InvestigacionesMayo 2023

Don Goyo ahora sí está enojado

Por: Rosalinda Cabrera Cruz

El guardián del valle de México despertó enojado; desde hace varios días no deja dormir, mucho menos estar tranquilos, a los habitantes de los estados de la república que están bajo la lluvia de ceniza, afectados por el ruido de las explosiones y padeciendo, ya, de los inconvenientes de vivir a la sombra de un volcán.

Aunque se había vivido una situación similar en las inmediaciones del Popocatépetl en 1994, con una erupción parecida, las nuevas generaciones no la habían experimentado, así que escuchar la palabra evacuación los llena de miedo e incertidumbre, sobre todo al escuchar de las personas mayores lo que a ellos sí les tocó vivir.

Ernesto Belmont Cabrera es uno de esos jóvenes que literalmente ven gris el panorama; nacido en la Ciudad de México en las postrimerías del siglo pasado, al terminar sus estudios universitarios, casado y con dos pequeñas hijas, decidió forjar su futuro primero en Toluca, donde la suerte no le favoreció porque se le atravesó la pandemia por COVID-19, así que cuando le ofrecieron un empleo con prestaciones en la ciudad de Puebla, no lo dudó ni por un instante.

Gracias a una de dichas prestaciones, pudo comprar una pequeña casa en las cercanías del poblado de Santiago Xalitzintla hace apenas unos meses, donde la vida parecía transcurrir tranquila… hasta ahora que al Popo se le ocurrió escupir fuego y cenizas. Su flamante vivienda, relata, todos los días amanece con varios centímetros de ceniza en el techo y el patio, todos los días se barre y se acatan las indicaciones preventivas, pero el deterioro ya se empieza a notar.

El miedo a la evacuación

El joven Belmont está consciente del riesgo que junto con su creciente familia están viviendo, pues se ubican a tan sólo 12 kilómetros del volcán y se resiste a creer la mala suerte que ha tenido, primero al quedar desempleado por una pandemia que le obligó a emigrar de la capital del estado de México y ahora por enfrentar el riesgo de perder lo que con tanto esfuerzo ha construido por la posible erupción de un volcán.

A su mente llegan los relatos de algunos de sus vecinos más viejos, quienes hoy rememoran que la evacuación de las localidades cercanas al volcán Popocatépetl en 1994 fueron una acción programada, aunque de ninguna manera grata.

Para muchos de ellos fueron episodios de angustia e incertidumbre, en tanto para otros se traduce en la remembranza de actos de vandalismo y rapiña, derivado de un episodio duro que llevó a la autoridad a sacar de sus lugares habituales de residencia a la población en situación de riesgo, pero que en ningún caso fue una experiencia agradable, por más que haya representado el invaluable hecho de conservar la vida.

A casi 29 años de distancia, muchos de los que ahora son adultos tienen recuerdos de lo sucedido en los lugares aledaños a Don Goyo, cuando el Popocatépetl reinició su actividad el 21 de diciembre de 1994 y con ello impactó la cotidianidad de 411 mil habitantes de más de 400 comunidades asentadas en sus proximidades, tal como ahora le está sucediendo a la familia de Belmont Cabrera.

Los testimonios de la época hablan de hombres y mujeres caminando, mientras cargaban costales, bultos y algunas pertenencias. Dejaron sus comunidades a bordo de camionetas y camiones de pasajeros o carga, con el apoyo de personal de la Cruz Roja Mexicana y militares, entre otros, mientras sus rostros denotaban angustia e incertidumbre cuando fueron trasladados a los albergues.

A Ernesto hoy hombres y mujeres le narran cómo se percibía el movimiento del volcán, en la tierra y el viento, así como la relación estrecha que los habitantes de las comunidades cercanas tienen con Don Goyo. El recuerdo de las sirenas de patrullas y el perifoneo llamando a evacuar ahora parece revivir la amargura entre quienes estuvieron allí hace casi 3 décadas.

Y como no, si los testimonios sobre la operación de los albergues fueron negativos, por la carencia de agua, la falta de colchonetas y una alimentación precaria. Un elemento que predomina es la percepción de que el miedo fue lo que los llevó a evacuar, aunque lo hicieron de manera voluntaria, además de que se asegura que tras el desalojo hubo saqueos.

Es claro que de producirse de nueva cuenta una evacuación, con el volcán en alerta amarilla fase 3, por más preparación que se tenga y todas las previsiones que se tomen, estará lejos de ser una experiencia grata y por el contrario, representará, como en el caso de la anterior, un paso hacia la incertidumbre y el surgimiento de sentimientos que difícilmente se pueden traducir en palabras.

