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Por sequía, escasez alimentaria

Las consecuencias del cambio climático podrían resultar, para este año, en una baja producción agrícola global y en riesgos sobre la alimentación

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

La agricultura constituye una fuente importante de ingresos en algunas regiones de México, pero sobre todo para Michoacán; no obstante, la economía agrícola está siendo amenazada por eventos hidrometeorológicos, como eventos extremos, (sequías, heladas, granizadas, inundaciones, etc.), variabilidad climática regional, cambio climático global y la competencia nacional e internacional.

Se estima que para 2040 la población mundial ascenderá a más de 9 mil millones de personas, por lo que la agricultura requiere seguir incrementando su productividad (rendimiento por hectárea) para satisfacer la creciente demanda. A escala mundial 75 por ciento de las poblaciones que viven en áreas rurales del planeta dependen del sector agropecuario.

En el mismo sentido, según la FAO, 500 millones de agricultores pertenecen al núcleo familiar, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo y son altamente vulnerables a lo que ocurra con este sector. Por lo que la reducción del rendimiento agrícola ocasionada por sequías, inundaciones o heladas pone en riesgo el abastecimiento de la creciente demanda, impactando sobre los precios (inflación) y reduciendo el poder adquisitivo.

De acuerdo con los profesores investigadores de tiempo completo del Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales de Zamora, Carlos Francisco Ortiz Paniagua, América Ivonne Zamora Torres y Joel Bonales Valencia, en su trabajo “Vulnerabilidad económica municipal del impacto agrícola ante condiciones de cambio climático en Michoacán”, la importación de una mayor cantidad de granos ha sido hasta ahora el freno a la carestía, pero los países productores, al igual que México, prevén temperaturas elevadas, además de la falta de agua para este año, por lo que el panorama futuro se anuncia crítico

La escasez que se anuncia

Las consecuencias del cambio climático podrían resultar, para este año, en una baja producción agrícola global y en riesgos sobre la alimentación, lo que no es ajeno para México, al contrario, el daño es severo, tanto que autoridades y especialistas ya plantean una reconfiguración de cultivos y de la ganadería que debe discutirse, pues los efectos ya se sienten y, en este año, podrían significar problemas en el abasto y por consecuencia altos precios en la base alimentaria de los hogares.

México y por ende Michoacán, se calienta más rápido que el resto del planeta, con periodos más largos de sequía y mayores precipitaciones, aseveró esta semana Francisco Estrada Porrúa, doctor en Economía Ambiental por la Universidad Libre de Ámsterdam, quien puntualizó que a pesar de que hay más lluvia, ésta no está cayendo en los lugares y en el momento adecuados para producir.

Rosario Enríquez Morán, presidenta de la Confederación Nacional de Propietarios Rurales (CNPR), advierte que ante la falta de agua se espera este 2024 una nueva caída en los niveles de producción, especialmente en las regiones central y norte del país, las que mayor producción aportan a las mesas de las familias mexicanas.

Es urgente, dijo, que se garantice el abasto para la seguridad alimentaria en México, aunque lamenta, con un año electoral en el horizonte (donde el agro mexicano jugará un papel determinante en los votos), la ausencia de propuestas concretas de los principales equipos políticos.

En la reciente COP28, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) presentó un informe que proyecta sombras sobre el planeta. Retrato global de la sequía, un documento gestado con la Alianza Internacional para la Resiliencia a la Sequía (IDRA), revela una emergencia sin precedentes que se extiende por todo el mundo.

La sequía se posiciona como uno de los mayores peligros planetarios. Datos recientes, reflejados en investigaciones de la ONU de los últimos dos años, dejan entrever impactos masivos: se cita en el documento que “la sequía no solo quita vidas, sino que también desencadena pérdidas económicas y afecta a múltiples sectores”.

En el aspecto económico, en México, el aumento de precios de productos básicos como el jitomate y las tortillas no es un efecto inflacionario por el alza del salario mínimo, sino una consecuencia directa de la disponibilidad de alimentos en el país. La política estadounidense de aumentar el abasto para controlar la inflación se destaca como un camino que México debería seguir, aunque eso requiere un fuerte respaldo al campo y medidas concretas para impulsar la producción nacional, lo que en la realidad no ocurre.

