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No son fallas, son bombas

No son fallas, son bombas

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

En los últimos 20 años, gran parte del desarrollo urbano de la ciudad de Morelia se ha realizado en zonas susceptibles a los procesos de deslizamientos de tierra. Un caso específico es el crecimiento al sur de la ciudad, a todo lo largo del escarpe denominado “La Paloma”. Éste constituye un desnivel de 200 metros, con una longitud de más de 300 kilómetros, provocado por una falla geológica con dirección Este-Oeste, que forma parte del sistema activo de fallas Morelia-Acambay.

De acuerdo con estudios realizados por investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (Antonio Pola Villaseñor, Víctor Hugo Garduño Monroy (ya fallecido), Ciro Díaz Salgado y Víctor Manuel Hernández Madrigal), en la loma se han identificado 8 cuerpos de tierra inestables, con características muy variables, mismos que han sido desencadenados fundamentalmente por procesos climáticos, morfológicos y sísmicos.

Y ante ese panorama de alto riesgo, alrededor de 400 metros cuadrados pertenecientes al parque ecológico urbano Francisco Zarco fueron invadidos por la obra del túnel dos del ramal Camelinas, parte del proyecto del libramiento sur.

En este marco, en 2014 se hizo la promesa (que luego se cristalizó) de hacer la donación de una superficie de trece mil 943.037 metros cuadrados por un particular a la secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) con fines de edificar el controvertido ramal Camelinas; donde se asienta esto es en un documento generado el 15 de agosto de 2012, donde se exhibe que el polígono de afectación del derecho de vía coincide en 400 metros cuadrados con la superficie reconocida por el decreto de creación del parque ecológico urbano como área natural protegida (ANP) de carácter estatal.

La legislación vigente en ese momento impedía la edificación sobre predios al interior de un ANP, inclusive cuando éstos fueran de propiedad privada, como es el caso del Francisco Zarco, pero inexplicablemente la construcción del libramiento sur se mantuvo en la invasión de un espacio restringido para la conservación del entorno, lo que le hizo ilegal, pero que no fue obstáculo para que la obra se construyera.

A través de esta donación, la que por cierto estuvo condicionada, se buscó justificar la urbanización de la zona con miras a la implementación de desarrollos habitacionales, como reiteradamente indicaron con diversos compromisos las diferentes administraciones municipales, así que no es de extrañar que incluso se les dotara de servicios básicos que ahora escasean en la parte baja de la loma.

Tipos de movimiento

Los fenómenos de inestabilidad en La Paloma están condicionados por tres factores principales: la formación geológica de la región, a razón de la sobreposición de unidades con características físicas y mecánicas muy diferentes; la geometría de las estructuras que son generadas por la actividad de la falla que atraviesa el lugar y la percolación y escurrimientos de agua que incrementan la presión en materiales arcillosos.

El desarrollo de los diferentes procesos de deslaves en la zona sur oriental de la loma está condicionado por factores antrópicos aunados a factores físicos y geológicos. El crecimiento urbano hacia este sector resalta la importancia de realizar proyectos relacionados con obras de mitigación, avalados por estudios geológicos y geotécnicos detallados, lo que ha sido hasta ahora letra muerta.

El gobierno del estado de Michoacán edificó hace 10 años un muro de contención perpendicular a la sección de la loma considerada como la más crítica. Dicha construcción se realizó con la finalidad de estabilizar la ladera y resguardar la seguridad de la población en esta zona. Sin embargo, los resultados obtenidos por estudios efectuados por los investigadores citados demuestran el deficiente funcionamiento del mismo, ya que dicho muro de contención no tiene la capacidad de retener todo el volumen de tierra que pudiera deslizarse.

El conjunto de resultados derivados de los expertos en geología, resaltan la importancia de establecer modelos geológicos, geotécnicos y geométricos de la inestabilidad, mediante coeficientes de seguridad y desplazamientos admisibles, los cuales serán requisitos fundamentales en los proyectos de ingeniería relacionados con obras de mitigación, resguardo y planificación del desarrollo urbano del sector sur de la ciudad de Morelia, lo que hasta el momento no se ha realizado.

Viviendo sobre fallas

La Paloma no es otra cosa que una pequeña muestra del riesgo que existe en el resto de la ciudad, que en años anteriores ha demostrado su vulnerabilidad ante lluvias torrenciales, deslizamientos de tierra, hundimientos y hasta sismos.

Los expertos en geología de la UMSNH han señalado ante diversos foros y en muchos momentos que los riesgos geológicos de Morelia están asociados a la presencia de fallas activas, la inestabilidad de laderas y al hundimiento del subsuelo. Continúan advirtiendo, aunque cada vez les dan menos crédito, que estos riesgos pueden aumentar tanto por la presencia de factores físicos (lluvias extremas) como antropogénicos (deforestación, edificación de caminos y por supuesto túneles).

