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Una más para los Normalistas, a pedradas

Una más para los Normalistas, a pedradas

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

“Échenle compañeros, buenas tardes. Nomás les comento que no se arrimen aquí a Tiry (Tiripetío) eh, porque (los normalistas) no están preguntando nada. Como va están llegando y están descalabrando”, alertó el conductor de un camión de carga a través de redes sociales, aviso que muy pronto se viralizó el pasado domingo 25 de julio.

En su mensaje, el chofer advirtió que “están aventando las pedradonas al carro eh. Yo ya voy todo quebrado. No están preguntando nada, como va, están aventando las piedras, eh. A mí ya me quebraron todos los vidrios los hijos de su reputa madre”.

Ese mismo día, ya por la noche, los normalistas se apoderaron con violencia de un camión suburbano de transporte público, de donde bajaron con agresiones a los pasajeros, para después prenderle fuego a la unidad. Más tarde, personal policial y de bomberos apagaron las llamas y retiraron el camión que por al menos un par de horas obstruyó la circulación vial.

Para el lunes, otros normalistas y algunos familiares de un estudiante lesionado de Aranza, Michoacán, robaron otro autobús de pasajeros, lo atravesaron sobre la carretera Cherán-Aranza y de igual manera le prendieron fuego.

Este fue el principio de una serie de hechos provocados por el actuar de estudiantes de escuelas Normales de la entidad, que se han ido desarrollando a lo largo de esta semana y que nuevamente han desquiciado el quehacer de la sociedad en general, tanto de quienes transitan por las carreteras michoacanas como de los habitantes de algunas de las principales ciudades de la entidad.

El contexto

Para entender esta nueva andanada de agresiones y enfrentamientos, habría que remontarse a la tarde del pasado domingo, cuando un joven de nuevo ingreso de la Normal de Tiripetío cayó de un autobús en movimiento.

Previo al accidente, la unidad de la empresa transportista Purépechas fue retenida a la altura de dicha población para que los normalistas subieran a “volantear” y pedir cooperación económica voluntad-fuerzas a los pasajeros.

¿El argumento? Uno muy conocido: que la autoridad estatal les adeuda 6 meses de beca alimentaria; además de que el gobierno federal tampoco habría depositado la beca Bienestar y en rechazo a la destitución de la directiva de la institución (lo que ya es una demanda cotidiana).

Fue entonces que, ante la impaciencia y molestia del chofer de la unidad por seguir su camino, arrancó el vehículo sin dar oportunidad a que los estudiantes bajaran, así que el joven normalista de nuevo ingreso, de nombre Antonio, originario de Aranda, municipio de Paracho, cayó y sufrió diversas lesiones, sobre todo en la cabeza, que hacen que su estado de salud sea crítico y de riesgo de muerte.

Desde ese día, los moradores de la Normal de Tiripetío han tenido su “justificación” para robar de manera violenta camionetas comerciales, camiones de carga, tráileres y autobuses de pasajeros, que han sido usados para bloquear la principal avenida de la capital michoacana y la Autopista Siglo 21 en distintos puntos.

Pero junto con ello, han privado de la libertad a choferes de camiones de autotransporte, han agredido a automovilistas y provocaron la cancelación de salidas en terminales de autobuses, tanto de Morelia como de Uruapan.

La violenta movilización de estudiantes que hoy enarbolan el grave estado de salud de su compañero para manifestarse y “exigir justicia” les ha llevado a lo largo de la semana a apoderarse de camionetas comerciales con agresiones en el centro de la ciudad de Morelia, con las que cerraron la avenida de Madero y el libramiento. También en la carretera Morelia-Pátzcuaro, a la altura de la localidad de El Correo, los normalistas robaron tráileres y camiones de carga con los que bloquearon la autopista. En ese punto, los estudiantes han agredido a decenas de familias y automovilistas que sin deberla ni temerla intentaban llegar a sus diferentes destinos.

Transportistas contra normalistas

La situación, que ha derivado nuevamente a que el tema de las Normales se ponga en la mesa de los debates (ya sea política o educativa), condujo a la manifestación de otro sector que siempre está presente cuando de normalistas se trata y que hasta ahora habría mantenido una actitud prudente: los transportistas.

Como en el accidente del domingo estuvo involucrado un autobús de pasajeros de la línea Purépecha , a los jóvenes se les hizo fácil empezar a secuestrar unidades de esta empresa para quemarlas, al mismo tiempo de privar de la libertad a los choferes, lo que evidentemente no fue del agrado de este gremio; ni Tiris ni autoridades la vieron venir, cuando conductores de diferentes empresas se organizaron y armados con toda clase de objetos contundentes se dirigieron hacia la escuela normal para confrontar a los estudiantes y rescatar a uno de sus compañeros, retenido por la fuerza al interior del plantel en Tiripetío.

