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Cochinero administrativo

Porque la prioridad es lo electoral

Por: Luz María Sánchez S.

Como pelota de beisbol ¡se va, se va y se fue! Merecido o no, Doña Delfina Gómez alcanzó su máximo récord en esta administración y tras 18 meses al frente la Secretaria de Educación Pública salió directo y sin miedo al éxito para iniciar una prolongada carrera electoral hacía la gubernatura de su estado natal, su añorado Estado de México, su raíz y su razón política de existir, bajo el cobijo de Morena y la bendición de su mentor -padrino de lujo-, el Presidente.

La maestra normalista, oriunda de Texcoco, quien sustituyó de manera natural a Esteban Moctezuma, nunca estuvo cómoda llevando los destinos de la SEP y, mucho menos, en tiempos de pandemia. Gestión gris, sin iniciativas propias, sin estrategia y cumpliendo únicamente las instrucciones de Palacio Nacional, Delfina Gómez Álvarez deja graves pendientes en la educación en México: aumento alarmante de la deserción escolar; rezago educativo, perdida de aprendizaje y planes y programas de estudios para la educación básica que aún no están finalizados, además de desmantelar el sistema de escuelas de tiempo completo. Se calcula que un millón 423 mil 154 estudiantes, principalmente de preescolar, educación básica y bachillerato dejaron las aulas, lo que equivale a mil 558 alumnos diarios. La mayor deserción en preescolar con 581 mil 69 alumnos seguido por primaria con 397 mil 897, bachillerato 283 mil 582 y secundaria 102 mil 43 estudiantes.

Negada al diálogo y a la crítica con una turbia gestión como ex alcaldesa de Texcoco, marcada por actos de corrupción por los diezmos que exigía a sus empleados y con una mediocre carrera como diputada y senadora, Delfina Gómez sólo se sirvió de la Secretaria de Educación Pública, como peldaño para regresar con mayor fuerza política a lo que realmente sabe hacer: conseguir votos, alentar a las tribus morenistas y obtener, como sea, recursos humanos y económicos para la causa de Andrés Manuel López Obrador.

Ahora, tras el desastre en la educación, sin rendir cuentas, prepara maletas, no sin antes recibir un jugoso finiquito al abandonar la oficina que ocupó José Vasconcelos y seguramente hará una entrega simbólica de su administración, pero ¿quién auditará su gestión? ¿Cómo dejara los llamados Libros Blancos que permitan conocer a detalle lo que hizo o lo que dejo de hacer. ¿Se sabrá cómo ejerció el presupuesto? ¿si hubo subejercicio? ¿Qué tareas pendientes dejó? No, no podemos soñar con una administración pulcra y comprobable con datos duros como exigen los mecanismos de transparencia qué en este gobierno han sido totalmente ignorados y criticados por el Presidente, argumentando que son producto del neoliberalismo, para que sólo prevalezca su machacona retórica de que por decreto se acabó la corrupción en la 4T, aunque el cochinero administrativo está latente.

Absoluto desprecio por la transparencia

Y es que los relevos de servidores públicos en este sexenio son como los pañuelos desechables, así como se utilizan una vez, jamás se voltea a ver que fue de ellos. Y así, hemos aceptado y normalizado en lo cotidiano que el Ejecutivo Federal tiene todo el derecho de remover y poner a quien desee, ostentando su facultad constitucional, pero también, abusando de ese ejercicio discrecional. Para López Obrador es una práctica que presume como reto a quien lo cuestione “Lo que más me importa es 90 por ciento de honestidad y 10 por ciento de experiencia ¿cómo la ven?”

A la supuesta honestidad de los servidores públicos debe agregarse el ingrediente de mayor peso moral que aprecia el Presidente que es la lealtad al movimiento y a su persona. Y así, en este cochinero administrativo de desmantelamiento de las instituciones, hay una larga lista de elementos humanos desechados o removidos, no por lo profesional, sino porque han caído del agrado del inquilino de Palacio Nacional.

