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El nuevo feminismo

Apenas inició la administración de la llamada “cuarta transformación”, y se hizo presente, siempre estuvo aquí, silencioso, encerrado en cada hogar, pero fue provocado y salió a la calle de manera sorpresiva

Por: Ruth Zavaleta/México Social

Apenas inició la administración de la llamada “cuarta transformación”, y se hizo presente, siempre estuvo aquí, silencioso, encerrado en cada hogar, pero fue provocado y salió a la calle de manera sorpresiva y contundente; es el nuevo feminismo mexicano.

Que una mujer fuera señalada de feminista, hace apenas pocos años, era el equivalente a denunciarla de bruja en la época de la Santa Inquisición. Pero hoy es motivo de orgullo porque significa que esa mujer lucha por los derechos de las mujeres. No obstante, de la estigmatización que enfrenta en los sistemas patriarcales, el feminismo ha prevalecido a lo largo de los siglos de diversas formas, y como movimiento, se hace presente cuando hay necesidad.

Es así que en México se ha hecho presente el nuevo movimiento feminista, más radical y con un objetivo claro: acabar de una vez por todas con la discriminación y la violencia hacia las mujeres.

En ese contexto, desde el 2020, año con año, crece el número de mujeres participando en las manifestaciones por el Día Internacional de la Mujer, desde las diferentes facultades de la UNAM, el Politécnico, las universidades públicas y privadas, las empresas, las instituciones del poder legislativo, ejecutivo y judicial, las organizaciones civiles, los partidos políticos, pero también, se suman miles de mujeres de manera individual.

No quiere decir que antes no se realizaran  marchas y manifestaciones, sino que hoy son tan numerosas y constantes, que podemos distinguir este nuevo movimiento feminista. Tan solo en la Ciudad de México, si los diferentes colectivos de mujeres no se dieran cita en diversas horas, desde muy temprano hasta muy tarde del 8 de marzo, no se podrían realizar las actividades por la saturación. Ya sea en transporte privado o público, miles de mujeres vestidas de morado, transitan durante el día desde diferentes puntos de las 16 alcaldías hacia el Centro Histórico, para cumplir con un acto sororo que se ha convertido en un grito largo y unánime en contra de la violencia hacia las mujeres.

Identificado el enemigo común, este 8M, las mujeres de todas las edades, incluidas miles de niñas, expresaron con diferentes consignas, su enojo y frustración en contra de la cultura machista y la discriminación ancestral que sigue produciendo desigualdad y violencia de género.

Hermanadas por el dolor, la tristeza y la solidaridad, caminaron de la mano las madres buscadoras de las desaparecidas y las de las víctimas de feminicidio; su caminata de resistencia hizo que los contingentes se abrieran y les permitieran encabezar, todas guardaron silencio, las miraron, repitieron sus consignas y las lágrimas cayeron por nuestros rostros, fue una marcha triste, quizás más triste que las del 25 de noviembre. Pero, de repente, todo el dolor se volvía coraje y regresaban los gritos, las manos con el puño levantado, la dignidad en vilo, es ahí cuando se descubre la verdadera potencia de la fuerza del nuevo movimiento feminista.

Este nuevo movimiento feminista que emergió del dolor y la indignación por la falta de justicia para las víctimas de feminicidios en el 2020, creció en estos últimos cuatro años por la indolencia del presidente Andrés Manuel López Obrador, que ha demostrado  que la igualdad de género no es lo suyo y que, incluso, declaró que los movimientos de mujeres eran movimientos que representan los intereses de sus adversarios; un Presidente que, afortunadamente, ya casi concluye su mandato y que nunca aceptó que fueron sus propias acciones las que lo evidenciaron sobre cuáles son sus verdaderas convicciones: cerró las estancias infantiles y expuso a miles de niñas y niños a una mayor violencia, los datos están ahí, transparentes, dolorosos; recortó las escuelas de tiempo completo y afectó a miles de niñas, niños y adolescentes que ahí se alimentaban y se mantenían más seguros; le cerró las puertas de su Palacio a las madres buscadoras de miles de mujeres y hombres desaparecidos durante su gobierno, algunas de ellas ya han sido masacradas por insistir en la búsqueda de sus amadas hijas; además, el Presidente  le sigue cerrando la puerta a los más abandonados, incluso a esos que les prometió que encontraría a sus hijos: a los padres de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa.

Es de esta forma que este nuevo feminismo no solo creció, sino que se ha convertido en un factor de poder que puede incidir de manera determinante en las próximas elecciones (porque a pesar de las encuestas, en política nada está dicho hasta que se cuenta el último voto), las evidencias están a la vista, en las consignas, en la presencia pacífica, en los ríos de color morado y las manifestaciones de dolor y coraje del 8M, pero sobre todo, en el hecho de que, aún sin organicidad, los movimientos feministas siempre han sido movimientos políticos.

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