Un gigante que ruge

La actividad rugiente del volcán Popocatépetl, uno de los más peligrosos del mundo por los millones de habitantes que se han asentado a su alrededor, no ha cesado desde 1994; todo el mundo sabía que en algún momento su aparente tranquilidad se iba a terminar y la muestra es que desde hace unos días se han disparado las alarmas: han ocurrido cientos de explosiones en más de 40 horas ininterrumpidas.

A consecuencia de ello, alrededor de 7 mil soldados fueron movilizados a los estados de Puebla, Morelos y México por si hace falta organizar una evacuación de las poblaciones cercanas al volcán; de igual manera, se han suspendido las clases en 40 municipios y se ha fijado un perímetro de seguridad de 12 kilómetros en torno al Popo.

Gracias a las previsiones que ya han sido tomadas, los científicos llaman a la calma, basados en que este episodio no es único, puesto que ha pasado muchas veces antes y a lo que apunta la historia reciente es a que el volcán se estabilizará, sin una erupción dramática, en un nivel alto de actividad y emisión de cenizas.

Esta es la opinión del vulcanólogo Efraín Zavala Garduño, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien opina que “es probable que en los próximos meses haya muchos episodios como el que hay ahora”. El científico, como muchos colegas de su especialidad, ha estado realizando constantes viajes de monitoreo al coloso, donde ha constatado que el fenómeno eruptivo de este momento “es un escape de gas continuo que genera mucho ruido y lleva consigo los fragmentos incandescentes y la ceniza… aunque lo que más destaca es la duración del episodio, 40 horas sin parar. Es un episodio anómalo por su duración, por la producción constante de ceniza por tanto tiempo”, describe.

Advierte que la ceniza emitida por Don Goyo ahora está cayendo sobre Puebla, lo que llevó al cierre temporal del aeropuerto Hermanos Serdán, pero los próximos vientos se dirigen a Ciudad de México, donde el pasado sábado se desató el caos en el ya saturado aeropuerto internacional de la capital por el cierre solo durante unas horas de las pistas.

“La probabilidad de que la ceniza se dirija a Ciudad de México es muy alta. Sabemos que durante el invierno las cenizas van hacia Puebla, pero a partir de mayo, en junio y julio es hacia Ciudad de México”, explica a su vez la investigadora Ana Lillian Martin en una conferencia de prensa virtual organizada por la UNAM a inicios de esta semana.

La especialista explicó que las cenizas irritan las vías respiratorias, los ojos y también pueden dar picor de piel. Al mojarse se enlodan y crean una pasta difícil de deshacer. Oscurecen el medio ambiente y se pueden colar en los motores de los aviones y dañar los parabrisas de los coches. También afectan a las telecomunicaciones de los celulares, por ejemplo. Así, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) ha recomendado quedarse en interiores, tapar puertas y ventanas, usar mascarilla y gafas si hay que salir a espacios abiertos y evitar manejar, tal como lo ha hecho la familia de Ernesto Belmont.

Respecto a la duración que podría tener este evento geológico, con un dejo de sarcasmo señaló que “para eso no tenemos una bola de cristal”, en otras palabras, dijo que es difícil hacer pronósticos exactos en las tres velocidades que se manejan: pueden ser días… meses… o años, por lo que tampoco se puede saber cuándo volverá a dormirse un volcán que lleva tres décadas despierto.

Don Goyo tiene todo el tiempo del mundo

Los tiempos de los volcanes no son como los humanos. Ayuda imaginarlos como grandes máquinas que acumulan energía y después la liberan. El investigador Zavala Garduño puntualizó que en el Popocatépetl hubo una gran erupción hace 23 mil años y también hace 14 mil. Otra en el año 800, registrada incluso en los antiguos códices prehispánicos. “Estos episodios muy violentos están muy separados en el tiempo. El otro tipo de actividad es una actividad de ciclos más pequeños, más fáciles de gestionar por parte del volcán, como ocurrió de 1919 a 1927, o de 1994 hasta ahora”.

Dentro del Instituto de Geofísica de la UNAM se contempla que cada 70 años el volcán se reactiva, dura un tiempo despierto y después se vuelve a dormir. Desde hace casi tres décadas está con un ojo abierto. En este último periodo de actividad se han registrado muchos episodios como el de ahora: ocurrió en diciembre de 1994 y en 2000, también en 2012, en 2019 y 2020.

Los picos de energía de estos días de mayo todavía no han superado, por ejemplo, los de inicio de siglo. “En la actividad del 2000 se evacuó a 42 mil personas, 14 mil se fueron a albergues. No estamos en esa situación ni en esa condición”, señala Carlos Gutiérrez Martínez, director de Investigación del CENAPRED: “El volcán tiene una edad de al menos medio millón de años. Sin querer minimizar el problema, lo que estamos viendo en términos geológicos y volcánicos es algo pequeño”.