Todos son sustituibles, por ello las remociones y enroques se han dado sin mayor explicación, tan solo las secretarías de estado han sido la bolsa de trabajo para los más cercanos amigos del Presidente bajo el principio “de 90 por ciento de honestidad y 10 por ciento de experiencia”. En un repaso inicial, recordamos los relevos en la Secretaria de Hacienda, a la renuncia del primer titular Carlos Urzua, llegó Arturo Herrera y posteriormente fue sustituido por Rogelio Martínez de la O. En medio de una crisis de credibilidad, la Secretaria de Comunicaciones y Transportes también sufrió cambios de titular, al renunciar Javier Jiménez Espriú llegó Jorge Arganis. Otra dependencia a la que han llegado tres diferentes funcionarios es la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, en medio del escándalo por prepotencia, su primera titular Josefa González Blanco fue reemplazada de inmediato por Víctor Manuel Toledo Manzur, un catedrático que salió por el escándalo de la  filtración audios en los que criticaba abiertamente la política ambiental y fue sustituido por María Luisa Albores González, quien al ocupar el cargo, dejo la Secretaría del Bienestar, en manos de Javier Mai Rodríguez, uno de los más cercanos amigos del Presidente, y a quien solo lo dejo unos meses de gestión, para nombrarlo director de FONATUR y encabezar el ambicioso proyecto del Tren Maya. A su salida, entregó la estafeta de Bienestar Ariadna Montiel Reyes, otra servidora pública incondicional, pieza clave en esa dependencia para alimentar los programas sociales y clientelares rumbo a las elecciones de 2024.

Los cambios en función de los intereses personales de López Obrador no han cesado. La Secretaría de Gobernación ha tenido un relevo y drásticos cambios de rumbo ya, qué si bien ocupó la cartera por primera vez una mujer, la exministra Olga Sánchez Cordero, su pobre gestión fue un paso obligado para regresarla a la labor legislativa como senadora, y al ser sustituida por el hombre más cercano a López Obrador, su paisano y entrañable amigo, Adán Augusto López, la dependencia ha adquirido el poder político más importante de esta administración.

Entre otros casos, destacan los de Rosa Icela Rodríguez, una leal colaboradora e incondicional del Presidente quien está al frente de la poderosa Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana que dejo Alfonso Durazo para encabezar el gobierno de Sonora y el escándalo por enriquecimiento inexplicable, que obligó a Irma Eréndira Sandoval a dejar la Secretaría de la Función Pública, cartera que ocupa actualmente Roberto Salcedo Aquino.

Pero más allá de las ambiguas justificaciones que da el Presidente por los cambios que ha hecho, no podemos conformarnos con escuchar los pretextos de que los funcionarios están cansados, porque el proyecto llevará otro rumbo, etcétera. Es una obligación constitucional documentar un ejercicio administrativo puntual del presupuesto. En pocas palabras entregar cuentas claras.

La Secretaría de la Función Pública ha convalidado el desastre administrativo y sólo ha emitido escuetos pronunciamientos en los que ha evidenciado que en este 2022, por ejemplo, al realizar más de mil actos de fiscalización a través de los Órganos Internos de Control se detectaron 3 mil 967 irregularidades en los siguientes ramos: Hacienda, Salud, Educación, Ciencia y Tecnología, Comunicaciones, Marina, Agricultura, Gobernación, Energía, Cultura, Economía, Agrario, Medio Ambiente, Bienestar, Turismo, Seguridad Pública, Trabajo, Defensa, Relaciones Exteriores, Presidencia y Consejería Jurídica.

Pero este es sólo un esbozo de una gestión cuestionable y obscura de la 4T que en aras de sus programas sociales ha desviado irresponsablemente los recursos, para justificarse en el ideario del Presidente de que “los pobres son más agradecidos y menos exigentes”. Al fin y al cabo, este cochinero administrativo no importa si se asegura la continuidad con el triunfo electoral en 2024.

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