.

Con experiencia en la movilización

Como se puede ver, la convocatoria de AMLO para marchar ahora con el pretexto de sus cuatro años de gobierno, tal como ha sucedido en sus movilizaciones anteriores,  no solo tiene como propósito mostrar el apoyo ciudadano que tiene su administración en la recta final; su fórmula le ha funcionado para “minimizar” la imagen de la oposición aglutinada, recuperar el espacio público, defender su proyecto político y de paso revivir el llamado “día del presidente” (por lo de su informe de gobierno).

Este 27 de noviembre, el viejo líder volverá a caminar por las calles rodeado de sus simpatizantes; se trata de la movilización convocada por el propio presidente apenas 3 días después de que ciudadanos se movilizaron contra la iniciativa de reforma electoral y en favor del Instituto Nacional Electoral (INE). No importa que sea traslucido que la movilización llamada por el presidente sea una reacción a lo que pasó en la marcha en respaldo al INE para adueñarse del espacio público en donde él siempre ha considerado que controla.

Es evidente que la intención del presidente es mostrar que su poder de convocatoria es mucho mayor al de la oposición, además de “eliminar” esa imagen de que su gobierno va en decadencia; la forma más sencilla de contrarrestar lo que apareció en todos los medios de comunicación el 13 de noviembre alrededor del Ángel de la Independencia y calles aledañas, es convocando a otra marcha. Para el presidente no solo es un tema de disputa por la narrativa, se trata de hacer notar que sigue teniendo el mando y que no es la decadencia de su sexenio.

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