El caso es que los temblores, la expulsión de cenizas, y algunos episodios de derrame de lava no han parado, lo que condujo a que se levantara la fase 3 de la alerta amarilla. Para llegar a la alerta roja, la situación tendría que descontrolarse, lo que no parece que vaya a ocurrir. “Estamos preparados para hacerlo si fuera necesario, pero todo nos indica que la mayor probabilidad es que la actividad se mantenga más parecida a lo que hemos visto en 27 años. En ocasiones anteriores ha ocurrido lo mismo y en ningún caso hemos necesitado ir a estados más altos del semáforo”, explicó Lillian Martin.

Por el momento, lo que sugieren los expertos es que la atención se enfoque en si disminuye la expulsión de energía del volcán y cómo lo hace. Una bajada abrupta podría significar que hay un taponamiento del conducto del volcán, que desencadenaría en lo que los científicos llaman una liberación explosiva.

De momento, es positivo que continúe con un “chorro constante”. “Significa que el sistema de conductos sigue abierto y sigue liberando energía de manera constante”, explica la especialista. “En los próximos meses todo va a depender de la cantidad de magma nuevo que está entrando al sistema y a la capacidad del conducto a evacuar el excedente de presión que este magma genera. Ojalá siga siendo bastante constante y moderado y que no se libere todo en un golpe, como lo ha hecho el volcán en la prehistoria”, apuntó.

Cabe recordar que México es un país de volcanes; existen más de 2 mil y 48 están activos, o potencialmente activos. El 60 por ciento de la población del país vive sobre el suelo que ellos modificaron y tan solo en un radio de 20 kilómetros alrededor del Popocatépetl viven nueve millones de personas, si se amplía a 60 kilómetros ya son 25 millones.

Estar tan cerca de un área densamente poblada ha convertido al Popo es el segundo volcán más riesgoso del mundo. Aunque la espectacularidad de las imágenes del volcán en erupción, la lluvia de ceniza, y el cierre durante horas de los aeropuertos de Ciudad de México y Puebla han terminado de crear el marco apocalíptico perfecto.

En la mira de los vulcanólogos

Tal panorama en el emblemático volcán representativo de México revive que en junio de 2021 geólogos de la UNAM advirtieron sobre enjambres sísmicos ocurridos en la meseta purépecha en Michoacán; tan solo del 1 de mayo al 8 de junio de ese año se detectaron 242 microsismos en la región de Uruapan y en el corredor volcánico Michoacán-Guanajuato, seis de ellos  con magnitudes mayores a 4 grados en la escala de Richter, según advirtió la máxima casa de estudios de la nación, la primera en mencionar que esto podría ser el nacimiento de un nuevo volcán, al que aún no bautizan, pero que los geofísicos advierten que sus deformaciones en el paisaje ya son visibles cerca de Uruapan.

Denis Xavier Francois, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM resaltó la importancia de vigilar este fenómeno, pues el cuidado científico es necesario para evitar, además del material encendido y gases tóxicos, formaciones geológicas causadas por los temblores.

Recordó que estos fenómenos se presentaron en la misma zona en 1997, 1999 y 2006, así como en otras entidades como Durango, Chiapas y la Ciudad de México, donde los movimientos surgieron durante varios días y posteriormente cesaron.

Por su parte, Carlos Valdés González, investigador del Instituto de Geofísica (IGf) y actual director del Centro de Estudios Mexicanos (CEM) UNAM-Costa Rica, consideró fundamental vigilar y monitorear los enjambres sísmicos, toda vez que son uno de los precursores del nacimiento de un nuevo volcán y pueden representar riesgos para la población local si se presentan acompañados de otros factores.

Aclaró que para que ocurra una erupción volcánica o el surgimiento de un coloso, se requiere actividad sísmica, deformación del terreno, emisión de gases, manifestaciones hidrotérmicas y alteraciones visibles, todo lo cual es observable ahora.

“La principal pregunta que nos surge es la posible actividad volcánica, porque México es un país volcánicamente activo, especialmente en esa región, donde hay más de mil 200 volcanes pequeños en el llamado campo de volcanes de Michoacán-Guanajuato”, señaló el experto, quien recordó que en esa zona surgió en 1943 precisamente el Paricutín, al cual antecedió una serie de sismos.

Los académicos consideraron que aunque no hay información concluyente al respecto, es recomendable seguir una estricta vigilancia científica en la zona, estar pendientes de los mapas de riesgo y las recomendaciones de las autoridades de Protección Civil, sobre todo con el despertar de un coloso al que los habitantes de sus laderas han considerado como amigable.

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