Las zonas con mayor vulnerabilidad de Morelia ante el riesgo geológico se ubican principalmente hacia la parte sur de la ciudad, donde se tienen detectadas fallas activas de potencial sísmico, como La Paloma y la depresión del Río Chiquito; también se ubican como zonas vulnerables por inestabilidad de laderas a la loma de Santa María, desde La Paloma hasta Ocolusen, y a la propia depresión del Río Chiquito.

A la par, mencionaron zonas que presentan hundimiento de hasta 6 centímetros al año en el subsuelo, provocado por la sobreexplotación de acuíferos y reactivación de fallas geológicas por toda la ciudad, como serían la vieja central camionera, La Colina, Torremolinos y la colonia Chapultepec, entre otras.

Por definición, las fallas son originadas por una fractura en las rocas (en los estratos profundos del subsuelo), frente a la presencia de fuerzas tectónicas que son superiores a la capacidad de resistencia de las rocas. Esto genera una ruptura y deslizamiento de las rocas en forma tangencial al plano de la falla.

Cuando las fallas son activas es porque hay evidencia de deformaciones con sedimentos del periodo cuaternario (menos de 1.8 millones de años) y su potencial de sismicidad puede ser elevado al haber deslizamientos repentinos en forma de saltos de varios metros de profundidad.

Por lo que se refiere a Morelia, se tienen detectadas dos tipos de fallas: las que existían antes de que hubiera mancha urbana y que por obras realizadas por el hombre, particularmente por sobreexplotación de mantos acuíferos, las estructuras se han reactivado; y las fallas consideradas como potencialmente activas, donde existe evidencia de movimientos sísmicos históricos y que además las estructuras están comprometidas, como sería el caso de La Colina o bien con inestabilidad de taludes, como en La Paloma.

De igual manera, la inestabilidad en las laderas que rodean Morelia, surge cuando hay modificación de la geometría de las mismas ya sea por erosión, excavaciones artificiales, sismos de gran magnitud, explosiones por construcción o minería (como sería el caso de Ocolusen), lluvias intensas y prolongadas y debilitamiento del subsuelo por deforestación.

Las investigaciones de referencia indican que la parte sur de la ciudad (hacia La Paloma) es la que presenta mayores problemas de inestabilidad de laderas que ponen en riesgo por deslaves y aludes de tierra las colonias y fraccionamientos que se asientan a sus pies.

Los factores físicos, como sismos, contribuyen a elevar el potencial de desastres en zonas donde hay riesgos geológicos; es decir, la presencia de fallas geológicas activas, como la de La Paloma y el Río Chiquito, que pueden tener efectos desastrosos en Morelia si se presenta un sismo mayor a 6 grados, con epicentro en el lugar (de los cuales sí existen registros históricos).

Factores humanos, como cambio de uso del suelo para urbanización en las zonas de riesgo y las obras de ingeniería como caminos y edificaciones, pueden acelerar procesos que conllevan a situaciones de desastre, como deslaves y aludes de tierra (como ya han ocurrido en años recientes), en las zonas donde hay inestabilidad de laderas. Lo anterior, conjuntado con eventos extremos, como altas precipitaciones en lapsos cortos de tiempo, puede elevar el nivel de riesgo.

Los investigadores consideraron que con el fin de manejar los riesgos geológicos en la ciudad, existe la necesidad de realizar mayores estudios, sobre todo del periodo del cuaternario, que den más certeza sobre lo que ocurre en el subsuelo; construir una red de monitoreo para evaluar la actividad de las fallas y los desplazamientos de laderas; implementar una estrategia de prevención y gestión de riesgos que reduzcan la vulnerabilidad de la población ante desastres, desarrollar una política de manejo adecuado y sustentable del agua subterránea que evite la sobreexplotación de los pozos profundos y la reactivación de las fallas geológicas; y establecer una política de planeación urbana que evite el crecimiento de la ciudad y la construcción de obras civiles en zonas de alto riesgo.

Es clara la advertencia de los geólogos: “no despierten al monstruo”, en alegoría al poder destructivo de la naturaleza, al querer realizar proyectos como carreteras y túneles en zonas de alta inestabilidad de laderas, con presencia de dos fallas activas donde hay registros de hundimientos del subsuelo.

En ese sentido, la alarma ha sido puesta desde 2014: construir una vialidad como la Altozano-Camelinas en una zona de alto riesgo geológico y sin un conocimiento de la geología del cuaternario, es un acto irresponsable y pone en riesgo a la población, además de hacer más vulnerable a la ciudad.