El chofer finalmente fue dejado en libertad, aunque los normalistas se quedaron con el autobús, el cual mantienen retenido en las instalaciones educativas. Las violentas movilizaciones de estudiantes han provocado que las corridas de autobuses en diferentes municipios de la entidad fueran canceladas, lo que ha sido intermitente hasta ahora.

Las razones de los transportistas parecen ser válidas para los usuarios, aunque no por ello dejan de ser molestas. Advirtieron que no van a arriesgar a los pasajeros, a sus choferes y las unidades ante la violencia que ejercen los estudiantes.

Y es que lo cierto es que para quienes transitan por la autopista Siglo 21 es ya cotidiano que los jóvenes coloquen retenes a la altura de Tiripetío, lo que entorpece el tráfico a la par de que les exigen mediante “boteo” que los automovilistas les den dinero, con el riesgo de que si no lo hacen, sufran algún tipo de agresión, ya sea física o verbal, ello sin contar el riesgo que implica movilizarse en una zona de demasiado flujo vehicular como lo es una vía federal de comunicación.

Desde el domingo, los normalistas estuvieron arremetiendo en contra de los conductores y sus familias, sin importar el tipo de vehículo de que se tratara, usando el argumento de la “agresión” del chófer de la unidad Purépechas, cuidando eso sí, de destacar para justificarse que su compañero había sido arrollado por el camión y no que había sido un accidente derivado de la impaciencia del chófer y de la prepotencia de quienes se habían subido a “botear”.

Más tarde, mediante un comunicado, reconocieron que su “camarada” había caído del autobús, debido a que el chofer arrancó antes de que terminara de bajar y que al impactarse con el asfalto, Antonio Aguilar quedó gravemente lesionado.

El hartazgo de los conductores se manifestó por fin luego de que se enteraron de “Normalistas volvieron a agarrar un carro de Purépechas y lo traen secuestrado en Tiripetío…, las autoridades siguen sin responder así que pretendemos ir nosotros”, dijo uno de los choferes de unidades del servicio público entrevistado en la Terminal de Autobuses de Morelia. Cabe mencionar que el presunto secuestro del camión se dio en las inmediaciones de la tenencia de Capula, que el chófer fue posteriormente liberado y que la unidad aún permanece en las instalaciones de la Normal.

El deslinde de las autoridades

Por supuesto no pueden faltar las declaraciones de las autoridades correspondientes, ya sea desde la secretaría de gobierno o de la secretaría de Educación en el estado, para justificar que están al tanto de lo ocurrido, pero que sobre todo están en vías de solucionar el conflicto (aunque generalmente no dan soluciones de fondo, como las que se requieren en este caso).

Para Mariana Sosa Olmeda, directora del Instituto de Educación Media Superior y Superior, “en lugar de descalificar la labor que se realiza por parte de la autoridad, se debería mejor investigar quién o quiénes llevaron a jóvenes normalistas a una situación de riesgo, como lo ocurrido el pasado domingo”.

 La funcionaria mencionó que en el caso de la Normal de Tiripetío, se intenta desviar la atención del hecho desafortunado en que un joven fue arrollado, con un tema que ya estaba superado, como lo fue la pasada aplicación del examen Ceneval. “Los medios no deben desviar la atención en cortinas de humo que voltean los ojos a otro lado y no al verdadero problema, es sumamente lamentable lo que sucedió el domingo, que los jóvenes estén en una situación de riesgo, que uno ahorita esté dañado en su salud”, dijo.

Y agregó: “Eso es lo que verdaderamente debemos revisar y cuestionar, ¿quién llevó a los jóvenes a la carretera a ponerse en esa situación de riesgo?, esa es la pregunta; me parece que no hay que desviar la atención a cosas que nada las va a opacar”.

Sosa Olmeda consideró que los quejosos tomaron de nuevo al Ceneval como tema para descalificar a la autoridad y pretender opacar, algo que ya contó con el respaldo de gran parte de la población para evitar la corrupción en ese proceso.

Mencionó que la prioridad de la autoridad y representaciones directivas sería indagar quién está detrás de estas protestas que tuvieron un resultado desagradable, más allá de seguir señalando temas que no vienen al caso en este momento, y espera que en lugar de descalificar haya trabajo, aunque cabe hacer mención que lo que motivó el boteo y volanteo del pasado domingo no fue el asunto del examen CENEVAL, sino la falta de pago de becas, pero a final de cuentas, cualquier declaración es válida para la funcionaria para justificar su actuar.