Enríquez Morán insta a la denuncia y a la toma de medidas concretas para revertir la situación. La seguridad alimentaria y la estabilidad económica del país dependen en gran medida de las decisiones y acciones que se tomen en los próximos meses, sostiene. La realidad es clara: la sequía, los otros ajustes que trae consigo el cambio climático y la falta de apoyo estructural amenazan a la mesa y al bolsillo de los mexicanos.

En visita reciente de este medio a varios centros de autoservicio y mercados en la ciudad de Morelia se observó que hay una presencia limitada de frijol y otros productos básicos. Los anaqueles tienen producto, pero es menor comparado con meses atrás, y los precios se siguen elevado.

La inflación en la puerta

En 2023, la inflación global comenzó a desacelerar tras haber alcanzado en 2021 y 2022 las tasas más altas entre dos y cuatro décadas en el mundo. Para México fue la más alta en los últimos 20 años. Esta situación podría repetirse especialmente en los alimentos por la falta de agua en el territorio mexicano y en países productores como Estados Unidos, cuyo departamento de Agricultura alertó que podría enfrentarse una situación de este tipo en al menos la mitad de las regiones de cultivo; cabe destacar que esa nación es uno de los mayores productores de granos en el mundo y proveedor de muchas naciones, incluido México.

En este momento, la sequía vuelve a caer en la mayor parte del territorio, especialmente del centro al norte, situación que se vivió en 2023 y que llevó a que no produjera un gran número de agricultores, escenario que amenaza con repetirse con un agravante: una menor disponibilidad de productos del campo a escala global, que significaría no poder cubrir la demanda interna.

Hasta el momento, esta última se ha podido satisfacer con importaciones de productos como maíz, frijol, trigo u otros, a los que el gobierno instruyó no aplicarles tarifas arancelarias para no generar presiones inflacionarias y hacer más expedita su entrada al país.

Según datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), precios de productos como frijol, maíz, cebolla, jitomate, papa, limón y aguacate, entre muchos otros, se encarecieron más durante 2023, cuando la inflación general tendió a desacelerarse.

De acuerdo con datos del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, durante 2023 se batió el récord de importación de frijol y maíz, con 31.3 y 19.7 millones de toneladas, esto es, 27.2 por ciento y 13.9 por ciento más que el año previo, respectivamente. Un síntoma de la falta de producción en nuestro país que, al ser cubierta con importaciones, no se ha notado.

Expertos señalan que esta práctica representa una salida de divisas innecesaria, al tener un extenso campo que debería ser apoyado con programas gubernamentales. En reciente entrevista nacional, el presidente de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes, Cuauhtémoc Rivera, puntualizó sobre la crítica situación que enfrenta el sector alimentario nacional. Destacó que la inflación alimentaria superó el doble de la inflación general, alcanzando 9.67 por ciento en el último año. Este aumento se atribuye a la combinación de sequía y factores estacionales.

Las importaciones, para los expertos, son un paliativo debido a que, al no incentivar al campo, podrían tener efectos colaterales: el abandono de las tierras de cultivo podría incidir en baja productividad, pero también en un efecto de migración de trabajadores que no verían una razón para continuar produciendo.

El panorama es preocupante, dado que la sequía que azota al país, a decir de los científicos, será mayor en los próximos años y esto empujará a que producciones agrícolas y ganaderas deban migrar al sur de país.

De acuerdo con Autosuficiencia Alimentaria de la secretaría de Agricultura, está en puerta que la ganadería intensiva se cambie de lugar. Esto va a ser un golpe muy fuerte porque las inversiones que tienen los ganaderos en el occidente, norte del país y también del centro, tenga que migrar, puesto que son estrategias para seguir produciendo el alimento que se necesita, con las nuevas condiciones que impone el cambio climático.

Para no variar, aparece el crimen

Pero la baja productividad mexicana no sólo es asediada por el mal clima, los bajos precios y una nula tecnificación, también por el crimen organizado. La extorsión a la producción agrícola y al traslado de mercancías, así como el peaje carretero ilegal en el transporte de carga federal, afectan a los pequeños jornaleros agrícolas, de lo cual es ejemplo Michoacán.