Intereses políticos y económicos versus ciencia

En general, el relieve de la zona sur de Morelia se ha modificado por medio de dos procesos principales: deslizamientos de tipo rotacional donde, según datos de monitoreo, algunos de ellos son considerados inactivos pero susceptibles a reactivarse por algún fenómeno sísmico regional de magnitudes tan pequeñas como 4 grados en la escala de Richter; y caídas de bloques ligadas a la fractura de rocas y al efecto de gravedad, donde bloques de hasta 10 metros cúbicos podrían generar daños en zonas habitacionales.

Un ejemplo claro de la inestabilidad de la ladera es el deslizamiento de Ocolusen, el cual presenta un escarpe principal y un escarpe secundario inestable que ha provocado la caída de bloques y fragmentos de roca a lo largo de zonas con pendientes entre 0° y 55°. Fracturas desplazadas, ubicadas en la parte alta del escarpe principal, corroboran la continua actividad del fenómeno, que se considera iniciado por la actividad sísmica.

Dichos datos sugieren que los procesos de inestabilidad a lo largo del escarpe “La Paloma” no son únicamente históricos, sino que persisten actualmente. El desarrollo de nuevos fenómenos condicionados por factores físicos y geológico-estructurales, aunados al crecimiento urbano hacia este sector, resaltan la importancia de realizar estudios ligados a la estabilización y mitigación de estos procesos, consideran los investigadores.

Durante los últimos 16 años, en el lugar conocido como parque “Francisco Zarco”, se han generado diferentes procesos a causa de la gravedad, los cuales se iniciaron a partir de la construcción de un camino de acceso a un fraccionamiento que hoy se ubica en la parte alta del escarpe y que se agudizan con frecuentes obras del ayuntamiento en turno en los filtros viejos y el túnel del ramal Camelinas.

La inestabilidad se hace más crítica con la presencia de lluvias temporales intensas, que derivan en flujos de detritos, caídas de roca en los escarpes más verticales y movimientos del terreno.

Sin embargo, estudios de monitoreo realizados a lo largo de la cúspide del muro por la UMSNH, han demostrado desplazamientos de hasta 50 centímetros en un lapso de seis meses en sus tres dimensiones, los cuales han generado fracturas verticales y horizontales en su paramento, demostrando con ello que dicho muro es ineficaz como medida de prevención de riesgos.

Los estudios asociados a la inestabilidad han demostrado la vulnerabilidad en la que se encuentra la población en este sector. Por esta razón, los expertos consideraron que es necesario delimitar las zonas de riesgo para elaborar un mejor plan de desarrollo urbano, que permita disminuir las afectaciones causadas a la población y a su patrimonio en la zona sur de la ciudad de Morelia.

El problema radica en que las voces de los especialistas e incluso de los habitantes de la Loma y de Ocolusen no han sido ni serán escuchadas, tal como quedó demostrado en mayo pasado, cuando la directora del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Tierra de la UMSNH, doctora Isabel Israde Alcántara, precisó que antes de ingresar al ramalque lleva desde lacolonia Ocolusen hasta el centro comercial Paseo Altozano, ya se observa un círculo de deslizamiento que está activo desde su construcción.

Subrayó que, a causa de losconstantes movimientos del suelo, así como la extracción de los mantos acuíferos que abastecen a Morelia, existe la posibilidad de que una de las más de 10 fallas geológicas en la capital origine un sismo que dé pie a fracturas en la edificación del túnel o un colapso total.

Por supuesto que las opiniones de los expertos resultan incómodas para quienes tienen el interés económico o político sobre determinadas obras, como desde hace más de una década ocurre en el tema de la Loma de Santa María y el citado Ramal Camelinas, así que a menos de dos días de que la doctora Israde Alcántara diera la voz de alerta, la SCOP se apuró en desmentirla.

De esa manera, la secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP) de Michoacán negó que existan daños en la estructura del túnel o algún indicio de posible fractura en la construcción.

Sin querer dar la cara ante el señalamiento, los responsables de la obra pública michoacana sólo han mencionado que se realiza un monitoreo constante a los túneles del ramal, así como a las vialidades que lo conforman sin que tengan reporte de daños estructurales, asegurando incluso que “expertos internacionales en túneles” (sin dar nombres) avalan esta afirmación.

Vía el área de comunicación social de la dependencia, se explicó que en caso de que existiera algún tipo de desperfecto en las construcciones, lo primero que saldría a relucir sería la falta de energía eléctrica, debido a que el ramal y la señalización que se encuentra a lo largo de los 745.5 metros lineales de carretera deben estar encendidos las 24 horas del día para evitar accidentes de tránsito, débil argumento ante los constantes estudios de reconocidos expertos en la materia.

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