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Nos hacemos más viejos y con más vulnerabilidades

Nos hacemos más viejos y con más vulnerabilidades

Esta semana México Social presentó un conjunto de datos respecto del proceso de envejecimiento en el país. La edad mediana de la población creció en tres años siendo más viejos en la última década, y el índice de envejecimiento se está incrementando aceleradamente. Pero esto está ocurriendo de manera desigual en el país, y es una muestra más no sólo de las diferencias sociodemográficas, sino también de las desigualdades profundas que se mantienen entre regiones y entidades de la República.

Por: Saúl Arellano/México Social*

México enfrenta este proceso en el peor de los escenarios posibles. Porque para el diseño de la política pública no se está considerando que una vejez sana, con protección social integral, comienza con una infancia sana y con pleno cumplimiento de derechos. Me explico a continuación.

Para ganar el favor electoral de las personas adultas mayores, que es uno de los segmentos electorales que en mayor medida votan, los gobiernos de todos los signos y colores han implementado políticas y programas casi de carácter caritativo, entregando dinero en efectivo mediante transferencias no condicionadas que, llanamente, llaman ahora “pensión universal”, cuyo diseño es tan burdo que incluso construyeron un nuevo “chipote constitucional” al incorporarlo como uno más de los derechos del artículo 4º de la Carta Magna.

Sin embargo, lo que no se comprende todavía es que están condenando al país a ser cada vez más, un país con más personas viejas que enfrentan mayores condiciones de vulnerabilidad, porque se ha perdido de vista que, de no trabajar primero con una política integral de garantía de los derechos de la niñez, estaremos reproduciendo las condiciones estructurales que hoy aquejan a la población mayor y que en el futuro serán peores.

En efecto, tómese como ejemplo el tema de la obesidad. En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT continua), al menos uno de cada cuatro de los niños, niñas y adolescentes enfrentan problemas de obesidad; y aunque no tenemos datos precisos sobre la desnutrición, sabemos que al menos uno de cada 10 come una sola vez al día o se le sirve menos comida de la que debería recibir para su adecuado desarrollo físico, emocional y mental.

Con tales problemas de malnutrición, no es de extrañar que México tenga al menos a 12 millones de personas con diabetes; condición de la cual, cerca de la mitad no está enterado porque no ha recibido un diagnóstico médico que le alerte, pero, sobre todo, que le prescriba un tratamiento adecuado.

Lo anterior no va a cambiar si antes no se construye un país donde se haya erradicado el hambre, pero más aún, la malnutrición. Y eso requiere de todo un nuevo sistema nacional alimentario que se sustente en el sistema educativo nacional, que sea capaz de garantizar cobertura universal de tiempo completo, y que en él se pueda contribuir a la garantía del derecho a la alimentación y la seguridad alimentaria, mediate una muy amplia estrategia de asistencia alimentaria y vigilancia y acompañamiento nutricional a las y los estudiantes, pero también a sus familias.

Es por ahí por donde la próxima administración debe comenzar. Pero para ello debe tener como propósito central ejercer un gobierno garante de derechos, y no uno que se dedique predominantemente a la prestación de servicios que quizá de buena fe buscan “ayudar a la gente”, pero que su principal objetivo se encuentra en la generación o manutención de clientelas electorales.

En 2021, de acuerdo con el INEGI, fallecieron en México 86,591 personas mayores de 65 años; pero también perdieron la vida, por la misma causa, 47,408 personas de 45 a 64 años de edad; es decir, entre ambos grupos, 144 mil personas que murieron debido a la malnutrición; que es fundamentalmente la principal causa detonante de la diabetes mellitus tipo II.

Por su parte, por enfermedades del corazón, entre ambos grupos de edad, perdieron la vida 214,181 personas; y es evidente que este tipo de defunciones están vinculadas, de una manera o de otra, con la obesidad, el sobrepeso y en general, debe insistirse, la malnutrición.

La cifra es auténticamente espeluznante; en 2021 perdieron la vida 358,181 personas de 45 años y más por diabetes mellitus o por enfermedades del corazón. Esta cifra implica un promedio diario de 981 defunciones, o bien 41 casos por hora.

Es cierto que el tratamiento de la diabetes y las isquemias requieren de medicamentos y tratamientos de diversa índole; pero también, su control y más todavía su prevención, exigen de una buena dieta, que comienza con la disponibilidad de alimentos; pero igualmente de condiciones para el adecuado ejercicio del derecho a la movilidad, la activación física y la práctica deportiva, lo cual, en los entornos laborales y urbanos que tenemos poco menos que imposible.

México carece de una visión de largo plazo dirigida a construir una sociedad para todas las edades. Una en la cual esté garantizado de manera integral el cumplimiento universal de los derechos de la niñez, que encamine al país hacia una estrategia de garantía del envejecimiento activo, sustentado todo en un poderoso sistema nacional de protección social y cuidados.

Pero eso no está a debate en los principales espacios de decisión. Por ahora, lo que a las y los profesionales de la política lo que les interesa es cómo ganar la siguiente elección; cómo pueden perpetuarse en los cargos públicos y cómo se enriquecen más rápido estando en ellos.

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*Investigador del PUED-UNAM

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