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Opinión| Quedó claro qué no hay un Presidente autoritario, pero si radical

Quedó claro qué no hay un Presidente autoritario, pero si radical

Por: Luz María Sánchez S.

El tiempo se agota al cumplirse cuatro años del gobierno de la Cuarta Transformación y los tropiezos empiezan a resentirse en Palacio Nacional. Ya no hay tiempo para relajarse y mostrar la sonrisa de satisfacción, ahora el gesto es de ira contenida, labios apretados y la carcajada fingida para reiterar que los adversarios de México y por supuesto del Presidente son traidores y vendepatrias.

Los tiempos espirituales que conlleva la Semana Santa fueron inútiles para atemperar el ánimo del Jefe del Ejecutivo; ni el Domingo de Ramos, ni el de Resurrección sirvieron para el regocijo del alma, por el contrario, los tristes episodios que vivió el 10 de abril por la deslucida Consulta de Revocación, en la que logró alrededor de 15 millones de votos y, el día 17, cuando la oposición unida, por primera vez en bloque, desecho la Reforma Eléctrica, bandera máxima de su gobierno, encendieron más el ánimo radical del habitante de Palacio Nacional.

Fiel a su propia doctrina expuesta en su libro “A la Mitad del camino”, el Presidente justifica su radicalismo, o lo que llama no andar con medias tintas “La otra enseñanza política de aplicación universal es que nada se logra con la moderación y las medias tintas. Los publicistas del periodo neoliberal, además del Photoshop la risa fingida, el peinado engominado y la falsedad en la imagen, siempre recomiendan correrse al centro, es decir, buscar quedar bien con todos, pues no, eso es un error; el noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones”.

Y es que Andrés Manuel López Obrador ya se dio cuenta que no será fácil seguir gobernando, los dos años que le restan, con retórica y polarizando todo el tiempo para identificar las problemáticas del país entre blanco y negro, porque en la política, aunque se manifiesten débiles, hay fuerzas que lo resisten y le están poniendo un alto.

Como lo vimos, con gesto endurecido y labios apretados, en su conferencia matutina a unas horas del revés que sufrió su Reforma Eléctrica en la Cámara de Diputados, el Presidente no se cansó en descalificar a los legisladores del PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, desde traidores, vendepatrias hasta entreguistas, cuyo único estímulo es el dinero y como no hubo los llamados “moches”, o prebendas, no se consiguió el voto en favor de la iniciativa presidencial. Y ante los contundentes resultados de su fracaso legislativo, tuvo que admitir que “ha quedado claro que no es un Presidente autoritario”, pero sí incómodo y lo que viene podría ser explosivo.

Veremos así a un Primer Mandatario malhumorado, desesperado por conseguir sus objetivos en un corto plazo, aunque con ello muestre su rostro más radical, argumentando que se sólo se trata de autenticidad y definiciones y que jamás se correrá al centro como lo sugieren los analistas y politólogos.

Y en ese mismo ánimo, para enmendar la plana y agradar a su máximo líder, también se prepara su partido MORENA, cuyo Presidente Nacional, Mario Delgado ha anunciado una absurda campaña de linchamiento en contra de los diputados “traidores” y, violando no sólo normas éticas si no abiertamente contra sus derechos humanos, colocará en todas las plazas públicas del país las fotografías de estos legisladores que por emitir un voto distinto al designio presidencial se convertirán en carne de cañón para sacrificarlos políticamente.

Como reza el refranero popular, esto no se acaba hasta que se acaba. Aún faltan batallas por enfrentar y quienes piensan que López Obrador fue sorprendido por el resultado de la votación en la cámara respecto a la reforma eléctrica, no conocen su tenacidad y resistencia hasta lograr sus objetivos. Para un control de daños inmediato, impulsó y obtuvo un triunfo político al día siguiente de su derrota dominical: la aprobación de la reforma a la Ley Minera que nacionaliza el litio, un éxito que nada tenía que ver con la trascendencia de la Reforma Constitucional en materia eléctrica, pero que dio un cierto alivio al abollado ego presidencial y su movimiento trasformador.

Sin duda, López Obrador ya planea sus próximos movimientos en este juego de ajedrez. La oposición unida no se intimidó y mostró de que puede estar hecha, pero deberá proteger todos sus frentes, como los procesos electorales en seis entidades del país en los cuales estará presente el discurso de descalificación de MORENA para atizar la polarización de quienes, según ellos, aman a la patria y quienes son sus traidores. Además, en el tablero legislativo se encuentran dos importantes Reformas que le interesan sobremanera al Presidente: la electoral para dinamitar al Instituto Nacional Electoral (INE) y la militarización de la seguridad nacional a través de la Guardia Nacional.

López Obrador, quien pasará a la historia como el Primer Mandatario al que le rechazaron una iniciativa constitucional, no claudicará en sus propósitos, pero ya entendió qué si no quiere perder más popularidad, no debe parecer autoritario, aunque su radicalismo lo deberá disfrazar con suavidad y cambiar su estrategia. Tendrá que lidiar con su propio código, expresado en su guion: “El político debe, por ética, y convicción, representar algo y a alguien; es decir, tener una causa y tomar partido por una persona, clase o estrato o sector, sin que ello lo lleve a excluir, ignorar, atropellar o faltar el respeto a quienes no piensan como él”.

En el terreno de los supuestos ¿Lo cumplirá?

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