Este escenario de amenazas y desafíos se traduce en una disminución de la producción y de los ingresos y las ganancias de estos pequeños productores, lo que se refleja en aumentos de precios y escasez en los mercados finales, señala Cuauhtémoc Rivera de la ANPEC. La travesía por carreteras mexicanas es ahora un desafío marcado por la inseguridad. Un mal que no sólo impacta a los transportistas, sino que se filtra en los hogares a través de la inflación y la mengua del poder adquisitivo.

Los números revelados por el secretariado ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) recientemente, indican que los delitos de robo hacia transportistas aumentaron 9.4 por ciento en el periodo enero-septiembre de 2023, alcanzando la cifra de 10 mil 555 casos; en contraste, en el lapso de 2018 a 2023, al menos cinco entidades federativas se han llevado la mayor carga de este flagelo: estado de México, Puebla, Guanajuato, Michoacán y Jalisco, con 71.2 por ciento de lo que representa el total nacional.

El flagelo de los precios

En este marco económico y de crisis climática caótica, el INEGI y el Sistema Nacional de Información e Integración de Mercados (SNIIM) parecen no ponerse de acuerdo con las variaciones de precios. En un duelo de cifras, se pueden ver varias discrepancias: por ejemplo, los chiles secos se debaten entre 40.3 por ciento planteado por el SNIIM y el modesto 9.19 por ciento del INEGI; el tomate verde no se queda atrás en esta competencia de números sazonados. Mientras la oficina ligada a Economía indica un aumento de 36.8 por ciento, el INEGI sorprende con 74.3 por ciento; la papa también se une a la fiesta de desacuerdos, marcando 20 por ciento para uno y 11.43 por ciento para el otro; el último ejemplo es risible, los nopales, para el INEGI hubo 9.35 por ciento de aumento, mientras que el SNIIM planteó 101.2 por ciento.

No se debe olvidar que la discrepancia se puede entender porque el índice inflacionario para establecer el monto de los salarios mínimos lo marca el INEGI, mientras que el SNIIM tiene su enfoque en el comportamiento de los precios de los productos agrícolas.

Según los datos del INEGI, la inflación general anual en México alcanzó el 4.90 por ciento en enero 2024, esto es en comparación con enero 2023; sin embargo, fue de 9.3 por ciento para bienes agropecuarios y de 20.69 por ciento para frutas y verduras, aun con el plan que se lanzó para apoyar la importación de alimentos sin arancel, a fin de frenar el alza en precios de alimentos y el agua fue una preocupación mucho menos importante en el pasado ciclo productivo.

Ante este panorama de sequía en la mayoría de los estados, es sensato considerar que durante 2024 los alimentos tengan también una inflación mayor a la media nacional, que podría rebasar la inflación ya observada del 20.69 por ciento, por lo que urge la formulación de estrategias para asegurar la provisión de los alimentos que escaseen, así como apoyos a los productores que no pudieron sembrar o bien que no puedan llegar sus cosechas a término debido a la falta de agua.

En suma, se observa un reto significativo, especialmente si los fideicomisos para desastres desaparecieron, y el presupuesto no incluyó mayores recursos a emergencias de este tipo, según se analizó en el PREF 2024; y en todo caso los recursos para desastres ahora se están usando para la reconstrucción de Acapulco.

¿Paliativos?

Ante los riesgos climatológicos y biológicos que enfrentan los cultivos como la sequía, granizo, incendio, onda cálida, plagas y depredadores, entre otros, es indispensable arraigar la cultura del aseguramiento entre los pequeños productores agrícolas de Michoacán.

En 2023, la escasez de agua afectó a más de 58 mil hectáreas de cultivos, principalmente de maíz; ante la perspectiva de que la sequía siga en aumento, el llamado a  los pequeños productores agrícolas que no cuenten con ningún tipo de aseguramiento, público o privado, es adquirir una póliza con fondos de aseguramiento, pues en caso de presentarse algún siniestro, contarán con la póliza que le permitirá al productor recuperar parte de su inversión y volver a adquirir semillas e insumos que requiera y con ello, tener la menor afectación posible, señala la secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.

Pero resulta que a fines de 2023 los productores del campo en la entidad no contrataron los seguros contra la sequía, afirmó el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, justificando que “no se esperaban esta situación y vamos a reforzar el tema de los seguros para 2024 porque ya vemos que sí es necesario”.

Es decir, la sequía afecta desde hace 5 años, ahora se vaticina más grave que el año pasado, por lo que… “Ahogado el niño, a tapar el pozo”.

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