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Opinión| Autócrata zopilote… del fango por él creado

Autócrata zopilote… del fango por él creado

Por:   Marco Antonio Aguilar Cortés

Dos elementos iniciales se requieren para formar un Estado: población y territorio.

Empero, tres cosas derivadas de la población son indispensables para consumar el establecimiento de un Estado: soberanía, sistema jurídico, y gobierno.

De esos cinco elementos nos quedan, íntegros, en los Estados Unidos Mexicanos para este año 2022 los iniciales: población y territorio.

¿Qué le ha pasado a nuestra soberanía, la que reside esencial y originalmente en el pueblo?

Pues conforme a los artículos 39, 40, 41, 49, 50, 51, 56, 71, 80, 94, 115, 116, 135 y 136 de la Constitución federal, hemos entregado para su ejercicio esa soberanía, al gobierno federal y a sus tres poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), a treinta y dos gobiernos de entidades federativas (legislativo, ejecutivo y judicial), y a 2487 ayuntamientos, incluyendo a las 16 alcaldías de la CDMX.

Todos esos poderes públicos ¿qué han hecho con nuestra soberanía?

Al exterior, el presidente timorato se dobla; y al interior del país, el presidente se convierte en zopilote autócrata bravucón.

Ese presidente ha arrebatado el ejercicio soberano al resto de las autoridades mexicanas, pero ha habido algunas que no se lo han permitido, para bien de México.

Así el autócrata dragonea de heroico, pero exhibiendo sus ineptitudes, corruptelas, traiciones, mentiras, y enfermedades graves, anatómicas y psíquicas.

México se quedó sin poder legislativo federal, puesto que obedece ciegamente todo lo que ordena el presidente; legislativo que nos cuesta, supuestamente, más de 16 mil millones de pesos al año.

En la realidad ese poder legislativo federal ya está desvanecido. O lo restablecemos con gente libre, capaz y honorable, o el presidente López lo va a desaparecer de plano, pues ni de tapadera le sirve.

El poder judicial federal todavía tiene en sus magistrados y jueces profesionistas capaces y honorables, salvo excepciones; empero, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación parece haber un equilibrio móvil, entre los ministros que juzgan obedeciendo ciegamente al presidente López, y los que juzgan, libremente, aplicando con responsabilidad el derecho al caso concreto con intereses controvertidos.

Y nos cuesta el poder judicial federal, actual y supuestamente, cerca de 74 mil millones de pesos.

Si el presidente López cooptara a todo ese poder judicial federal,  por la fuerza o por su impotencia, estaría no desvaneciéndole, sino dando un criminal golpe de estado.

Respecto a los gobiernos de las 32 entidades federativas, el autócrata López dispone, y le obedecen ciegamente 24 de ellas.

El 65% de los gobiernos municipales obedecen a ojos cerrados al autócrata, aspirante a dictador.

Así, el gobierno mexicano está a punto de quebrar económicamente, pero está desvanecido en una cloaca putrefacta, política, educativa y moralmente.

El presidente López no tiene gabinete, exclusivamente tiene floreros, y a sus “tres hermanos”, a quienes con el cariño de su dedazo ha convertido en sus “corcholatas”.

Ciegas y obedientes, violando la Carta Magna a todo lo que da su actitud lacayuna.

No olvidemos que los gobernados podemos hacer todo aquello que no nos prohíba el derecho; mientras los servidores públicos sólo pueden hacer todo aquello que expresamente el derecho les atribuya.

Que nos diga el presidente, ¿en que precepto constitucional se le permite al secretario de Gobernación hacer campaña electoral, y presionar a garrote vil a los gobernadores y legislaturas locales, para que hagan a ciegas lo que manda el autócrata?

Autócrata opresor que terminará como zopilote, ante el fango caótico por él creado.

El presidente López ha ofendido a todos. Esto se lo podemos perdonar. Lo que no le podemos perdonar es que se ofenda a sí mismo.

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