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Editorial| Por no leer todas las letras chiquitas

Por no leer todas las letras chiquitas

El presidente Andrés Manuel López Obrador va a necesitar mucho más que discursos patrioteros y arengas en el Zócalo capitalino el 15 de septiembre, para enfrentar las consultas y en su momento controversias, que preparan Estados Unidos y Canadá en el T-MEC, por las modificaciones en las condiciones de competencia.

En otras palabras, la reestatización en materia energética lopezobradorista le podría costar al país 30 mil millones de dólares en penalidades a las empresas afectadas.

El 30 de noviembre de 2018, en el marco de la Cumbre de Líderes del G20, Canadá, México y Estados Unidos firmaron el Tratado comercial entre los tres países.

López Obrador lo festejó como un avance importante que ayuda a la economía de los tres países; “en México, para que lleguen más empresas, mejoren los salarios y haya crecimiento”, dijo en su mañanera de ese día. Consideró un gran logro por parte de sus negociadores, a la cabeza el actual embajador mexicano en China, Jesús Seade, no incluir en el Tratado, el tema energético.

Verdades a medias, como las que el propio Presidente cuenta.

Efectivamente, en el capítulo 8.1 quedó claro que México “tiene el dominio directo y la propiedad inalienable e imprescriptible” sobre sus hidrocarburos, pero no se alinearon los elementos adicionales y transversales en todo el resto de los capítulos del acuerdo.

Un descuido que ahora tiene a López Obrador en tremendo berrinche.

A pesar de todas las advertencias, el Presidente de México cambió las reglas del juego con la estatización de Pemex y CFE, afectando la competencia y las cuantiosas inversiones extranjeras. Nunca dio margen a la negociación; era imponer sus decisiones.

Ahora, López Obrador le mandará una carta a su homólogo estadunidense, Joe Biden, para exigirle una explicación del porqué su gobierno planteó las consultas en el tema del sector energético, y recordarle que México es libre de modificar su Constitución como convenga al país.

Ni duda cabe que México es soberano. Lo entiende Biden y lo entendemos los mexicanos.

Pero entendemos también las consecuencias de tener un Presidente que manda al diablo las instituciones, le rechoca el cuento de que “la ley es la ley” y fuera de la 4T, todos son conservadores, abusivos y corruptos.

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