De nuevo en el ojo del huracán

Independientemente del tema de la semana para efectuar sus movilizaciones, los estudiantes normalistas, sin darse cuenta, continúan justificando y dando elementos a quienes piden la desaparición de sus centros de estudio. Su violencia exacerbada, las agresiones constantes a la sociedad, las demandas sin fundamentos o sustento sólido, entre otras cosas, han ido alejando las pocas simpatías de las que gozaban y por el contrario han acrecentado a pasos agigantados el repudio social.

Desde el gobierno federal ya se había insinuado desde 2019 que estos centros de estudio podrían desaparecer; en ese momento se argumentó que el presupuesto que se les asignaba era muy alto, de ahí que se les acortó para el año siguiente a su mínima expresión, pero si a esto se le suma que los propios moradores de las escuelas Normales hacen poco por sostener su existencia, entonces esto ya es la extinción definitiva de estos emblemáticos centros de estudios formadores de maestros.

Tras de diversos desmanes y actos delictivos que durante años han sido denunciados por transportistas, particulares y más recientemente por la propia población, como ha ocurrido en esta semana y que incluso ha sido objeto de medidas por parte de la Fiscalía General del Estado en el caso de Michoacán, lo que no han rendido mayores frutos, nuevamente se anuncia que se realizará un diagnóstico integral de las instituciones normalistas.

La coyuntura encontrada para poner nuevamente sobre la mesa el tema de la desaparición de las Normales, sobre todo las rurales, es que la población no únicamente ha denunciado actos de vandalismo como secuestro de vehículos particulares, saqueo de camiones, venta de productos robados y la existencia de narcóticos dentro de las instalaciones (lo que por cierto tienen décadas haciendo), sino que han llegado al enfrentamiento con los jóvenes que ya les ha dado por secuestrar vialidades de manera violenta para provocar mayores desequilibrios y con ello exasperar a la población.

Cuando las escuelas normales rurales fueron creadas, sus habitantes fueron llamados a ser la primera línea de batalla para implantar la educación cardenista y luchar contra terratenientes; después, los egresados de estos centros de estudio comenzaron a ser atacados por los personeros del poder, a los que habría que recordarles que si saben leer y razonar, es gracias a un profesor normalista.

Los maestros normalistas actuales son los descendientes de aquellos que, en los años posteriores a la culminación del periodo armado de la revolución mexicana, se distinguieron por su lucha contra los intereses de los terratenientes nacionales y extranjeros y, desde luego, contra el oscurantismo de la Iglesia católica.

El primer día del gobierno de Lázaro Cárdenas entró en vigor el nuevo texto del artículo tercero constitucional. Su orientación socialista creó urgentes necesidades; entre ellas destacó el requerimiento de grandes contingentes de profesores, decididos a llevar la nueva orientación ideológica del régimen a los más lejanos confines de la nación. En esa coyuntura favorable a la proliferación de escuelas de enseñanza básica, los normalistas desempeñaron un papel protagónico de primer orden.

La creación, durante el cardenismo, de las normales rurales y el mejoramiento cualitativo y cuantitativo de las ya existentes, llevó a experimentos educativos, sociales y de identidad entre los maestros y los alumnos, que impulsaron a no pocos egresados de esas instituciones a tener un objetivo bien definido en su vida profesional, que no era otro que el fundirse con las necesidades de los más humildes de México, como lo marca el cardenismo.

La implantación de la educación socialista incrementó sustantivamente el número de escuelas de educación básica, pues en 1934 existían 7 mil 963 y en 1939 eran 12 mil 208. Esta vocación por fundar centros escolares se reflejó también en la creación de plazas estatales y federales para maestros rurales, que ascendieron de 11 mil 432 en 1934 a 15 mil 616 en 1939.

En esta etapa se creó la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), que es la organización estudiantil más antigua de México, la cual agrupó a la casi totalidad de escuelas normales rurales, regionales campesinas y de las centrales agrícolas, y que sigue en posesión de los principios del normalismo, en los terrenos políticos y académicos.

El recuento histórico podría ser interminable, siempre plagado de un marcado antagonismo entre el poder en turno y los futuros profesores, hasta llegar al momento actual, que nuevamente se ve marcado por el interés de eliminar los centros de estudio donde ya no hay dóciles corderos, sino furiosos lobos que también se subirán al ring de la lucha por el poder.

Es dolorosa la historia que esgrimen los normalistas actuales, usando para ello las luchas de quienes los antecedieron en las aulas y que incluso sacrificaron la vida por sus ideales, pero ¿los jóvenes del siglo XXI tienen razón?…

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